Editorial
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Debemos "repensar" a México. Repensar significa pensar de nuevo. Debemos hacerlo, porque México impone su nueva presencia y exige soluciones reales: ni dogmas, ni espejismos, ni ambiciones.
Hoy nos debe interesar, hoy nos debe animar, el redescubrimiento de la nación y el inicio de un nuevo viaje que entusiasme al pueblo.
Por eso: repensemos a México. Luego, actuemos.
No digo que creemos un país inexistente o encomendemos a la imaginación la tarea de inventar a la nación.
Hablemos sin demagogia, porque ésta causa ruina y discordia. Pero no prescindamos de necesarias decisiones circunstanciales y de acuerdos sobre la marcha, que sirvan para impulsar o asegurar la travesía. La reflexión no debe simular la realidad, ni sustituir el rigor por el ensueño, la cordura por la excitación.
Sólo es preciso encontrar la realidad y construir a partir de ella. Y en esta nueva nación, tendrán cabida la esperanza, la razón y la imaginación.
Sabemos mucho de lo sucedido y suponemos algo de lo que ocurrirá, o bien, de lo que podría acontecer. Hoy, la política vacila, la economía sucumbe, la soberanía tropieza, la moral se inquieta.
Nos preguntamos: ¿hemos acertado? Este camino, ¿es el camino?
Asistimos al nacimiento de otro México. Hace algunos meses o algunos años hablábamos de un México moderno. ¿Podemos hacerlo todavía, sin tropezar con la piedra de la miseria, la ignorancia, la injusticia y la exasperación, que invalidan aquella calificación?
El alumbramiento cuesta dolor. En el proceso hay extrañeza, incertidumbre y confusión.
Queremos descifrar el porvenir. Esto es vital, pero tiene más importancia conocer y resolver cuál será el rumbo de la nación.
Primero, repensemos a México. Si no actuamos rápido, alguien lo hará por nosotros.
En nuestros pensamientos y sufrimientos figura la demolición de los dogmas. Sin embargo, esta demolición amenaza con ser un simple relevo; los dogmas de ayer, por los de hoy. El dogma del Estado interventor, por el de la mano invisible.
Hoy, la nación ya no quiere dogmas, ni los admite en las manos de gobernantes, que con ellos quisieran fijar el rumbo del país, a partir de su visión particular y no de la voluntad popular.
Reitero: Debemos repensar a México. Luego, actuar.
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