EDITORIAL
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Los medios de comunicación dieron a conocer que los 25 diputados locales con que contamos reciben 120 mil pesos mensuales como ingresos totales, lo que representa cuatro mil pesos diarios. Eso significa que cada diputado gana dos pesos y 86 centavos por minuto.
Por supuesto, este salario lo recibe vaya o no vaya al congreso, asista o no a las sesiones y aunque no presente ninguna iniciativa y sólo vaya a sentarse en su curul. No importa si trabaja o no en beneficio de la gente, cada diputado local gana cuatro mil pesos diarios.
También es cierto que estos ingresos incluyen lo que son la dieta propiamente dicha de los diputados, es decir, el salario que perciben, y otros ingresos que sirven para pagar a quienes, en teoría, son sus asesores para las tareas propias de la comisión que presiden y para los apoyos sociales.
A estos ingresos deben deducirse los impuestos correspondientes a la dieta respectiva que, según se recuerda, es de aproximadamente el 30 por ciento de sus ingresos totales.
Pero lo interesante de esto no es saber si un diputado gana más o menos que un taxista o que cualquier otro trabajador, sino se trata de saber qué hace un diputado, que acciones realiza en beneficio de la sociedad, de su distrito, de su municipio, de Colima.
No importa cuánto ganen, pero si debe interesarnos la clase de trabajo que hacen, qué iniciativas presentan al pleno, qué han hecho en materia de actualización del marco jurídico que tenemos y qué hacen, además de andar en el circo mediático, como suelen hacerlo.
Hasta hoy, los diputados locales han resultado mejores para insultarse unos a otros y para descalificarse entre sí, que para construir los acuerdos que permitan a Colima recuperar el camino ascendente que alguna vez tuvo y tanto se ponderó.
Como ciudadanos hemos dejado a los diputados muy sueltos.
Ahora, debemos corregir el rumbo y llamarlos a cuentas, exigirles explicaciones.
Tenemos el derecho de hacerlo y ellos, los diputados, la obligación de rendirnos cuentas.
Nuestra fuerza es el voto.
Démosle valor.
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