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martes, mayo 22, 2012

Colima, la marcha anti @EPN


La marcha organizada, principalmente, por panista en contra de Peña Nieto en Colima, tuvo un desenlace preocupante: la violencia física siguió a la violencia verbal que se había vertido en los días previos. Actores políticos locales habían expresado sus opiniones en uno y otro sentido.
Pero el mayor desatino, la actitud deleznable, estúpida, fue la de quienes se fueron a golpes contra los reporteros y camarógrafos de distintos medios locales y nacionales que acompañaban a los marchantes.
No han faltado los descerebrados que quieran culpar a los marchantes de todo este lamentable asunto. En un país de libertades respetadas, marchar y gritar consignas no tumba gobiernos.
Seamos francos: en esta situación, fallaron los colaboradores del gobernador en materia de operación política y de seguridad pública.
El Secretario General de Gobierno, el Secretario de Seguridad Pública, la Procuradora General de Justicia y los asesores y operadores políticos del gobernador Mario Anguiano lo pusieron en una posición de desventaja, al haber intentado demeritar la marcha y haberla contenido de la peor manera imaginable: por la vía de la agresión a la vanguardia, compuesta fundamentalmente de compañeros de medios de comunicación locales y nacionales.
Pregunto y me pregunto: ¿a quién se le ocurrió enviar a personas de esa catadura a contener a los marchistas?, ¿quién, o quiénes, idearon tan dispusieron que tan “brillante” táctica represora fuera puesta en marcha”, ¿quién, o quiénes, fueron los que “mataron” la nota de la intervención del gobernador Mario Anguiano en actos de campaña de Enrique Peña Nieto?, ¿a quién se le ocurrió para a golpes una marcha contra Peña Nieto, organizada por panistas y donde muchos de los marchantes eran panistas?
Sólo falta y salgan con el cuento de que los golpeadores actuaron por su cuenta. ¡Eso sería el colmo del cinismo!
El oficio y la sensibilidad política estuvieron ausentes al diseñar el protocolo de la táctica de contención de la manifestación. ¿Acaso alguien lo duda?
Los marchantes tenían, tienen, todo el derecho de marchar cuando quieran y a donde quieran. El propio gobernador participó en una marcha en apoyo a AMLO, tras las elecciones de 2006. Muy su derecho, muy su gusto. Ejercicio sus derechos a plenitud. ¿Cuál es la diferencia con quienes ahora marcharon en contra de Peña Nieto? La marcha fue tranquila, en paz, se habría disuelto por sí misma y se habrían exhibido los panistas profesionales que la organizaron, promovieron, dirigieron y pretenden beneficiarse de lo ocurrido.
La presunta inacción de la autoridad y la ausencia de vigilancia policiaca para evitar incidentes por la concentración priista en el jardín Libertad, resultan muy preocupantes. 
¿No bastaba una patrulla colocada en la esquina de Obregón  y Madero para disuadir a los marchantes?, ¿se trataba de crear problemas políticos donde no los hay?
Una acción de éstas suele tener al gobierno en una de tres situaciones: la solapó, es decir, se enteró de lo que podría pasar y nada hizo para evitarla, dejó que ocurrieran los hechos. Dos,  el gobierno fue cómplice, pues estuvo de acuerdo en que la acción se llevara a cabo y fueran “ciudadanos” los que participaran en la tarea de contener la marcha y, la peor de todas: el gobierno no previó que algo así podría pasar, no supo qué pasaba, no se enteró de los hechos y  cuando lo hizo, no supo reaccionar de la mejor manera. Lo cierto es que ahora, Colima se distinguió a nivel nacional con esta represión.
En mi caso, estoy de acuerdo con el gobernador cuando dice que la gente de Colima es muy inteligente y sabrá juzgar cuál de las tres situaciones fue la que ocurrió.
En esta ocasión, termino con una verso de Bertolt Brecht: ¿Por qué temen tanto a la palabra abierta?

Tres Comentarios al Margen

1. Vino personal de CFE a mi domicilio para cortar el servicio de energía eléctrica, porque, según ellos, no se había cubierto. Se les mostró el recibo de la propia CFE pagado desde el 28 de abril en la máquina que la paraestatal tiene en Gregorio Torres quintero. Me dijeron que debía llamar al 071 para aclarar el asunto y entregarles una copia del recibo en ese momento.
Llamé al 071 y me contestó una mujer de nombre Rocío Rico, a quien expliqué la situación. Corroboró los datos en el sistema y me dijo que el lunes debía ir a pagar a las oficinas de CFE más cercanas a mi domicilio. Le pregunté si lo pagado el 28 de abril no cubría en exceso el saldo deudor y me dijo que sí, por lo que le pregunté por qué debía pagar de nuevo. Ahí, muy oronda, la señora Rico me dijo que eso no era un pago, sólo un anticipo (sic!) y que mi deuda seguía. Le expliqué lo más comedidamente que pude que el anticipo es un pago hecho de manera previa y que en este caso particular, el anticipo pagado es mayor que el adeudo, debido a que la máquina se quedó con el vuelto, como Mejía Barón.
La señora Rico mantuvo su insistencia en que yo debía y que mi pago sólo era un anticipo calidad de depósito ¡y que me lo devolverán cuando pase a la oficina a pagar! Si ustedes piensan que esto es un asunto kafkiano, tienen razón, pero en realidad es una muestra más de las enormes trabas y fallas burocráticas que tiene esta empresa.
FECALHIN puede decir misa, pero la CFE no es una empresa de clase mundial.
2. Mi hijo Alan es uno de los jóvenes que votará por primera ocasión. Como muchos de su edad, no tiene decidido por quién lo hará para cada uno de los cargos en disputa. Algunos candidatos, particularmente los locales, han sido extremadamente deficientes en la difusión de sus propuestas, tanto legislativas como de gobierno.
3. El castigo es el peor atajo frente a la expresión ofensiva. El recurso más fácil frente a la agresión verbal, la burla hiriente es recurrir al castigo. Darle una nalgada al insolente. Acudir a papá para que regañe al niño, a la maestra para que expulse al malportado, al Estado para que castigue al irrespetuoso. A eso estamos tentados ahora que tenemos una ley que castiga la ofensa de palabras y órganos de la decencia que regulan el qué decir. Este atajo, como muchos otros, es falso: aparenta alivio pero deja las cosas en su sitio. Vedar palabras no mejora la convivencia: cambia de tema. Me parece que la ofensa es consustancial a la libertad y que el debate es, inevitablemente, rasposo. Más aún, creo, con Ayaan Hirsi Ali, que la libertad implica el derecho a ofender. Jesús Silva Hérzog Márquez
Twitter: @macosta68

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