7 de diciembre de 2000
Agenda Política
Miguel Acosta Vargas
El día que fue electo Gustavo Vázquez Montes como presidente del comité directivo estatal del PRI, me permitieron hacer uso de la palabra y dije, entre otras cosas, lo siguiente: “ Tras haber perdido la presidencia de la república y la mayoría absoluta en el Senado, han surgido grandes polémicas. Si nos sobresaltan las ventiladas en los medios, no nos inquietan menos las surgidas en la conciencia de los priístas. Eso lo sabemos perfectamente, aunque muchos no lo digan en voz alta.
Es tiempo de cambiar Todos hablamos de cambios. Como ya se ha dicho, todo cambia. Cambió México. Cambiamos los mexicanos. Pero es preciso cambiar donde debe hacerse: en el fondo de las cosas. Ahí se requiere el cambio, porque ahí se halla la raíz de los problemas. No sigamos la vieja tradición de los cambios gatopardianos, no cambiemos sólo en la superficie. No tengamos miedo al cambio. Hagámoslo nuestro.
En nuestra historia ha habido confusiones, vacilaciones, retrocesos. Los priístas hemos sido responsables de esto, por acción o por omisión; y hemos pagado el precio de la obsecuencia o del silencio. Es un alto precio: ayer fue la vergüenza; hoy, además, la derrota.
Ninguno deja de interrogarse sobre la suerte futura de su partido. No hay quien no se alarme por el constante egreso de correligionarios: unos decepcionados, iracundos otros. El clamor se incrementa cada día. Los priístas ya no deseamos apechugar con los errores cometidos por dirigentes y candidatos y tampoco deseamos guardar silencio.
Vivimos con el corazón encogido, porque desconocemos el destino de nuestro Partido. ¿Cómo confiar ahora en quienes ya demostraron con suficiencia su incapacidad para llevar al PRI a puerto seguro?
Las ambiciones andan sueltas. Cada quien tiene la suya y la agita como bandera al viento. Pero la disputa es, debe serlo, por la nación y por el partido, no por sus restos.
Pero volvamos a la razón de mi presencia en esta tribuna, la más alta para un militante en Colima; una asamblea deliberativa y ejecutiva a la vez, donde hay capacidad y talento, razón y entendimiento. Estoy aquí para hablar de los cambios y de la corresponsabilidad por lo ocurrido el dos de julio.
Hace dos años, en esta misma tribuna, hablé de la necesidad de construir un verdadero partido; para lograrlo, dije, requeríamos avanzar en seis puntos, dos de ellos indispensables: solvencia económica y libertad real para elegir dirigentes y candidatos a todos los cargos de elección popular. No lo hicimos así y los resultados están a la vista. Hoy, las premisas tienen mayor vigencia y urgencia.
Hay un evidente vacío de poder en el PRI y vamos hacia un abismo. Perogrullo tiene la receta para este mal: evitar el vacío y colmar el abismo. Eso debe hacerse en el PRI. Con hechos, no con discursos; con rectificaciones, no con regaños. Debe hacerse pronto y a fondo. Bien y rápido.
Oigo a mis conciudadanos, a mis amigos, preguntarse por el destino inmediato de esta embarcación navegante en aguas inciertas. No es una travesía sencilla ni hay claridad en el rumbo. Pero es preciso seguir adelante. Sin embargo, surge una pregunta: ¿hacia dónde? Porque es tiempo de precisar rumbo y destino y después, elegir al capitán para conducir la nave. No es tarea sencilla, pero hay capacidad, valor y talento en muchos priístas, como para cumplirla con éxito.
Circulan muchos nombres. Cada uno llena la imaginación, el corazón y la inteligencia de un grupo de priístas. Los postulantes se han echado a la calle y con ellos comienza el desfile de sus seguidores, quienes ya tienen banderas particulares, a falta de grandes banderas generales. Son desfiles arriesgados en horas de peligro. Pero así están las cosas.
Esos abanderados tempranos ya nos han dicho sus propósitos. Sí, ellos quieren, quieren, quieren. Por lo pronto, querer es todo. Y quieren ser investidos. O dicho de otra forma: quieren el poder, compañeros; ansían el poder del partido. Quieren el mando, el liderazgo. El poder a puños.
Nos debe interesar esta reflexión. No importa quién quiera ser el presidente del partido a nivel nacional; necesitamos saber para qué quiere dirigirlo, con qué proyecto, hacia qué horizonte. Lo necesitamos para saber si sus propuestas coinciden con las nuestras, o si son mejores. Por lo pronto, no sabemos qué quieren quienes tanto quieren.
En el gran vacío provocado por la derrota del dos de julio, afloraron muchas ambiciones y ahora debemos oír las propuestas. ¿O acaso deseamos permanecer en la discreción y el silencio mantenidos durante tantos años? Difícilmente sucederá tal cosa. Por eso necesitamos saber qué quieren hacer con el Partido, a qué dedicarán el poder anhelado y en qué invertirán el apoyo solicitado. Así sabremos a qué le tiran ellos y a qué le tiramos nosotros.
El dos de julio nos dejó una tarea impostergable: repensar a México y repensar al PRI. Repensar quiere decir pensar de nuevo, para descubrir a la nación y formular el plan de viaje de los mexicanos. Después, debemos movernos en esa dirección, en forma enérgica y resuelta. Debemos hacerlo porque México impone su nueva presencia y exige soluciones de veras: ni ambiciones, ni dogmas, ni espejismos. Estos seducen a quienes los proponen, y agravian a quienes los padecen.
Hoy, nos dolemos de políticas económicas cuya aplicación ha lacerado al país y ensombrecido sus días: de ellas procede ese inmenso contingente de mexicanos en pobreza extrema, esto es, en franca y dolorosa miseria. Un contingente de millones, no sólo un puñado. Ayer, nos avergonzaba impulsar la pretensión de justicia social y hoy nos dolemos de haberla abandonado y sustituido por un catálogo aséptico de medidas administrativas.
Hoy nos dolemos del olvido de una Revolución popular en aras de un breviario de programas, acciones, metas y lineamientos carentes de espíritu y, por lo visto, también de cuerpo. De todo eso, y más, nos dolemos hoy. Por todo eso, y más, debemos repensar a México y rehacer su camino y su destino.
Los asuntos a tratar son numerosos y apremiantes. Cada uno constituye un paso adelante en la ardua tarea de repensar a México. No es fácil, y hasta sería arbitrario, colocar algún tema a la cabeza y los otros después, como asuntos aplazables o secundarios. Los mayores temas de México poseen una rara virtud: todos son principales e impostergables. Urgen y tocan a nuestra puerta. Si no hay respuesta, la derribarán. Por eso debemos abordarlos en haz, todos de una vez.
Ahora bien, ¿cómo hacerlo si no hemos hecho, previamente, ese ejercicio de reflexión para definir qué nación queremos ser y hacia dónde nos debemos enfilar? No sólo con quién nos debemos afiliar. Entonces, abramos primero la discusión sobre el tema del país. Ese es el orden del día, y ese es el orden de los temas en estos días.
Antes de poner en unas manos el partido, debemos poner en las manos de todos la decisión sobre el destino de este partido. Es decir, antes de elegir a una persona debemos repensar a la nación y al partido. Luego se entregará la estafeta, con un mandato riguroso: recobrar el rumbo perdido, reencontrarnos con la gente y devolverle al partido su condición de gobernante y mayoritario.
Sólo así tendremos un partido con rumbo, aprovisionado con el ánimo, el espíritu y el mandato de todos. Sólo así contaremos con los instrumentos para mover las fuerzas del país. Me pregunto y pregunto: ¿no es esto cuanto deseamos, cada vez con mayor anhelo y con más urgente necesidad? ¿Cómo podemos contribuir a este gran esfuerzo de reflexión para repensar a México y redefinir al PRI?
Aceptando la responsabilidad tenida en la debacle del dos de julio, porque cada uno, desde nuestro nivel de participación y responsabilidad, estamos obligados a asumir la parte correspondiente por la pérdida catastrófica, aunque previsible, sufrida en los idus de julio.
Cada uno debemos asumir las culpas y las consecuencias de éstas. Debemos rechazar responsabilidades colectivas y automáticas. Ni traducen la realidad ni se avienen con la justicia. Así, quienes fuimos responsables de la conducción partidista debemos hacernos a un lado para dejar a otros –más preparados y capaces; más entusiastas y efectivos– la tarea de guiar al partido en su nueva etapa. Esta es una acción insoslayable. Poco aportamos al partido quienes ya demostramos ser ineficientes dirigentes o malos candidatos.
No se trata de huir, ni de rehuir responsabilidades; por el contrario, se trata de dejar en absoluta libertad a la nueva dirigencia para asignar responsabilidades a quienes puedan desempeñarlas mejor.
Por estas y otras razones, me congratula compartir estas reflexiones con ustedes, justo cuando es momento de reasumir el nacionalismo revolucionario, subyacente en el cimiento del PRI. Reasumirlo con éste o con otro nombre, pero siempre con su espíritu genuino. No sugiero desandar el camino recorrido. Eso sería imposible y además, absurdo. Sólo propongo recuperarlo y continuarlo.
El PRI es un partido histórico: legatario y transmisor de las mejores causas populares. Lo es, pese a sus errores y tropiezos. Lo es, por encima de las claudicaciones y los atropellos de sus militantes, por quienes no debemos responder todos, ni estamos dispuestos a hacerlo”.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.-El diputado plurinominal panista Antonio Morales de la Peña, secretario general del comité directivo estatal de ese partido, hizo unas declaraciones simpáticas en el sentido de ir ante uno de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para hacer una denuncia de hechos acerca de lo ocurrido en torno del asunto de los magistrados amparados, la resolución de la propia Corte al respecto y la manera en que el titular del poder ejecutivo, Licenciado Fernando Moreno Peña, cumplió esta orden.
Lo interesante del asunto es cómo el propio diputado plurinominal panista reconoce un hecho inobjetable y vital: su acción no está contemplada en la Constitución ni en ninguna ley, no tiene valor legal, sólo es un acto para dar a conocer a uno de los ministros del Poder Judicial Federal –al ponente de la resolución, precisamente– y en este sentido, el reconocimiento es tácito: la acción emprendida por este diputado está al margen de la Constitución General de República, de la particular del Estado y de las leyes de ellas dimanadas.
Por ello, me pregunto si Antonio Morales de la Peña, quien juró guardar y hacer guardar todos los anteriores ordenamientos, se dedica a llevar a cabo acciones al margen de la Constitución y las leyes vigentes en Colima y en México y no sólo eso, sino, cachazudamente, lo reconoce y se ufana de ello.
Así, tenemos al diputado plurinominal panista Antonio Morales de la Peña, secretario general del comité directivo estatal de ese partido, muy ufano y por la calle gritando a cielo abierto su irrespeto por la Constitución y las leyes vigentes en Colima y en nuestro país y satisfecho por actuar al margen de la Constitución.
Por otra parte, anunció la entrega de copia del diario de los debates donde se encuentran las intervenciones de los diputados panistas y de todos quienes intervinieron en esas sesiones, para fijar sus posiciones al respecto. Tales documentos son para fundamentar su chisme, su argüende.
2.- ¿A qué hora nos ponemos de pie, nos despertamos, nos levantamos la inmensa mayoría de los mexicanos? ¿5:30? ¿5:45? ¿6:00? No lo sé, pero conozco a muchísimas personas y prácticamente todas ellas se levantan alrededor de las 5:45 de la mañana. Levantar a los hijos, preparar el desayuno, llevarlos a sus respectivas escuelas son tareas cuyo cumplimento cotidiano exige levantarse a esa hora.
Usted se preguntará, amable lector, a qué viene todo este rollo y la respuesta es inmediata: a la alharaca levantada por los periodistas de radio y televisión, principalmente, porque Andrés Manuel López Obrador habrá de iniciar sus labores oficiales a las 6:30 horas con una reunión con su Secretario General, el de Seguridad, el Procurador y algunos más para ver el primer reporte y tomar decisiones al respecto.
Desde mi punto de vista, estos vales se ahogan en un vaso de agua y, sobre todo, le hacen al cuento. ¿A qué hora se levantan los responsables de los noticieros cuyo inicio es a las seis de la mañana, como el de Ricardo Rocha, por ejemplo?
Conozco a muchos políticos cuyas actividades se inician desde muy temprano y aquí en la capital del estado tenemos dos ejemplos directos: el gobernador del estado y el presidente municipal. De ambos me consta su capacidad y disposición de ánimo para estar desde temprano atendiendo asuntos oficiales. Nadie puede hablar de poses o actitudes populistas y sí de continuar una añeja costumbre de alzarse a primera hora.
3.- “Algunos llaman razonamiento a encontrar argumentos para seguir creyendo lo mismo”. Robinson