“Para entender al hombre, hay que ser Maestro. Tener el
corazón en las pupilas, en los labios. Tener el corazón palpitando en la palma
de la mano”. Ricardo Salgado Corral.
Lic. Felipe Calderón Hinojosa
Presidente de México
Muy respetada Maestra Elba Esther Gordillo.
Presidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación
Dr. José Córdova Villalobos
Secretario de Educación Pública
Maestro Juan Díaz de la Torre
Secretario General Ejecutivo del SNTE
Muy apreciados compañeros maestros que hoy reciben el
reconocimiento por los años entregados al servicio de la educación
Compañeros maestras y maestros
Señoras y señores:
Es un honor para mí, ser el portavoz de quienes hoy recibimos
la presea “Maestro Ignacio Manuel Altamirano” por cumplir 40 años o más al
servicio de la educación de los mexicanos.
No ha sido tarea fácil; sin embargo, nos sentimos orgullosos
por haber contribuido a la formación académica y de valores de millones de
niñas y niños para edificar un México más justo, más próspero y de oportunidades
para todos.
Pocas profesiones tienen la ventaja del Magisterio, porque
mientras para otras, cumplir y celebrar los años de servicio que hoy se nos
reconocen es toda una vida, para el Maestro
no es así.
Cada año, todos los años, los maestros renacemos en las
generaciones que nos toca el privilegio de formar; cada año, nuevas esperanzas
contenidas en el proceso formativo de cada uno de nuestros alumnos, nos motivan
para empezar de nuevo; cada año, a lo largo de la vida profesional del maestro,
es un nuevo comienzo, es un nuevo camino, en un nuevo e irrepetible reto.
Y eso seguramente lo sabe usted muy bien Señor presidente,
porque en su familia hay maestros, su propia esposa lo es.
Por eso, los maestros entendemos los años de servicio como la
oportunidad de servir a lo mejor que todo país tiene; a lo mejor que toda
comunidad tiene; a lo mejor que toda familia tiene: a los hijos de todos, a
nuestros hijos; al renuevo de vida que son las nuevas generaciones.
A la generación de la que formo parte, le ha tocado ver la
profunda transformación vivida por nuestro país desde la segunda mitad del
Siglo XX, hasta lo que llevamos ya del Siglo XXI.
Hemos sido testigos y protagonistas de la tremenda explosión
demográfica que más que cuadruplicó la población nacional; de cómo migramos de
una sociedad predominantemente rural a otra urbana; de cómo aumentamos el nivel
promedio de vida en más de un tercio; de cómo la mujer ha logrado empoderarse y
ocupar, en todos los espacios, el nivel que siempre le correspondió pero que
tardamos en reconocerle.
Y por nuestras escuelas, construidas con muchos sacrificios y
que se convirtieron en espacio relevante en todas y cada una de las comunidades
de nuestra amada patria, derrotamos al analfabetismo; alcanzamos la cobertura
universal como parte fundamental de la equidad social a la que todos tenemos
derecho, y logramos que el promedio de
años de educación se elevara de tres, a más de ocho.
Qué mejor evaluación, esa sí de cara a la Nación toda y
frente a la historia, que esta real hazaña civil; que este logro trascendente
del esfuerzo humano; que este innegable logro político.
Es cierto: estos relevantes avances no han sido iguales en
todo el país y la justicia educativa no
logrará alcanzarse mientras persistan las diferencias, pero eso no disminuye en
nada la proeza educativa que los mexicanos hicimos y de la que, permítaseme una
expresión de legítimo orgullo, fuimos artífices los Maestros.
No reconocer el valor que el Maestro, que cada Maestro tuvo
para lograr la meta nacional que sin duda alcanzamos, sería cerrar los ojos a
la evidencia, no sólo sería mezquino, injusto y hasta ruin, sino que sería
desconocer la historia misma de este país.
Y esa hazaña educativa la hicimos los Maestros frente a niños
muchas veces desnutridos; en escuelas carentes hasta de muros y techos en
algunos lugares; con pizarrones gastados de tanto borrarlos y con gises que se
rompían entre los dedos; pero la hicimos fieles a nuestra vocación, resueltos a
cumplir nuestro compromiso, teniendo frente a nosotros los ojos expectantes de
los niños que en nuestras escuelas buscaban su futuro que no era otro que el
futuro mismo de México.
Hoy, nuevos retos de saber, de valores, de exigencias, tocan
a las puertas de nuestras escuelas, muchas todavía sin techos y sin muros; nuevos
y severísimos problemas disputan cada espacio de la vida social y comunitaria;
hay cada vez menos espacio para la esperanza y más para la confrontación, pero
no debemos olvidar que en las escuelas seguimos estando los Maestros, quienes
sabremos honrar nuevamente nuestro compromiso, tal como hemos hecho antes y lo
haremos siempre.
Frente a quienes pretenden hacer del odio y la discordia la
base de una nueva sociedad, los Maestros de México construimos un presente y un
futuro de concordia, de paz, de respeto.
Al agradecer el reconocimiento del gobierno de la República
por el trabajo realizado a lo largo de nuestra carrera, nos sentimos con la
obligación, y también con el derecho, de refrendar nuestro compromiso de seguir
cumpliendo con nuestro deber preparándonos más para hacerlo cada vez mejor, porque sabemos que sólo cambiando se puede permanecer.
Tengo 40 años de militar en el Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación, lo he hecho y lo hago con orgullo, porque nos
asociamos para defender nuestros derechos y para ratificar nuestro compromiso
con una educación pública de calidad y fortalecer así, el proyecto sindical que encabeza la Maestra
Elba Esther Gordillo.
Felicito a mis compañeros maestros por el reconocimiento
obtenido, exhortándolos a cumplir hasta el final con nuestra misión educadora.
Hoy tenemos 40 años y más de servicio, pero aún hay Maestros
para rato, para seguir educando con base en principios y calidad a las nuevas
generaciones de mexicanos.
Permítanme ustedes terminar con una frase del maestro Ricardo
Salgado Corral: En la tímida palabra que alienta un pensamiento y en el apoyo
que va forjando al hombre: ¡hay un Maestro!
Muchas gracias.
Palabras pronunciadas en el Acto Protocolario celebrado en Los Pinos, el 15 de mayo de 2012
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