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martes, enero 25, 2005

Los Por Qué y Para Qué de un Gobierno

LA función de un buen gobierno es mantener el equilibrio entre los distintos actores sociales. La idea de los gobiernos capaces de hacer todo por sí mismos ha quedado atrás con el agotamiento del Estado de bienestar.

Actualmente, se cuestiona la facultad de cualquier grupo de la sociedad o del gobierno de constituirse en un poder por encima de otros y se demandan cambios en las reglas del juego, es decir, se busca una participación real de la sociedad en las tomas de decisiones.

Por otra parte, las demandas de cambios en las reglas del juego, debemos admitirlo, implican un reparto de las políticas y de las instituciones. Del mismo modo, la forma y el contenido de la participación, de alguna manera delimitan el quiénes deciden y quiénes deben ejecutar o acatar decisiones.

La burocratización transformó el orden de prioridades; se puso énfasis en las reglas, en la excesiva normatividad, y no en el para qué.

Si se desea una gestión pública capaz de generar los resultados demandados por la sociedad actual, el gobierno no debería instrumentar políticas públicas mediante mecanismos unilaterales de decisión.

La gestión pública debería ser concebida como un sistema de cooperación social, con mecanismos e instituciones capaces de articular los intereses y la potenciación de capacidades del gobierno y de la sociedad.

Se requiere incrementar la capacidad de gobernar para un mundo cambiante y capacitar, con un contenido ético, a gobernantes y funcionarios públicos.

Lo razonable para la sociedad, el tipo de problemas públicos y la subordinación o preponderancia de la racionalidad a ciertas premisas relevantes para el desarrollo social son conceptos evolutivos en la interacción de las relaciones del Estado y la sociedad, de los gobiernos y la sociedad.

Nos encontramos con sociedades y gobiernos con deficientes capacidades para gobernar y se corrobora la ausencia de una teoría general viable para alcanzar un gobierno adecuado. En esta situación se debe elegir lo más acorde a nuestra realidad entre la diversidad de teorías y propuestas de solución. La perspectiva de mejorar la capacidad y perfil de los gobernantes y de los ciudadanos puede contribuir en esta búsqueda de soluciones a los problemas.

El objetivo de mejorar las capacidades de gobierno a partir de las actuales deficiencias para atender las necesidades sociales, permitirá afrontar en mejores condiciones los retos del nuevo milenio y del futuro.

Por supuesto, esto requiere tener otra clase de gobernantes y de ciudadanos. Se necesitan ciudadanos más dispuestos a participar de verdad en la vida pública de su comunidad, de externar su opinión y de accionar en relación con los problemas de su entorno y esto no va a ocurrir mágicamente, para lograrlo, se deben impulsar nuevas formas de participación de la sociedad en la toma de decisiones públicas y en la consulta para el ejercicio de presupuestos participativos.

Este es un camino viable, ya probado una y otra vez en América del Sur, en sitios con peores condiciones a las de Colima. Se puede hacer, se debe hacer. Sin embargo, no sé si los políticos quieran o estén dispuestos realmente a propiciar esta participación de la sociedad.

Ya veremos.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1.- El sábado echaron a andar los priistas su Escuela de Cuadros, con un programa muy ambicioso.

Es bueno que ello ocurra así para los militantes y dirigentes de ese partido conozcan a fondo a su partido y, a la vez, reciban herramientas que les permitan actuar mejor en beneficio de su partido.

Como ya he dicho, se requiere un PRI fuerte en este momento que vivimos, porque en las raíces del partido se hallan las razones de su persistencia y fortaleza. Se ha sostenido que el PRI es un partido histórico: legatario y transmisor de las mejores causas populares y lo es, pero a condición de que quiera seguirlo siendo. Lo es, pese a sus errores y tropiezos. Lo es, por encima de las claudicaciones y los atropellos en que han caído algunos de sus militantes y ocasionales dirigentes.

En esas raíces y en esas razones están las grandes exigencias de la nación mexicana; las más antiguas y las más actuales. En cambio, en las raíces y en las razones de otros grupos históricos se hallan las grandes resistencias; también las más antiguas y las más actuales.

En esto no hay novedad, aunque ahora nos alternemos el gobierno, compartamos las tribunas y a veces confundamos los discursos. Puede ser válido.

Todos somos mexicanos; tenemos los mismos derechos y aspiramos a las mismas oportunidades. Por estas razones, estos esfuerzos por tener militantes y dirigentes capacitados, más informados, más comprometidos con su partido y con la sociedad, deviene en beneficio para todos.

2.- La diferencia entre el periodismo y la literatura es que el periodismo es ilegible y la literatura no se lee. Oscar Wilde

3.- La multitud obedece más a la necesidad que a la razón, y a los castigos más que al honor. Aristóteles

macosta68@colima.com

macosta68@hotmail.com

martes, enero 18, 2005

Debatir, Una Necesidad Imperante

En la parafernalia producida tras las declaraciones de la diputada Hilda Moreno y las expresiones que el presidente municipal de Colima, Leoncio Morán Sánchez, tuvo para con ella, vale la pena reflexionar acerca de la necesidad imperante que tenemos de enseñarnos a debatir.

En una democracia, el debate es un ejercicio necesario. Pero un debate de ideas, no de adjetivos. Un debate que le ayude a la sociedad a comprender mejor los distintos puntos de vista y posicionamientos de los actores políticos.

En la democracia son bienvenidas la expresión de ideas diferentes y hasta opuestas, porque se trata de construir entre todos una sociedad más crítica, más informada, más plural y más participativa. Y una forma de promover la participación es discutiendo públicamente los asuntos que competen a todos.

Desde mi punto de vista, a los colimenses nos hace falta debatir, pero hacerlo bien, en serio, porque el debate es uno de los mejores instrumentos que tenemos para construir democráticamente el México

que todos queremos. Así es, no hay duda.

En esencia, democracia es opinión. Sin ésta no hay aquélla. Y la opinión toma su fuerza, se tensa, se pone a prueba, en el debate que enciende a la sociedad.

En la confrontación de las ideas, a la luz del sol, con viveza, sin temor, hallamos el rumbo de la República.

Es el conducto para que circule la verdad, a la que tantos temen tanto. Es el método del entendimiento. Es el cauce de la inteligencia. Es el foro para que en él –y jamás en soledad– se resuelvan los graves problemas de la nación.

Debate es, por supuesto, un diálogo eficaz. En él se enfrentan y se concilian los intereses y las intenciones.

No es una sucesión de monólogos, que van cayendo, uno a uno, en el vacío primero y luego en el silencio. No es la expresión de un coro que acompaña –sólo acompaña– el tono mayor de alguna voz. Quienes cantan a coro, no debaten: secundan. Quien domina todas las voces, tampoco debate: resuelve.

En la democracia, de la que el debate es un instrumento formidable, la decisión se adopta tras el juego de las opiniones, no antes ni por encima, ni a su pesar.

Debemos respetar las voces que concurren al debate, oírlas, animarlas, atenderlas. Este género de controversias previene contra las otras formas de mostrar la discrepancia, tan resbaladizas: las que comienzan en el disenso y terminan en el conflicto; las que usan la amargura en vez de la esperanza; las que emplean la violencia en vez de la razón. Si no queremos esto, debemos admitir aquello.

Por eso debemos respetar y defender la diversidad de voces y de criterios, aun cuando no necesariamente coincidamos con algunos de ellos. El respeto a los demás es uno de los valores fundamentales de la convivencia democrática, pero también es válido y legítimo que en la confrontación de las ideas queden claras las intenciones de quienes las profesan.

Esta es una saludable convicción. Digo saludable, porque se halla en juego la salud de la República.

Convicción y voluntad de tolerancia, pues. No una tolerancia que desdeña al otro o lo padece, sino una que lo escucha y lo acepta.

Una tolerancia que honradamente camina con quien honradamente difiere, y no sin él ni en contra suya. Una tolerancia que no mira en el discrepante a un enemigo. Una tolerancia que advierte la inmensa riqueza moral de la pluralidad.

Una tolerancia dispuesta a defender, pero también a conceder. Una tolerancia que escribe la historia con las palabras de todos, no de uno solo. En suma, la antigua tolerancia valiente y luminosa en la que se hizo la fundación de la libertad. Mientras exista esta forma de tolerancia, habrá luz.

¿Cuánto se debe proponer, debatir, meditar, insistir, conceder? Deberíamos preguntarlo a la realidad.

Habría que escucharlo del pueblo, que está al pendiente de lo que pasa, que oye, mira y aguarda.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1.- El asunto se complica mucho más en Tecomán porque aquello parece un pueblo sin ley. El alcalde, al decir del regidor del ayuntamiento de Colima, Roberto Chapula, violentó la ley al violar un amparo concedido a un empresario que tiene un negocio en aquel municipio.

De confirmarse lo denunciado por Roberto Chapula, se agravaría la situación y se demostraría, por otra parte, que el presidente municipal arrasa parejo: la ley, cualquier a que ésta sea, no le interesa, y mucho menos cumplirla.

2.- “Una palabra hiere más profundamente que una espada.” Richard Burton

3.- “Pensar es como vivir dos veces.” Marco Tulio Cicerón

macosta68@colima.com

macosta68@hotmail.com

martes, enero 11, 2005

Tecomán, Las Malas Obras del Alcalde

PODRIA tratarse de una historia de terror. Una de esas malas, malísimas historias relatadas por un peor escritor. Sin embargo, no hay tal. Se trata, lisa y llanamente, de la cruda realidad: el asunto de la huelga de Tecomán, ha llegado a límites inimaginables. Si usted, amable lector, considera que lo afirmado es una exageración, considere que en la historia de Colima, jamás habíamos tenido actos de esta naturaleza en un conflicto laboral.

El asunto ha iniciado torcido desde el momento mismo en que la huelga misma fue provocada por el propio presidente municipal para tender una cortina de humo sobre el asunto del palenque que es el verdadero embrollo.

A más de dejar de pagar algunas de las prestaciones a los sindicalizados, polarizó de tal manera el asunto que lo convirtió en conflicto. Simplemente se negó a pagar todo aquello que no estuviera acordado y negociado directamente con él, ignorando lo que son convenios preexistentes a su toma de posesión como alcalde de Tecomán.

Pero al alcalde le importaron muy poco los hechos legales y llevó a cabo sus propósitos de construir la magna obra que todos los tecomenses exigían y se merecían, según sus propias palabras: el casino de la feria.

Mientras en las colonias hacen falta empedrados, banquetas, servicio de recolección de basura, casas de usos múltiples y otros servicios y obras para la comunidad, al presidente municipal y su cohorte les importaba más construir, con recursos públicos que no había, un casino que sólo se utilizará dos semanas al año.

En los medios de comunicación se dieron con todo los burócratas municipales, sus dirigentes, el presidente y algunos de sus colaboradores. Usaron una y otra vez el adjetivero y nos llenaron a los colimenses un día sí y el otro también, con sus mentiras y sus planteamientos de sofistas.

Ambas partes recurrieron a los medios de comunicación para exhibirse y hacer, según ellos, una amplia y rotunda explicación de cuál era su posición en el asunto.

Para muchos de quienes conozco, el asunto demostró mala fe de ambas partes. Sin embargo, más allá de ello, lo cierto es que el alcalde no ha mostrado en ningún momento que realmente desee terminar con este conflicto y muchos se asombras de ello. Pero lo cierto es que al alcalde no le interesa concluir la huelga. No tiene ningún interés en ello.

Porque mientras dure podrá seguirse gastando en lo que desee, sin ningún control de ninguna especie, el dinero público, que debería ser destinado al pago de los salarios y prestaciones de los trabajadores sindicalizados.

Por eso el alcalde y sus corifeos no desean que la huelga termine, porque se acabará el uso discrecional de recursos públicos que están llevando a cabo en ese ayuntamiento y están las propias palabras de los funcionarios y las cuentas públicas para probarlo.

Por lo demás, la quema del camión y los daños causados a un contenedor implican que existe un deseo de llegar hasta donde sea necesario para alcanzar los fines que se han propuesto.

Quien llevó a cabo esta acción, quemar el camión, y quienes planearon esta situación, saben ahora que la jugada se les revirtió, que el pueblo de Tecomán no se tragó el cuento de que fue “el aparato” o la gente del sindicato quienes realizaron este atentado contra los bienes patrimoniales del ayuntamiento, es decir, contra los bienes públicos de Tecomán.

Y es evidente que los menos interesados en realizar una acción de esta naturaleza serían los propios sindicalizados, pero el presidente y su cohorte creyeron que en Tecomán la gente les creería un cuento de este tamaño.

En fin, ya veremos cómo termina esta historia de terror tecomense.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1.- Sólo la violencia ayuda allí donde la violencia reina. Bertolt Brecht

2.- Hay que evitar un combate en lugar de vencer en él. Hay triunfos que empobrecen al vencido, pero no enriquecen al vencedor. Juan Zorrilla de San Martín

3.- Hay verdades tan evidentes que se injuria a la razón con pretender demostrarlo…”: Mariano Moreno

macosta68@colima.com

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