El 17 de enero del próximo
año, los colimenses acudiremos a las urnas para elegir a quien gobernará hasta
el 31 de octubre de 2021. Se espera una participación ciudadana cercana al 60,
es decir, alrededor de 300 mil sufragios emitidos en la jornada electoral del
17 de enero.
La cifra es lógica: en Colima,
la participación electoral suele rondar el 60 por ciento. Es una de las
entidades federativas con mayor porcentaje de votación en el país. Hasta este
momento, no hay razones objetivas, ni subjetivas, que hagan previsible una
caída en la votación emitida.
Por una parte, los partidos
han hecho su trabajo: han realizado procesos internos para seleccionar a sus
candidatos, han acudido a los medios de comunicación para dar a conocer dichos
procesos y, no menos importante, los poderes fácticos e institucionales han
hecho su parte en la promoción del proceso electoral.
Desde mi punto de vista, a
pesar de la existencia de media docena de candidatos, la pugna real por la
gubernatura está entre Jorge Luis Preciado Rodríguez, candidato del PAN, y José
Ignacio Peralta Sánchez, candidato de la coalición integrada por el PRI, el
Verde, el PANAL y el PT.
Los demás, Movimiento
Ciudadano y su Locho incluido, van por la permanencia, es decir, por mantener
una presencia electoral en el estado y en el caso particular de Locho Morán y
su MC, porque necesita convertirse en una alternativa seria, real, creíble, que
le permita construir una fuerza política capaz de llevarlo al triunfo electoral
en el 2018, vía la senaduría o la diputación federal.
En esta perspectiva, todo
cuanto hagan en el PRI y en el PAN será determinante. Desde la integración de
sus equipos de campaña, la definición de sus campañas mediáticas, la
integración de su propuestas de gobierno y, en el caso particular del PRI, la
reestructuración de sus equipos de activismo y movilización, así como los de
representación en los órganos electorales.
En el PAN permea el optimismo
porque, aseguran, haber ganado seis de 10 municipios, incluidos los de mayor
concentración poblacional, les da la seguridad de que pueden repetir el
triunfo. Esa sensación se incrementa porque también ganaron 10 de 16 distritos
electorales locales de mayoría.
En tanto, en el PRI hay la
certidumbre de que deben realizar un enorme esfuerzo para construir estructuras
de representación electoral confiables, leales y capacitadas. Asimismo, están
inmersos en la reestructuración de su equipo de activismo político y de
movilización. Saben que ambas estructuras tuvieron fallas, que hubo simulación
y ahora tratan de hacerlo mejor.
En el caso de los panistas,
debe reconocerse que, de entrada, todo parece facilitarse: el candidato tiene
el control del partido. En la mayoría de los municipios tiene aliados en las autoridades y representantes populares
y, sobre todo, tiene el control de los comités municipales panistas. De igual
manera, mantienen aún una base considerable en los mandos medios del gobierno estatal.
En mi opinión, los priistas
tienen ahora la ventaja de haber renovado su dirigencia y que ésta se ha
dedicado a una sola tarea: preparar la elección extraordinaria. Rogelio Rueda,
su dirigente estatal, es un político conocido de los priistas, más allá de sus
cargos de elección popular, más allá de su desempeño en ellos, tiene una imagen
de político carismático, capaz, que sabe que se juega todo en este proceso.
Pero lo único que no tiene los
priistas es tiempo. Este es su mayor enemigo. No se trata solo de depurar y de
reestructurar sus equipos de movilización y representación electoral, ni de
hacer una buena campaña mediática, ni de presentar propuestas lógicas, congruentes,
realizables, a los ciudadanos. Se trata de trabajar a marchas forzadas, de
dejar la atonía, el aletargamiento tan propio de los trópicos y de acelerar el
paso. Se trata de hacer a un lado la simulación a que tan afectos suelen ser
algunos.
Es un camino cuesta arriba y
lo importante será ver de qué cuero están hechos los priistas.
En cuanto a los panistas, su
optimismo tiene un lado oscuro: con excepción de Manzanillo, sus victorias en
los municipios y distritos no les aseguran a los panistas y su candidato a
gobernador, el triunfo electoral de manera automática. En el caso de Colima y
Villa de Alvarez, por citar un ejemplo, los panistas ganaron las alcaldías y
cuatro de ocho diputaciones locales, pero perdieron la elección de gobernador
en ambos municipios.
Veremos y comentaremos.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. La integración de los equipos
de campaña de los candidatos es una señal de cómo piensan jugar en este
procesos electoral. Por el lado del PAN y el MC no se esperan sorpresas de
última hora; en cambio, en el PRI se ha especulado mucho al respecto. Hoy o
mañana tendremos información definitiva al respecto.
2. Una buena gestión la del
gobernador Ramón Pérez Díaz ha sido la realizada hasta hoy. Cumplir sus
obligaciones y pagar adeudos al magisterio y los apoyos a personas de la tercera edad,
entre otros, nos dice que entiende a cabalidad cuáles son las responsabilidades
inherentes a su cargo. ¡Tan mal estaba la situación, que la nota fue que todos
los trabajadores del gobierno estatal, todos, cobraron oportunamente su
quincena!
3. El método más eficaz de
hacerse amigos fieles es felicitarlos por sus fracasos. Emile M. Cioran