La marcha organizada, principalmente, por
panista en contra de Peña Nieto en Colima, tuvo un desenlace preocupante: la
violencia física siguió a la violencia verbal que se había vertido en los días
previos. Actores políticos locales habían expresado sus opiniones en uno y otro
sentido.
Pero el mayor desatino, la
actitud deleznable, estúpida, fue la de quienes se fueron a golpes contra los
reporteros y camarógrafos de distintos medios locales y nacionales que
acompañaban a los marchantes.
No han faltado los
descerebrados que quieran culpar a los marchantes de todo este lamentable
asunto. En un país de libertades respetadas, marchar y gritar consignas no
tumba gobiernos.
Seamos francos: en esta
situación, fallaron los colaboradores del gobernador en materia de operación
política y de seguridad pública.
El Secretario General de
Gobierno, el Secretario de Seguridad Pública, la Procuradora General de
Justicia y los asesores y operadores políticos del gobernador Mario Anguiano lo
pusieron en una posición de desventaja, al haber intentado demeritar la marcha
y haberla contenido de la peor manera imaginable: por la vía de la agresión a
la vanguardia, compuesta fundamentalmente de compañeros de medios de
comunicación locales y nacionales.
Pregunto y me pregunto: ¿a
quién se le ocurrió enviar a personas de esa catadura a contener a los
marchistas?, ¿quién, o quiénes, idearon tan dispusieron que tan “brillante”
táctica represora fuera puesta en marcha”, ¿quién, o quiénes, fueron los que
“mataron” la nota de la intervención del gobernador Mario Anguiano en actos de
campaña de Enrique Peña Nieto?, ¿a quién se le ocurrió para a golpes una marcha
contra Peña Nieto, organizada por panistas y donde muchos de los marchantes
eran panistas?
Sólo falta y salgan con el
cuento de que los golpeadores actuaron por su cuenta. ¡Eso sería el colmo del
cinismo!
El oficio y la sensibilidad
política estuvieron ausentes al diseñar el protocolo de la táctica de
contención de la manifestación. ¿Acaso alguien lo duda?
Los marchantes tenían, tienen,
todo el derecho de marchar cuando quieran y a donde quieran. El propio
gobernador participó en una marcha en apoyo a AMLO, tras las elecciones de
2006. Muy su derecho, muy su gusto. Ejercicio sus derechos a plenitud. ¿Cuál es
la diferencia con quienes ahora marcharon en contra de Peña Nieto? La marcha
fue tranquila, en paz, se habría disuelto por sí misma y se habrían exhibido
los panistas profesionales que la organizaron, promovieron, dirigieron y
pretenden beneficiarse de lo ocurrido.
La presunta inacción de la
autoridad y la ausencia de vigilancia policiaca para evitar incidentes por la
concentración priista en el jardín Libertad, resultan muy preocupantes.
¿No bastaba una patrulla
colocada en la esquina de Obregón y
Madero para disuadir a los marchantes?, ¿se trataba de crear problemas
políticos donde no los hay?
Una acción de éstas suele
tener al gobierno en una de tres situaciones: la solapó, es decir, se enteró de
lo que podría pasar y nada hizo para evitarla, dejó que ocurrieran los hechos.
Dos, el gobierno fue cómplice, pues
estuvo de acuerdo en que la acción se llevara a cabo y fueran “ciudadanos” los
que participaran en la tarea de contener la marcha y, la peor de todas: el
gobierno no previó que algo así podría pasar, no supo qué pasaba, no se enteró de
los hechos y cuando lo hizo, no supo
reaccionar de la mejor manera. Lo cierto es que ahora, Colima se distinguió a
nivel nacional con esta represión.
En mi caso, estoy de acuerdo
con el gobernador cuando dice que la gente de Colima es muy inteligente y sabrá
juzgar cuál de las tres situaciones fue la que ocurrió.
En esta ocasión, termino con
una verso de Bertolt Brecht: ¿Por qué temen tanto a la palabra abierta?
Tres Comentarios al Margen
1. Vino personal de CFE a mi
domicilio para cortar el servicio de energía eléctrica, porque, según ellos, no
se había cubierto. Se les mostró el recibo de la propia CFE pagado desde el 28
de abril en la máquina que la paraestatal tiene en Gregorio Torres quintero. Me
dijeron que debía llamar al 071 para aclarar el asunto y entregarles una copia
del recibo en ese momento.
Llamé al 071 y me contestó una
mujer de nombre Rocío Rico, a quien expliqué la situación. Corroboró los datos
en el sistema y me dijo que el lunes debía ir a pagar a las oficinas de CFE más
cercanas a mi domicilio. Le pregunté si lo pagado el 28 de abril no cubría en
exceso el saldo deudor y me dijo que sí, por lo que le pregunté por qué debía
pagar de nuevo. Ahí, muy oronda, la señora Rico me dijo que eso no era un pago,
sólo un anticipo (sic!) y que mi deuda seguía. Le expliqué lo más comedidamente
que pude que el anticipo es un pago hecho de manera previa y que en este caso
particular, el anticipo pagado es mayor que el adeudo, debido a que la máquina
se quedó con el vuelto, como Mejía Barón.
La señora Rico mantuvo su
insistencia en que yo debía y que mi pago sólo era un anticipo calidad de
depósito ¡y que me lo devolverán cuando pase a la oficina a pagar! Si ustedes
piensan que esto es un asunto kafkiano, tienen razón, pero en realidad es una
muestra más de las enormes trabas y fallas burocráticas que tiene esta empresa.
FECALHIN puede decir misa,
pero la CFE no es una empresa de clase mundial.
2. Mi hijo Alan es uno de los
jóvenes que votará por primera ocasión. Como muchos de su edad, no tiene
decidido por quién lo hará para cada uno de los cargos en disputa. Algunos
candidatos, particularmente los locales, han sido extremadamente deficientes en
la difusión de sus propuestas, tanto legislativas como de gobierno.
3. El castigo es el peor atajo
frente a la expresión ofensiva. El recurso más fácil frente a la agresión
verbal, la burla hiriente es recurrir al castigo. Darle una nalgada al
insolente. Acudir a papá para que regañe al niño, a la maestra para que expulse
al malportado, al Estado para que castigue al irrespetuoso. A eso estamos
tentados ahora que tenemos una ley que castiga la ofensa de palabras y órganos
de la decencia que regulan el qué decir. Este atajo, como muchos otros, es
falso: aparenta alivio pero deja las cosas en su sitio. Vedar palabras no
mejora la convivencia: cambia de tema. Me parece que la ofensa es consustancial
a la libertad y que el debate es, inevitablemente, rasposo. Más aún, creo, con
Ayaan Hirsi Ali, que la libertad implica el derecho a ofender. Jesús Silva
Hérzog Márquez
Twitter: @macosta68
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