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sábado, septiembre 16, 2000

El Periodismo, Responsabilidad Cotidiana

Ayer me reuní con un par de amigos. Entre los asuntos tratados estuvo el del ejercicio periodístico en general y en Colima en particular. Hablamos de las características especiales, de la responsabilidad, del profesionalismo y de las limitaciones existentes en nuestro medio para quienes nos dedicamos a esta actividad. En otras tres ocasiones he tratado el tema, aunque han sido desde el punto de vista del periodismo frente al estado y los grupos de poder y de la diferencia entre un reportero y un articulista o columnista de un diario. A golpe de memoria, trataré de resumir las partes más importantes de nuestra conversación. Va de recuerdo.

Está por demás señalar que ser periodista implica una gran responsabilidad social que debe ser cumplida a cabalidad por quienes ejercemos esta compleja actividad. El manejo de la información y la velocidad con que se transmite moldean la sociedad moderna y el propio estilo de escribir. Ya no existen lugares lejanos, ni de difícil acceso para las noticias, de allí que el comunicador debe tener un valor a toda prueba para investigar los sucesos importantes sin interesar quien está involucrado o qué tan profundas puedan ser las repercusiones.

Ocultar la verdad, nos convierte en un pueblo de simuladores. Difundir noticias sin sustento verídico o solo circular las que convienen a intereses oscuros, limita nuestra capacidad de análisis y de autocrítica. Tenemos la obligación de mostrar lo que sucede en nuestro país. No es posible ocultar que existe un grave riesgo de guerra civil en Chiapas, y que en los asesinatos de Colosio, Ruiz Massieu y del Cardenal Posadas subyace la intervención del narcotráfico en las más altas esferas políticas del país.

Estos acontecimientos, esperan una verdadera investigación periodística, y acaso encontraremos que tienen relación con el de Manuel Buendía, quien tuvo la certeza de que el narcotráfico era ya un factor importante en nuestra vida política.

Como padre, como hombre y como periodista, me angustia observar a nuestros jóvenes, víctimas de la drogadicción, abandonados por un padre, que no encuentra en México el empleo que necesita y de la madre que se prostituye para apoyar el gasto del hogar. Esto se está repitiendo cada vez con mayor frecuencia, unido con la inseguridad pública, la que ya no permite salir a la calle sin temor de ser asaltado y robado, y, más aún, con la plena certeza de que ello puede ocurrir en nuestros propios domicilios sin que nadie acuda en nuestro auxilio.

Ya resulta lugar común, decir que todo esto es culpa del gobierno, pero un sistema que produce tantos millones de necesitados y tan solo con unos pocos megamillonarios con mucha influencia, necesariamente es un país con graves problemas sociales.

Vale la pena reflexionar acerca de si por el bien del país es impostergable limitar las facultades y funciones del presidente. Sujetarlo a la real división de poderes, tal como lo establece nuestra multirreformada Constitución de la República; que exista una real independencia de los organismos electorales y que se termine el sistema de partido oficial, a través del cual se reparten gubernaturas, diputaciones, senadurías y hasta ciertas presidencias municipales.

Que exista una independencia del poder legislativo pues es de sobra conocido que funciona como un apéndice del ejecutivo. Y que el poder judicial deje de ser el pozo de corrupción, donde el dinero y la influencia política, establecen los niveles de atención y de impunidad. No es posible seguir gobernando con este modelo, donde los fraudes financieros son pan nuestro de cada día y los escandalosos negocios que realizan los altos funcionarios del gobierno, apenas si son mencionados en los medios periodísticos.

Ciertamente, somos un país capitalista, con un marco jurídico que establece que nadie debe estar por encima de la ley, donde todos tenemos los mismos derechos y las mismas oportunidades, y que de acuerdo con las actuales políticas económicas y financieras, serán las empresas de la iniciativa privada, las encargadas de crear el millón de empleos por año que tanto necesita México.

Pero qué sucede con los pequeños empresarios, quienes en vez de ser apoyados con políticas fiscales claras, financiamiento oportuno y bajos intereses, son perseguidos y obstruidos mediante procedimientos burocráticos que nada tienen de sencillos y que no entienden ni los mismos burócratas encargados de aplicarlas y que sólo sirven para mantener un sistema corruptible a cada paso.

Las fronteras son abiertas unilateralmente a toda clase de artículos, sin importar que las industrias cierren, quedando mucha gente sin empleo.

Y qué podemos señalar de la agricultura mexicana si es también un completo desastre, con miles de agricultores y ganaderos sumidos en cartera vencida, simplemente porque su producción no tiene mercado y porque los mecanismos de financiamiento son una usura disfrazada.

No es posible justificar un gobierno solo por los nuevos ricos que produce, ni el desorden del último año de sexenio, con los traumas tan graves que vive la sociedad mexicana, con una gran carga de incertidumbre, que ha hecho pedazos la frágil vida política, económica y social en que vivimos. Existen enormes problemas, temor y preocupación por el futuro. No es aventurado pronosticar que en los próximos años estaremos escribiendo despachos de alzamientos armados surgidos en las zonas de mayor pobreza de nuestro país, si ya hoy, al EZLN se ha sumado el EPR.

Es necesario un cambio, pero un cambio que nos lleve a ser el país donde sea escuchada la voz de todos los mexicanos, donde quiera que se encuentren, cualquiera que sea su condición social, su etnia, su religión, su ideología y su militancia partidista.

Cómo usted puede ver, hoy en pleno Día de la Bandera, me puse patriotero, demagógico, nostálgico, idealista, soñador o iluso. No importa el adjetivo, al fin y al cabo, el nombre es lo de menos. Pero insisto en un hecho: entre todos se puede.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1.- Coincido con quienes afirman que el asunto de la basura puede convertirse en el cementerio de las ilusiones políticas de Carlos Vázquez Oldenbourg, alcalde capitalino. El sistema impuesto creó más problemas de los que resolvió. Antes había un foco de infección y tiradero de basura en cada esquina, precisamente donde estaban colocados los contenedores para tal fin. Ahora, gracias a la brillantísima puesta en marcha del campanero, los trabajadores de limpia van a terminar convertidos en maratonistas y la ciudad está convertida en una auténtica zahurda.

Los conflictos intervecinales se han incrementado geométricamente. Ahora hay miles de lugares llenos de basura, apestosos, convertidos en focos de infección.

Pero todos se lo debemos al alcalde Carlos Vázquez. Y este presidente no puede decirse que sea un inexperto. Es, si se me permite el término y sin que se piense que es albur, el presidente con el mejor, con el más amplio currículum.

2.- Los amigos del exgobernador Elías Zamora Verduzco están organizándole una comida en su honor para este viernes. La reunión se llevará a cabo en un restaurante ubicado al norte de la ciudad, ya en El Diezmo.

3.- “ (…) El que no tiene conciencia clara de sus objetivos no sabe replicar al enemigo (…)” Meng.

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