Tras la comparecencia del entonces Secretario General de Gobierno, Héctor Michel Castañeda, al Congreso para ampliar lo enunciado por el gobernador durante la lectura de su primer informe de gobierno, hice un comentario muy breve al respecto, en la columna 583, donde dije lo siguiente: “(...) 1.- Muy bien estuvo Héctor Michel Camarena en su comparecencia. Demostró oficio político, sensibilidad, conocimiento y manejo de sus responsabilidades. También me sorprendió su capacidad de doblar a segunda casi sin esfuerzo y, sobre todo, de hablar de los fenicios a la primera oportunidad. Desde mi punto de vista, de los funcionarios del gobierno estatal es quien mejor se ha desempeñado en este primer año, sobre todo si tomamos en cuenta la dimensión de su responsabilidad y la trascendencia de sus funciones. En ese cargo se requiere tener habilidad política, capacidad para escuchar, atender ...y resolver, los problemas presentados. Es una grata sorpresa y, como me lo comentó un compañero periodista, desde Jorge Armando Gaitán Gudiño, en los tiempos de Elías Zamora Verduzco, no había un secretario general ejecutivo.
Ojalá que se mantenga en ruta ascendente. (...)”.
Después, en otra columna, dije que, desde mi punto de vista, era el mejor de los secretarios nombrados por Fernando Moreno Peña y que en este caso particular, el mérito era mayor, mucho mayor, debido a la personalidad muy peculiar del gobernador y a su personalísimo estilo de gobernar, donde Fernando Moreno Peña es no sólo el principal, sino prácticamente el único operador político del gobernador.
Más aún, dije que, con excepciones notabilísimas, los colaboradores de Fernando Moreno Peña carecían de experiencia en la administración pública o en la política y una excepción era, precisamente, Héctor Michel Camarena.
En este sentido, la capacidad de Héctor Michel se había visto reflejada al mantener en el mínimo nivel los problemas en áreas tradicionalmente conflictivas: el campo con los problemas del sector agrario y agropecuario; el transporte y los sectores productivos en general, así como con los partidos y actores políticos.
De esta manera, pese a la inveterada costumbre del gobernador de devolver golpe por golpe, en ningún momento se ha podido hablar de que se ha vivido un estado de ingobernabilidad en el estado y en mucho se debió a la callada labor del secretario general de gobierno, quien, en lo corto, se mostró como un hombre hábil, sensible, capaz y, sobre todo, con la inteligencia suficiente como para llegar a buenos arreglos para las partes.
Asimismo, al haberse hecho cargo de la constitución de los comités de seguridad pública en cada municipio, en cada población y en cada colonia, estableció contacto directo con la gente, circunstancia que ahora podría ser un elemento en su favor en su responsabilidad como coordinador estatal de los comités de apoyo a Francisco Labastida Ochoa, con quien, precisamente, se relacionó de manera directa por haber sido el operador del programa nacional de seguridad en Colima, cuando el precandidato era Secretario de Gobernación.
Por esta razón, parece natural la incorporación del exsecretario general a la campaña labastidista, aunque no faltaron quienes aseguraran que ésta es una jugada de Moreno peña para mandar “ a su hombre de confianza” para coordinar estas tareas y ganarle de mano al senador Orozco Alfaro tal privilegio. NO me parece así. Sobre todo porque no son momentos de mantener una artificial división entre los partidarios del sinaloense y porque en todo caso se demerita al propio Michel Camarena.
En todo caso, lo que debe juzgarse es el resultado y la forma como éste sea obtenido para ver no sólo la eficacia, sino, lo más importante, la eficiencia política para lacanzar de la mejor manera un objetivo determinado. Lo cierto es que con la renuncia de Michel Camarena hay dos ganadores y un solo perdedor: ganan Francisco Labastida Ochoa y el propio Michel Camarena y pierde Fernando Moreno Peña a quien había demostrado oficio y talento en el desempeño de sus responsabilidades.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.- Los problemas originados por la disposición unilateral de las autoridades de vialidad en el municipio de Colima han crecido en forma geométrica. Ahora, se ha vuelto más lenta la circulación y hay más contaminación por retener más tiempo a los vehículos en cada semáforo. Y si a ello añadimos las poco inteligentes acciones de algunos patrulleros, el asunto empeora.
Ayer por la mañana, un motociclista de vialidad –según mi informante, con la motopatrulla número 06, placas 1591– hizo y deshizo a su antojo en materia de vialidad y terminó por hacer un desgarriate. Serían las ocho y diez de la mañana cuando el susodicho agente decidió por su cuenta y riesgo –por su libre y espontánea voluntad, rezan en algunas instituciones– fastidiar a los conductores que estaban en el crucero de Constitución y felipe Sevilla del Río. Aun cuando funcionaban perfectamente los semáforos, el agente decidió hacerlo a un lado y silbato en boca empezó a ordenar, según su escaso criterio y menor entendimiento, la vialidad en esa zona. El caos provocado fue formidable, porque a pesar de que unos tenían los semáforos en verde y pretendían pasar, debieron esperar a que el agente les concediera el paso.
Por lo visto, los problemas empiezan a afectar a todo el cuerpo de vialidad. Mal y de malas para los conductores en esta ciudad.
2.- Los panistas en el congreso –algunos de ellos, en realidad– dicen que la denuncia contra el diputado César Trinidad Hernández Rosas ha sido instigada desde hace tiempo por el hoy encargado del despacho de Secretario General de Gobierno, Gilberto García Nava, porque, según la versión que me dio uno de ellos ayer, el funcionario es el propietario del condominio en cuestión, vía un prestanombre.
Más allá de politizar el asunto, vale la pena hacer algunas preguntas: ¿son ciertos los hechos denunciados por los presuntos afectados? ¿ha habido connivencia, complicidad, disimulo o tolerancia de las autoridades al respecto? ¿hay deseos y voluntad real de terminar con esta situación?
3.- “Los deseos deben obedecer a la razón” Marco Tulio Cicerón.
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