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martes, marzo 26, 2013

Urgencia de los Cambios




Debemos exigir a los políticos que hablen menos y escuchen más, porque esto es una fase indispensable de consulta que precede y fortalece la expresión social. Deben  escuchar con atención y responder en todo momento con veracidad, porque ya es tiempo de superar la subcultura del rumor, la desconfianza y la incredulidad. Debe hacerse una amplia convocatoria a actuar y pensar de manera abierta. Se debe fomentar una nueva cultura política en el ciudadano para convencerlo, con hechos, de la importancia que tienen sus acciones y sus decisiones políticas.
Seamos claros: luchar por la democracia no está exento de riesgos y conflictos. Pero debemos aprender a encarar la responsabilidad de vigilar que las decisiones gubernamentales se adopten por quienes estén orientados a escuchar, conciliar, negociar y coordinar las tareas del desarrollo nacional con vocación política, talento administrativo, y vocación. 
Vivimos en una democracia y ésta no se agota, sino que comienza en las elecciones. Los actos de gobierno deben ser responsabilidad permanente con el mandato expreso y concreto de los ciudadanos. Se debe  gobernar de cara al pueblo, con actitud convencida y de servicio y con plena conciencia de que el pueblo vigila, supervisa y evalúa de manera cotidiana los actos de los gobernantes.
El avance de la democracia obliga a un ejercicio colectivo de autocrítica en el gobierno, en las organizaciones sociales, en los partidos políticos, en la administración, en el trabajo, en la práctica profesional, en las organizaciones sociales. Una nueva cultura política de participación, de moderación, es un imperativo democrático. Todos tenemos una obligación para desterrar la ineficiencia, la irresponsabilidad, el incumplimiento, la irregularidad y la corrupción que nos daña a todos.
Hay un entusiasmo por desatar los cambios más importantes y profundos que un estado, una nación, asumen cuando están decididos a cumplir con los valores que profesa.
Nuestros valores demandan hoy un auténtico ejercicio de nuestra libertad política: nuevas y mejores formas de conciliación, consulta y negociación. Formas benéficas de encuentro entre los grupos, entre las regiones, los poderes, el ciudadano y el Estado.
En suma: del establecimiento y vigencia plena de una cultura de la ley, del respeto, de la tolerancia, de la autocrítica, del cambio con rumbo, con claridad histórica.
Este es un tiempo histórico. El clamor de todos es por más democracia. Nos toca hoy comprometernos para conducir el cambio y la transición democrática. Debemos evitar el exacerbamiento de los conflictos, la intolerancia y el uso de recursos no políticos.
Entre todos debemos conducir los cambios que interesen verdaderamente al pueblo. No se debe ceder  ante  presiones políticas de corto plazo, ni hacer cambios sin la adecuada preparación, sustento, reflexión y previsión de tiempos.
La urgencia la debe marcar nuestra convicción de apresurar el paso para resolver los problemas del Estado, pero sobre todo, la debe marcar el  pueblo, el pueblo de México. 
Tres Comentarios al Margen
1.- Al parecer se complican las cosas en la Delegación de la Secretaría de Desarrollo Social. La trabazón parece estar en el nombramiento de la responsable del Programa “Cruzada Contra el Hambre”. Según mi fuente, el delegado, Carlos Cruz Mendoza,  no ha querido darle posesión a la responsable de dicho programa, Profesora Macrina Linares Grimaldo, porque el propio  delegado tiene otra propuesta para dicho cargo. No hay solución a la vista, hasta que en oficinas centrales se tome la decisión al respecto. 
2.- La conquista del diálogo no es el acuerdo, sino el reconocimiento. Cada uno reconoce el derecho del otro a hablar. El diálogo exige atención, no acuerdo. De la conversación no nace necesariamente el entendimiento. El acuerdo es apenas una posibilidad del diálogo. Los dialogantes pueden salir del encuentro con las mismas ideas con las que llegaron. El prejuicio puede, incluso, reforzarse tras el cruce de las recriminaciones. Por eso hay que tener claro que el diálogo no es la mágica solución. Pero el intercambio de palabras—sobre todo cuando éstas resuenan en público—sí es capaz de transformar de forma importante el espacio político.  Democracia es una conversación que no admite argumentos de autoridad. Si es un régimen en donde todo puede ser cuestionado, es el mundo que no acepta invocaciones de superioridad moral, representaciones de lo ultraterreno, mensajes de los muertos. El debate democrático necesita razones, opiniones, argumentos, objeciones, críticas, propuestas. Del hermetismo de la autoridad no brotará nada de eso. Jesús Silva Hérzog Márquez
3.- El sentido común es el lugar geométrico de nuestros prejuicios, donde el pensamiento se reduce a su inercia; es el salario mínimo de la inteligencia. Y lo que nos parece obvio a veces lo es sólo porque nos falta información. Las victorias más prestigiosas de la física no han sido hechas con el sentido común sino contra él, no obstante la evidencia. La historia de la ciencia da voz al tumulto. No es una simple lectura del mundo. Contemplar no es comprender, mirar no es ver, ver no es saber. Además, no todo se deja ver. Lejos de exhibirse en la luz de la evidencia, el universo oculta sus leyes.
La realidad es capaz de no ser más que una ilusión y la evidencia no es garantía de verdad. Lo que nos parece hoy racional, ha tenido que imponerse, nunca fue inmediatamente reconocido como tal. La racionalidad es una construcción y puede construirse sobre irracionalidades que ella misma ha engendrado. La ciencia es, con frecuencia, contraria al sentido común. Ikram Antaki
Twitter: @macosta68



jueves, marzo 21, 2013

Globalización, y Democracia Participativa.




Como país, nos encontramos caminando en los nuevos espacios creados por la sociedad globalizada. Los desplazamientos de poblaciones, las identidades en transformación, la desintegración de tradiciones y los nuevos paradigmas políticos, económicos y financieros, han venido creando geografías inéditas que a su vez han convertido a nuestros modelos de representaciones y explicaciones de la realidad en arquetipos anacrónicos, problemáticos y hasta cuestionables .
Estos procesos de cambio social, que se manifiestan irreversibles hoy en día, surgen como una amenaza para todas aquellas sociedades locales que se muestren  incapaces de modernizar sus instituciones sociales, políticas y de gobierno, de tal suerte que eso les impida adaptarse mejor a la nueva realidad internacional.
No obstante que la historia política de México puede permitirle al discurso oficial consignar la tradición democrática que se remonta hasta las postrimerías del siglo XIX y que se consolida treinta años después en el siguiente siglo, la realidad es que en los hechos, si de algo han carecido los ulteriores gobiernos mexicanos, ha sido su escasa representación social y nula legitimidad política.
A la dependencia económica del país, habría que agregarle un desarrollo democrático inacabado, con partidos políticos esclerotizados, con organizaciones civiles las más de las veces corporativizadas, movimientos sociales sin representación social, por paradójico que esto parezca y en una indiferencia ciudadana por la política la democracia y del quehacer de sus autoridades, lo cual ha derivado en un incremento paulatino de pobreza y marginación de amplios sectores de la sociedad mexicana, que no tienen espacio para influir en las decisiones que directamente les atañen.
Los retos que plantea la globalización no sólo demandan la adaptación de nuestro país a las nuevas configuraciones de los mercados económicos y financieros, ni a conseguir los niveles de desarrollo tecnológico y de información que demanda ese proceso, pues ambas circunstancias se dan como un hecho impostergable; sin embargo, nuestro país corre el riesgo de ahondar la distancia que lo separa de las naciones desarrolladas y puede poner en peligro su propia soberanía en la medida que sus gobiernos carezcan de representatividad y legitimidad, particularmente de ésta.
La realidad internacional que hoy enfrenta México, le exige a sus instituciones desarrollar otras formas y nuevos mecanismos para que la democracia sea un proceso eficaz y, sobre todo, efectivo. El desarrollo democrático en nuestro país es una necesidad social y política imprescindible, no sólo como forma de gobierno sino como una forma de vida que defina a nuestra sociedad, a nuestras instituciones y a las propias relaciones sociales entre sus ciudadanos.
En México deseamos tener una sociedad más democrática, más justa, más fortalecida y decidida a participar en las decisiones trascendentes. La complejidad social y el pluralismo político deben tomar residencia definitiva en nuestra nación.
La democracia es un proceso dinámico, un acto de voluntad y perseverancia. Por eso, nuestras instituciones democráticas  deben ser recreadas a diario por ciudadanos, partidos políticos, grupos y sectores sociales.
La práctica política crea las instituciones y la práctica política puede transformarlas. Se requieren acuerdos con los actores políticos para lograr un nuevo marco jurídico que propicie la participación y la organización social, actitudes y conductas que permitirían fortalecer el ejercicio democrático de la autoridad y marcarían una nueva relación entre el Estado y la sociedad.
Debe trabajarse tenazmente para fortalecer y perfeccionar el Estado de Derecho y promover un proceso de renovación que afirme al estado en su soberanía, le de viabilidad económica, responda a las propias transformaciones sociales, cree condiciones que favorezcan una mayor justicia, amplíe el ámbito de libertades y abra nuevos cauces a la democracia. Tal renovación constituiría un innegable avance en nuestra vida democrática.
Esta ampliación de la democracia nos exige reconocer la nueva pluralidad social, expresada en ánimo de mayor y mejor participación, organización y representación.
Además de las formas políticas de participación, debe propiciarse el surgimiento de agrupaciones sociales cuyo objetivo no sólo sea la política, sino también la mejora de la vida cotidiana de la comunidad y  que los ciudadanos demanden, legítimamente, oportunidades y condiciones de participación, interlocución y decisión sobre los asuntos públicos.
La democracia participativa muestra ya su enorme eficacia en la promoción de una mejor vida al interior de la comunidad. Por supuesto, esto no ocurre en todos los lugares ni en todo momento. Por ello, nuestra obligación es fortalecerla, apoyar su organización e incorporación a la vida institucional.
Frente a estas nueva realidad, los partidos políticos tienen una gran responsabilidad, pero también los tres niveles de gobierno deben aceptar que, a la enorme, excepcional libertad de expresión existente, debemos agregarle en los hechos la también excepcional libertad de acción de los ciudadanos.
De esta manera, el plebiscito, la iniciativa popular y el referéndum  deben ser mecanismos de concertación para fortalecer la representación democrática de la sociedad. Ello requiere definir y establecer áreas, materias e instrumentos para evitar que cada asunto se convierta en una cuestión límite, o en disputa de principios que en nada favorece la marcha de la democracia y paraliza la acción de gobierno.
Al demandar mayores espacios de participación, la sociedad civil debe reconocer la responsabilidad que ello implica y la necesidad de fortalecer sus dirigencias y representantes, organismos y agrupaciones para que el Estado encuentre interlocutores válidos, capaces de representar realmente los intereses de los ciudadanos y que tengan eficaz comunicación con ellos.
Ciertamente, vivimos una etapa distinta.
México ha cambiado. También los mexicanos. Todo está a discusión. Por eso, debemos revisar lo que hemos hecho y también lo que hemos dejado de hacer. Esa es nuestra tarea.
Tres Comentarios al Margen
1.- No temas ser extravagante en tus ideas, todas las ideas ahora aceptadas fueron en su día extravagantes. Bertrand Russell
2.- Toda verdad es simple: ¿No será esto una doble mentira? Friedrich Nietzsche
3.- Cuanto más conservadoras son las ideas, más revolucionarios los discursos. Oscar Wilde
Twitter: @macosta68



martes, marzo 19, 2013

Decepción por la democracia



Uno de los temas recurrentes en este inicio de siglo lo constituye el problema sobre la pertinencia de la democracia, tanto en las sociedades más desarrolladas y que atesoran una larga tradición de gobierno democrático, como en aquellas que se encuentran en vías de desarrollo, de manera particular en las se encuentran experimentando procesos de transición hacia la democracia.
En todos los casos se extiende la sensación de que el sistema democrático, tal y como hoy le concebimos, no es capaz de satisfacer las necesidades y demandas de una sociedad cada vez más complejas.
Las instituciones políticas se muestran incapaces de solucionar los problemas colectivos y de responder eficazmente a sus ciudadanos, quienes cada vez perciben un abismo más profundo entre ellos y sus gobernantes.
Los canales convencionales de participación dan muestra de las limitaciones para transmitir las demandas y los intereses reales de los ciudadanos y de los diferentes grupos sociales a los que pertenecen.
Las democracias contemporáneas estarían perdiendo el impulso cívico necesario para ser un sistema político dinámico, que pueda hacer frente a los continuos cambios socioeconómicos de las sociedades avanzadas mediante la participación de los ciudadanos en la esfera pública.
Las democracias corren el riesgo de convertirse en un conjunto de mecanismos y reglas formales de toma de decisiones que sólo logran atraer la atención de los ciudadanos mediante la repetición de rituales participativos desprovistos de interés y eficacia.
Uno de los signos más evidentes de esta situación es la distancia cada vez mayor que separa a los ciudadanos de las instituciones políticas democráticas y de los responsables de las mismas.
No es sólo que la actividad política institucional no interese o interese poco, sino que se considera algo muy alejado de los intereses, las necesidades o los problemas de los ciudadanos.
No se trata simplemente de una reacción de insatisfacción ante los resultados concretos de unas determinadas políticas gubernamentales, ni tampoco de que se dude de la ‘bondad’ de la democracia frente a otras formulas políticas. Es una actitud más general y difícil de definir que ha encontrado su mejor expresión en el término desafección política.
Durante la década de los 80 asistimos a un proceso de normalización de algunos de aquellos fenómenos que años antes habían surgido de manera disruptiva en la escena política. La creciente presencia de la acción colectiva en forma de protesta social o de movimientos sociales, junto al aumento del repertorio participativo de los ciudadanos, hizo que los límites institucionales de la vida democrática se ampliarán progresivamente, en una tendencia que se ha ido profundizando en años posteriores.
Sin embargo, en la última década del siglo XX hemos asistido a una nueva reaparición del discurso de la crisis y, además, con una singular intensidad.
Son muchos los fenómenos que vendrían a apoyar este diagnóstico. Los problemas de identidad y afiliación que experimentan la gran mayoría de los partidos políticos clásicos, la brusca transformación de los sistemas de partidos e incluso del sistema institucional en países como Italia, la aparición masiva de escándalos de corrupción, el resurgimiento del populismo neofascista en algunas democracias que se creían sólidamente asentadas, etcétera.
Pero es importante darse cuenta de la nueva orientación que parece haber adoptado este discurso crítico. Frente a los presagios catastrofistas que se hacían en los años 60 o 70, ahora predomina el escepticismo. Este nuevo sesgo se podría explicar, en parte, precisamente por el fracaso de muchas de las predicciones que se hicieron en esos momentos.
El sistema político democrático ha demostrado tener una mayor capacidad de la prevista para adaptarse a los cambios estructurales que se han producido en las sociedades industriales avanzadas.
A principios de este nuevo siglo, el escenario donde nos movemos en las sociedades occidentales es ciertamente complejo y básicamente ambivalente. Junto a la apatía y desinterés que tamiza todas las relaciones que los ciudadanos mantienen con el sistema político y el deterioro del clima de confianza, no puede tampoco desconocerse la existencia de una tendencia de dinamismo participativo que está transformando el orden institucional de las democracias.
El resultado es la dificultad de establecer tendencias claras de evolución para un futuro próximo. Las evidencias empíricas en bastantes ocasiones son contradictorias entre sí y, en consecuencia, las explicaciones que se ofrecen son también múltiples y, a veces, difíciles de conciliar.
La sociedad moderna manifiesta profusos signos que revelan la ausencia de valores comunes y progresivamente ha dejado de ser un espacio de integración y de identidad colectiva. El concepto de nación se ha ido diluyendo paulatinamente y está siendo sustituido por un fuerte sentido de pertenencia a una comunidad (étnica, religiosa, cultural) a la vez que se exalta el predominio de una moral personal que abandona cualquier modelo de referencia y se enriquece con un “torbellino de acontecimientos e informaciones”.
Según el sociólogo alemán Ulrich Beck, estamos entrando a una segunda modernidad  y hacia ella se dirigen los hijos de la libertad. Individuos que huyen de las organizaciones incapaces de manejar la creciente diversidad, ciudadanos para quienes las instituciones universales heredadas de la tradición y que han sido el fundamento de nuestra convivencia (el matrimonio, la paternidad, la familia, la nación), “han perdido su fuerza persuasiva y practicabilidad”.
Las prioridades de esta generación emergente excluyen lo material y su demanda es un criterio subjetivo: una mejor calidad de vida.
Tres Comentarios al Margen
1.- Facundo Cabral decía al inicio de una de sus canciones, Milonga triste, que un estúpido dice estupideces y un gerente, gerenteces. Igual algunos diputados que, orondos, hablan de nueva distritación, cargas ciudadanas candidaturas independientes o ciudadanas y demás monsergas.  Son meras diputadeces.
2.- Fernando Brizuela Gudiño renunció a continuar en su cargo en la Secretaría de Desarrollo Urbano. Un bue funcionario deja el gobierno estatal de Colima. Lamentable.
3.- No envidies la felicidad de los que viven en un paraíso de tontos, porque sólo un tonto pensaría que eso es la felicidad. Bertrand Russell
Twitter: @macosta68




jueves, marzo 14, 2013

Invenciones para perdurar




Citando fielmente a Perogrullo,  podemos decir que la sociedad evoluciona con el curso inexorable del tiempo. Dicho proceso está cimentado en la acción perpetua del hombre, con sus errores y sus aciertos, cuando avanza y también cuando retrocede.
Asimismo, son los testimonios que recogemos del pasado y los sucesos capitales que vivimos en nuestra realidad contemporánea los que enriquecen la memoria colectiva. Los individuos y sus obras nutren esa memoria, ésta lo hace con la cultura y la cultura, a su vez, favorece los hallazgos técnicos que impulsan  etapas superiores de progreso.
Pero dicha evolución no se funda tan sólo en la técnica. Por el contrario, la sociedad forja mitos, quimeras, fantasías, utopías y misterios. Con esas ideas elabora construcciones simbólicas que se vuelven el espejo donde se reflejan los temores, los proyectos, los sueños, las solidaridades, los desencuentros y las esperanzas de la comunidad. En éstas se hallan las respuestas para el presente y también los enigmas que deben resolverse en el futuro. Con ese objeto es necesario plantear preguntas, indagar, analizar y encontrar  respuestas, aunque a veces sólo encontramos un silencio ominoso.
La sociedad ha creado instituciones que le permiten conducirse por caminos definidos, con rutas inconfundibles que zanjan cualquier obstáculo y la sitúan en frente a su propio destino. Las instituciones crean reglas y normas, que al ser admitidas por todos, regulan la convivencia colectiva. Son el espacio donde se funda la normalidad social; es decir, el estatus dominante.
Por su parte, el individuo como tal enfrenta sus propias contradicciones: aflora de la barbarie y se agota en la civilización; marcha decidido a la guerra y se revela confuso en la paz; sujeto de la acción muere luchando creyendo que perdurará con sus ideas; se manifiesta tolerante con los otros mientras practica actos de resistencia ideológica y cultural; encumbra líderes y luego actúa para derrocarlos; es el mismo hombre que se plantea objetivos y los resuelve con certidumbre, aunque perentoriamente ignore cuál es el fin y el sentido de su existencia. 
Con todo, no cabe duda que el objetivo del hombre, al compartir una vida en común con otros, se está diluyendo. Nuestros días se definen por el egoísmo, es la impostura del yo que provoca para colocarse por encima del nosotros. La solidaridad está siendo sustituida por la ambición individual. Como señala Jacques Attali: “No estamos en una época de larga duración, de proyectos indefinidamente pensados, sino de lo inesperado, de lo flamante, de lo reversible, de lo inmediato, de lo precario, del individualismo egoísta, cuando no del cinismo autista”.[i]
No sorprende saber que el individuo ambicioso de poder tiene en el campo de la acción política el terreno fértil para solventar sus certezas. Disfrazadas las ambiciones personales con propuestas que sugieren la búsqueda del beneficio colectivo, sabe de la incongruencia que caracterizará sus acciones, de la absurda discrepancia entre su retórica y la conducta que lo motiva a actuar. La política, de esta manera, se percibe como el reino de la simulación y el engaño, más que el campo de la conciliación o de la inteligencia que indaga para ofrecer soluciones. 
No es en vano que la literatura especializada sostenga que quienes adquieren poder  y apuntalan con él su dominio, se imponen a sus semejantes con la persuasión pero sobre todo con la fuerza. La primera es con un ofrecimiento: que el futuro, a partir del presente, irremediablemente será glorioso para todos. Esa es la promesa. Quien detenta el poder asume que su presente es resultado de un pasado honroso que lo enriquece legitimándolo. A la vez supone que actuando sobre esa realidad vulnerará la utopía con el porvenir esplendoroso que reitera la promesa entregada a los otros. No hay motivo para la mortificación ni para reflexionar en las contrariedades que pudiera afrontar.
El poder tiene la capacidad para convencer con el peso de su palabra. Pero si ésta no fuera suficiente, existe el recurso que disuade con mayor eficacia: el uso de la fuerza. Con ella se levantan fronteras que, en primera instancia, alertan a los inconformes que ansían quebrantarlas. La aplicación  de la violencia contra las voluntades que cuestionan la eficacia del que manda, perturbando su estabilidad, es una medida que por convincente resulta ejemplar. Porque en la sociedad integrada, los pesimistas y los inconformes no tienen cabida.
En este contexto, ¿quién podrá ser el apocalíptico que se atreva a tocar las trompetas que anuncien el improbable final de los tiempos? Conociendo de antemano la promesa ¿quiénes son los insumisos que osarán con sus  desvaríos modificar su propio presente? y ¿quién tratará de enfrentarse a las instituciones, devastando la normalidad social a través de la trasgresión de las reglas y del formalismo vigente?
Tres Comentarios al Margen
1.- Sólo pregunto: ¿para qué solicita la señora Presidente municipal de Cuauhtémoc, la perredista Indira Vizcaíno, la reforma a la Ley estatal del Registro Civil si ella ya determinó que seguirá legalizando uniones de personas del mismo sexo Cuauhtémoc, Colima?
2.- Uno de los organizadores del bloqueo a la autopista de Manzanillo-Colima, a la altura del crucero de Tecomán, Guadalupe García Negrete, asegura que:  Jamás fue esta manifestación con el ánimo de hacer un embotellamiento, platica el productor de limón, "esto fue con el ánimo de irnos caminando, de hacer una marcha hasta la ciudad de Colima, hasta la Casa de Gobierno. Sabíamos que no íbamos ni alcanzar a llegar porque el gobernador nos iba a encontrar en el camino, pero no fue así.
Según García Negrete, caminaron  un kilómetro desde El Limonero y la patrulla de la PFP se les atravesó y hasta ahí llegaron, pero nunca ninguna autoridad llegó a pedirles  que se quitaran, y por eso estuvieron allí, porque, según García Negrete, ellos no saben de leyes, no sabían impedir el libre tránsito en esa vía es un delito y que hacerlo por casi ocho horas causaba perjuicios a terceros, perjuicios que alguien debe pagar, por supuesto.  
Según Guadalupe García Negrete, los productores de limón se reunieron para celebrar el éxito de la gestión que realizaron junto con el mandatario estatal. Según el dirigente limonero, cuando estuvieron los productores y el gobernador con el titular de la  SAGARPA, Mario Anguiano Moreno, gobernador del estado, se comprometió a encabezar la marcha pues así se lo dijo a dijo a Enrique Martínez y Martínez, el secretario de Agricultura, que él iba a abanderar esa marcha en caso de que no llegaran los recursos.
Pero si los recursos ya estaban, ¿para qué el bloqueo?
3.- Si desea perder su fe, haga amistad con un sacerdote. George Gurdjieff
Twitter: @macosta68