Como país, nos encontramos
caminando en los nuevos espacios creados por la sociedad globalizada. Los
desplazamientos de poblaciones, las identidades en transformación, la
desintegración de tradiciones y los nuevos paradigmas políticos, económicos y
financieros, han venido creando geografías inéditas que a su vez han convertido
a nuestros modelos de representaciones y explicaciones de la realidad en
arquetipos anacrónicos, problemáticos y hasta cuestionables .
Estos procesos de cambio
social, que se manifiestan irreversibles hoy en día, surgen como una amenaza
para todas aquellas sociedades locales que se muestren incapaces de modernizar sus instituciones
sociales, políticas y de gobierno, de tal suerte que eso les impida adaptarse
mejor a la nueva realidad internacional.
No obstante que la historia
política de México puede permitirle al discurso oficial consignar la tradición
democrática que se remonta hasta las postrimerías del siglo XIX y que se
consolida treinta años después en el siguiente siglo, la realidad es que en los
hechos, si de algo han carecido los ulteriores gobiernos mexicanos, ha sido su
escasa representación social y nula legitimidad política.
A la dependencia económica del
país, habría que agregarle un desarrollo democrático inacabado, con partidos
políticos esclerotizados, con organizaciones civiles las más de las veces corporativizadas,
movimientos sociales sin representación social, por paradójico que esto parezca
y en una indiferencia ciudadana por la política la democracia y del quehacer de
sus autoridades, lo cual ha derivado en un incremento paulatino de pobreza y
marginación de amplios sectores de la sociedad mexicana, que no tienen espacio
para influir en las decisiones que directamente les atañen.
Los retos que plantea la
globalización no sólo demandan la adaptación de nuestro país a las nuevas
configuraciones de los mercados económicos y financieros, ni a conseguir los
niveles de desarrollo tecnológico y de información que demanda ese proceso,
pues ambas circunstancias se dan como un hecho impostergable; sin embargo,
nuestro país corre el riesgo de ahondar la distancia que lo separa de las
naciones desarrolladas y puede poner en peligro su propia soberanía en la
medida que sus gobiernos carezcan de representatividad y legitimidad,
particularmente de ésta.
La realidad internacional que
hoy enfrenta México, le exige a sus instituciones desarrollar otras formas y
nuevos mecanismos para que la democracia sea un proceso eficaz y, sobre todo,
efectivo. El desarrollo democrático en nuestro país es una necesidad social y
política imprescindible, no sólo como forma de gobierno sino como una forma de
vida que defina a nuestra sociedad, a nuestras instituciones y a las propias
relaciones sociales entre sus ciudadanos.
En México deseamos tener una
sociedad más democrática, más justa, más fortalecida y decidida a participar en
las decisiones trascendentes. La complejidad social y el pluralismo político
deben tomar residencia definitiva en nuestra nación.
La democracia es un proceso
dinámico, un acto de voluntad y perseverancia. Por eso, nuestras instituciones
democráticas deben ser recreadas a
diario por ciudadanos, partidos políticos, grupos y sectores sociales.
La práctica política crea las
instituciones y la práctica política puede transformarlas. Se requieren
acuerdos con los actores políticos para lograr un nuevo marco jurídico que
propicie la participación y la organización social, actitudes y conductas que
permitirían fortalecer el ejercicio democrático de la autoridad y marcarían una
nueva relación entre el Estado y la sociedad.
Debe trabajarse tenazmente
para fortalecer y perfeccionar el Estado de Derecho y promover un proceso de
renovación que afirme al estado en su soberanía, le de viabilidad económica,
responda a las propias transformaciones sociales, cree condiciones que
favorezcan una mayor justicia, amplíe el ámbito de libertades y abra nuevos
cauces a la democracia. Tal renovación constituiría un innegable avance en
nuestra vida democrática.
Esta ampliación de la
democracia nos exige reconocer la nueva pluralidad social, expresada en ánimo
de mayor y mejor participación, organización y representación.
Además de las formas políticas
de participación, debe propiciarse el surgimiento de agrupaciones sociales cuyo
objetivo no sólo sea la política, sino también la mejora de la vida cotidiana
de la comunidad y que los ciudadanos
demanden, legítimamente, oportunidades y condiciones de participación,
interlocución y decisión sobre los asuntos públicos.
La democracia participativa
muestra ya su enorme eficacia en la promoción de una mejor vida al interior de
la comunidad. Por supuesto, esto no ocurre en todos los lugares ni en todo
momento. Por ello, nuestra obligación es fortalecerla, apoyar su organización e
incorporación a la vida institucional.
Frente a estas nueva realidad,
los partidos políticos tienen una gran responsabilidad, pero también los tres
niveles de gobierno deben aceptar que, a la enorme, excepcional libertad de
expresión existente, debemos agregarle en los hechos la también excepcional
libertad de acción de los ciudadanos.
De esta manera, el plebiscito,
la iniciativa popular y el referéndum
deben ser mecanismos de concertación para fortalecer la representación
democrática de la sociedad. Ello requiere definir y establecer áreas, materias
e instrumentos para evitar que cada asunto se convierta en una cuestión límite,
o en disputa de principios que en nada favorece la marcha de la democracia y
paraliza la acción de gobierno.
Al demandar mayores espacios
de participación, la sociedad civil debe reconocer la responsabilidad que ello
implica y la necesidad de fortalecer sus dirigencias y representantes,
organismos y agrupaciones para que el Estado encuentre interlocutores válidos,
capaces de representar realmente los intereses de los ciudadanos y que tengan
eficaz comunicación con ellos.
Ciertamente, vivimos una etapa
distinta.
México ha cambiado. También
los mexicanos. Todo está a discusión. Por eso, debemos revisar lo que hemos
hecho y también lo que hemos dejado de hacer. Esa es nuestra tarea.
Tres Comentarios al Margen
1.- No temas ser extravagante
en tus ideas, todas las ideas ahora aceptadas fueron en su día extravagantes. Bertrand
Russell
2.- Toda verdad es simple: ¿No será esto una doble mentira?
Friedrich Nietzsche
3.- Cuanto más conservadoras son las ideas, más
revolucionarios los discursos. Oscar Wilde
Twitter: @macosta68
1 comentario:
Como acostumbras,presentar excelentes planteamientos en tus columnas.que nos hace reafirmar o modificar nuestra manera de pensar, y por qué no aceptar aprender quienes ni siquiera idea tiene de la problemática en que se vive. En lo personal considero importante despertar la importancia de expresarnos el mayor número de los miembros de la sociedad para lograr que realmente atiendan nuestras demandas,tus comentarios al margen consolida la idea de manera espectacular con los pensamientos de destacados personajes, saludos Miguel Acosta Vargas. Hasta el martes.
Publicar un comentario