Ernesto Zedillo ha metido en problemas al país desde su nominación como candidato a la presidencia de la república. Su videodestape no convenció a muchos de los presentes, pero la fuerza de Carlos Salinas hizo posible su aceptación, aun por sus más recalcitrantes opositores. Fueron los tiempos finales del sexenio más autoritario habido jamás en la historia de México. Más, mucho más, que Porfirio Díaz.
En los cuatro años de gobierno, Zedillo ha conseguido su meta de terminar con la pobreza en nuestro país. En estricto sentido, no ha terminado con la pobreza y mucho menos con sus causas. En realidad, gracias a las políticas económicas puestas en marcha, ha terminado con los pobres, porque los ha vuelto miserables sin esperanza alguna de tener un mejor horizonte. Tal como Colosio percibía a los mexicanos, sedientos de justicia y en sentido inverso a como él lo hacía, Zedillo percibe a la miseria como horizonte para todos los mexicanos y hacia allá nos lleva.
Pero si bien las cosas de la economía marchan peor que antes, en el manejo de la política exterior estamos en la inopia. La gran tradición mexicana de plantarse como alternativa ante el intervencionismo yanqui ha concluido y hoy, nuestros diplomáticos lo que mejor hacen es el ridículo y pongo tres casos. En primer término, aquellas declaraciones de la procuradora norteamericana que eran una intervención abierta, flagrante y directa en los asuntos internos de nuestro país. Como de rayo, doña Chayo Green, nuestra secretaria de relaciones exteriores, entró en defensa de la yanqui y sirvió de traductora a sus palabras y le quitó todo sentido ofensivo y lesivo para nuestra soberanía. La verdad sea dicha, se vio lacayuna.
¡Ah!, pero que no se le ocurriera a Fidel Castro hablar de una verdad respecto del conocimiento de los niños mexicanos en particular acerca de si conocen más sobre el ratón miguelito que sobre Hidalgo y otros héroes patrios, porque doña Chayo Verde se le dejó ir indignadísima, dispuesta a enterrarle las manicuradas y bien cuidadas uñas en el rostro a quien se atrevió a “insultar” a los niños mexicanos y a denigrar a México. La patria estaba en peligro. Se inició una guerra santa contra el demonio isleño y tanto televisa como tvazteca presentaron reportajes manejadísimos donde presentaban niños “recitando” nombres y hechos de los héroes patrios y, alguna de ellas, hasta declarando que no conocía al ratón miguelito. ¡Vaya, pues!
Después del retiro del embajador mexicano de la isla, el comandante Castro envió a su ministro de Relaciones Exteriores a explicar a la canciller mexicana el contexto en que habían sido pronunciadas las palabras del viejo gobernante.
Más aún, el propio Castro envió una carta a la revista Proceso, donde explicó con amplitud y claridad qué había dicho, cómo lo había dicho, por qué lo había dicho, dónde lo había dicho y, finalmente, ofrecía disculpas a quienes se sentían ofendidos.
Tan, tan. Las armas nacionales se habían cubierto de gloria. La señora Verde había ganado la batalla diplomática y el honor, la gloria y la pureza de la patria estaban a salvo del demonio rojo, el comandante Castro Ruz.
El tercer acto de esta comedia de equivocaciones la inició el propio Zedillo cuando, en un acto sin precedentes, se lanzó con todo contra el expresidente de Brasil y hoy gobernador del estado de Minas Gerais, Itamar Franco, al decir que era un demagogo y que era tiempo de terminar con los ``hacedores de miseria'', que no son otros que los ``políticos populistas” (el comal le dijo a la olla) irresponsable y demás adjetivos similares y conexos.
¿Cuál fue la razón de la santa ira de mister Zedillo? Una muy simple: el político brasileño, se negó a pagar la deuda de su entidad si el ejecutivo federal no otorgaba mayores recursos a aquella entidad federativa. Un asunto interno, pues. El actual presidente brasileño devaluó la moneda, cayó la bolsa el rebote le pegó todo mundo. Por supuesto, ya sabe usted, mientras a los demás países les da un resfrío, a nosotros nos deben internar con pulmonía.
Pero el brasileño no se quedó callado y dijo que el mexicano es un gobierno corrupto.
Como se puede ver, hubo dos varas, dos medidas, dos formas de concebir la intromisión en los asuntos internos de otro país. ¿Qué diablos tiene que andar opinando Zedillo acerca de un gobernante de una entidad de una república federal, como es el caso de Brasil? ¿No es romper con la tradición mexicana? ¿No es más grave que lo reclamado al comandante Castro Ruz? ¿No es poner por los suelos la dignidad de los Estados Unidos Mexicanos, nuestro nombre oficial, al actuar como gallito joven y salir disparado de miedo en cuanto el gallo viejo se paró, movió sus reumáticas extremidades y se dispuso a enfrentarlo?
¿Y doña Chayo Verde? ¡Apuradísima, diciendo que las palabras presidenciales, ofensivas y lesivas de la dignidad del político brasileño, no eran una intromisión en los asuntos internos de aquel país!
Se requiere concordancia, estricta concordancia entre los dichos y los hechos y esto, por desgracia, hace tiempo que no tienen nuestros políticos.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.- El incremento otorgado al personal no docentes de la universidad de Colima es un buen comienzo y puede significar la verdadera recuperación salarial de esos trabajadores, los más golpeados por la crisis. El incremento es cercano al 50 por ciento.
El esfuerzo institucional es digno de encomio.
2.- Una pregunta inocente: ¿Cuántos manzanillenses forman parte del equipo de colaboradores de Martha Leticia Sosa Govea, La Señora Presidenta de Manzanillo, es decir, cuántos son funcionarios de primer nivel?
Entiendo que lo de Abelardo Ahumada puede ser en pago de que el alcalde villalvarense designó como director de seguridad pública y vialidad al porteño Benjamín Caro, ¿pero todos los demás?
3.- .”(...) Humano es errar, pero solo los estúpidos perseveran en el error(...)” Cicerón