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sábado, septiembre 16, 2000

Francisco Yáñez Centeno, ¿De Veras, Paco?

Los priístas tiene una pésima costumbre: tienden a soltar rollos en cuanta oportunidad tiene, así sea mínima. Si murió algún político, sueltan el rollo; si hubo cambios en la dirigencia de su partido, tiran el rollo; si hay nuevos gobernantes o si algún candidato de su partido perdió o, rara avis, ganó alguna elección constitucional, sueltan el rollo.

De igual forma, los priístas suelen acercarse a los medios de comunicación con el ánimo de soltar de su ronco pecho sus ideas acerca de cómo debe manejarse el partido o a justificar ésta o aquélla decisión tomada por el ejecutivo o la dirigencia priísta. Hay, ciertamente, notabilísimas excepciones y cuento entre ellas a personas del tamaño de Sergio García Ramírez, Fernando Gutiérrez Barrios y César Augusto Santiago, quienes desde sus tribunas hacen críticas a su partido y proponen nuevas formas de organización, mayores cauces de participación y más fortaleza con la libre y abierta discusión de los asuntos torales del partido.

Aquí en Colima también hemos tenido esta clase de priístas, quienes han incursionado en los medios para expresar puntos de vista en torno de su partido, de los problemas locales y nacionales y de la coyunturas existentes en función de los procesos electorales.

En los últimos meses, Francisco José Yáñez Centeno y Cabrera, Secretario de Operación Política del Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI, se ha convertido en un columnista y a través de sus hebdomadarias publicaciones ha mostrado su punto de vista acerca de asuntos variados, pero el publicado ayer me lleva a hacer algunas consideraciones al respecto.

En primer término, es mucha la pretensión de Yáñez Centeno y Cabrera al hablar acerca de las nuevas reglas vigentes para elegir dirigentes partidistas y candidatos a cargos de elección popular.

Durante muchos años ha habido elección de dirigentes y candidatos, pero han sido una burla, con notables excepciones, como ocurrió aquí en 1991. Por regla general, utilizan el procedimiento de convenciones y de esa manera aseguran cumplir con los estatutos, pero en realidad se burlan de todo y de todos. Las dichosas convenciones son usadas para legalizar las decisiones tomadas en lo oscuro, es decir, para legitimar la nominación hecha por el presidente de la república o el gobernador en turno.

En pocas palabras, el problema nunca ha sido la falta de transparencia, claridad o precisión de las reglas estatuidas para esos procesos, porque los priístas han tenido la desvergüenza de pasárselos por el arco del triunfo. Ello devino en las deserciones originarias de muchos de los actuales enemigos mortales del PRI.

En segundo lugar, los problemas del PRI surgen de la falta de concordancia entre las palabras, los discursos y las promesas, con sus hechos y hasta hacen gala de un cinismo ramplón, al decir: “...en prometer no hay problema; cumplir empobrece...”. ¿Cuántas promesas hemos escuchado usted y yo? ¿Cuántas se han cumplido? ¿Recuerda Usted a Zedillo y su “...él sí sabe cómo hacerlo?, aunque en este caso, a fuer de ser sinceros, debemos admitir un hecho indiscutible: Zedillo supo cómo hacerlo y nos dejó en la ruina, a usted, a mí, a nuestros vecinos, a todos los mexicanos.

Ahora bien, en lo personal no creo a los priístas capaces de hacer cumplir, de verdad, sus propias reglas, es decir, no los considero capaces de abrir el proceso y permitir a sus militantes, a sus miembros, opinar libre y abiertamente acerca de quiénes deben ser sus candidatos para regidores, presidentes municipales, diputados locales y federales, senadores y, desde luego, presidente de la república.

Mis razones para hacer tales afirmaciones se basan en los hechos de los propios priístas: tratan ahora de echar abajo los acuerdos alcanzados respecto de los requisitos necesarios para ser aspirante a senador, gobernador o presidente de la república, los famosos”candados”.

No dudo ni siquiera un ápice de la buena voluntad, credibilidad y congruencia del secretario de Operación Política del CDE del PRI, Francisco José Yáñez Centeno y Cabrera. Dudo, sí, de hasta dónde su jefe y el jefe de su jefe y el jefe del jefe de su jefe, en el partido, están dispuestos a llegar al navegar casi a ciegas en el proceloso mar de la democratización interna.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1.- El alcalde Carlos Vázquez Oldenbourg ha emprendido una guerra contra los habitantes de Tepames. No sé por qué lo hace, aunque hay quienes apuestan a las dos derrotas propinadas por los habitantes de esta población al expriísta. Al haber perdido la junta municipal con el candidato impulsado desde la alcaldía, Vázquez Oldenbourg desestimó la voluntad popular e impuso la suya. No contento con ello, envió allá la dirección de desarrollo rural o algo así y desde esa dependencia inició una guerra abierta contra las autoridades elegidas por los propios tepamenses.

Pero el asunto ya se agravó. Por órdenes suyas, es el alcalde, fueron retirados cuatro elementos de apoyo a la junta municipal y canceló la recolección de basura.

Esta es la queja dada por habitantes de esa población. Algo está mal. Ahora, los ayuntamientos tienen recursos mayores a los tenidos en años anteriores y CVO se lanza a hacer ahorros en la prestación de los servicios públicos.

Si tanto quiere ahorrar, dijeron los quejosos, bastaría dejar de recoger basura los otros tres días y se ahorrarían otros cuatro millones de pesos y, de paso, nos ahorraríamos al director de servicios públicos y chance y hasta con el alcalde le sigamos y allí serían como otros cuatro mllones de pesos en ahorros.

¿No cree usted, amable lector?

2.- El Tribunal de lo Contencioso Administrativo volvió a dar palo a la Señora Presidenta de Manzanillo, Martha Sosa Govea, con el asunto del relleno en los terrenos de Jalipa. Aunque, a decir verdad, la alcaldesa no ha respetado jamás las decisiones del Tribunal y están los hechos para comprobarlo: el asunto de El Colomo y la elección de los integrantes de la junta municipal.

La doña está peleada con los ciudadanos de El Colomo y ahora lo hace con los de Jalipa y Punta de Agua.

¿Quién sigue, Señora Presidenta?

3.- “(...) Por qué temen tanto a la palabra abierta? Bertolt Brecht

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