15 de diciembre de 2000
Agenda Política
Miguel Acosta Vargas
Hace algunos días, mi amigo Carlos Maldonado Villaverde, un panista de hueso colorado, respondió airadamente a una aseveración del gobernador Fernando Moreno Peña, en el sentido de que estaría dispuesto a debatir sobre algunos aspectos relacionados con el desarrollo democrático de nuestro estado, con un representante del PAN y uno del PRD. La aseveración fue hecha en el marco del foro realizado por la Universidad de Colima en torno del proceso electoral de este año.
Más rápido que inmediatamente, mi amigo Carlos Maldonado “echó mano a sus fierros, como queriendo pelear” y se autoproclamó “el panista elegido” y, a su vez, propuso que el perredista fuera Enrique Armando Salazar Abaroa, quien a la hora de redactar estas líneas tal vez esté a punto, o ya ha ocurrido, de ser eliminado del padrón de militantes del sol azteca, por razones del todo conocidas para quienes leen de manera regular los diarios locales.
El gobernador desdeñó olímpicamente a Maldonado Villaverde y éste se sintió “humillado y ofendido” –tal como uno de los personajes de Dostoievsky, ¿así se escribe?, en una de sus novelas– y nos endilgó a los lectores la relación completa de sus cartas que lo acreditaban como idóneo, digno y contumaz rival para el debate con el Gobernador.
No contentó con ello, me metió en su trifulca, aunque en su caso me endilgó un papel similar al de Severo Mirón –aquel periodista que tenía una sección en un programa televisivo denominada “platícame un libro” y que escribía de espectáculos en la revista “Orbita”– en donde el gobernador sería el beneficiario de las lecturas de este columnista. En realidad, la cita era gratuita y con ganas de que alguno de los aludidos por mi amigo Carlos Maldonado le entrara al quite, pues el gobernador, reitero, había desdeñado olímpicamente el reto y le había dado su real dimensión.
Luego, mi amigo Carlos Maldonado se lanzó contra Topiltzin Ochoa Cervantes, a quien señaló como un conspicuo complotista en contra de Enrique Michel en el año de gracia de 1997, vía un programa conducido por el autor de Pizarra Colimota, quien no tardó nada para contestarle a mi amigo Carlos Maldonado. En una segunda vuelta, publicada el jueves 14 de diciembre, justo ayer, Ochoa Cervantes me incluyó entre una serie de personas y personajes vinculados a los medios de comunicación o la política local, o a ambos.
A este respecto, deseo hacer algunas consideraciones: en primer término, agradezco a mi amigo Carlos Maldonado la mención que hizo referente a mi persona aun cuando su aserto sea sólo una presunción o una especulación y no una realidad. Su propensión a actuar como el compañero de un caballero andante de noble memoria, está bien en función de sus intereses políticos, de su deseo de debatir, confrontar y hasta oponer ideas y argumentos acerca de la evolución de nuestra sociedad, pero –ojalá que comparta mi punto de vista– ésta no es una tarea trivial; por el contrario, es un trabajo que requiere toda nuestra atención, nuestra disposición de ánimo y capacidad, para darle la importancia y trascendencia que tiene.
Con mi amigo Carlos Maldonado compartimos el deseo de trabajar lo mejor posible para, entre todos, hacer de ésta una sociedad, más informada, más deliberativa, más participativa, más solidaria, más crítica y más exigente. Cada uno desde nuestra trinchera, cada uno con nuestro bagaje cultural –en este sentido reconozco estar en desventaja ante mi amigo Carlos Maldonado, pues mi dominio del inglés es ligeramente superior al 60 por ciento y en computación no le llegó ni a los talones, por lo tanto, no podría debatir en ese idioma ni tampoco hacerlo sobre manejo de lenguajes usados para programar en computación– con nuestras virtudes y nuestras carencias, con nuestras obsolescencias de todo tipo y con nuestros convicciones y compromisos políticos o personales.
Discutir, analizar, intercambiar puntos de vista, escuchar y exponer argumentos que expresen cabalmente nuestra visión del mundo y de la vida, forma parte de las actividades cotidianas de los seres humanos. No requiere, necesariamente, un ejercicio frente a frente. Son los hechos los que desmienten a nuestras palabras y no a la inversa. En este sentido, como consta a muchos, he estado siempre dispuesto a expresar mis propios puntos de vista y a rebatir los de los demás.
Lo he hecho cuando lo he considerado pertinente y donde lo he juzgado oportuno.
Siempre he escogido con quien hacerlo, cómo cuándo y dónde.
He seleccionado, siempre, tiempo, terreno y rival.
Así ha sido, así es y así será.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.-Se engañan los defensores oficiales y oficiosos del alcalde panista Enrique Michel Ruiz cuando argumentan que se le critica por ajustarse al mandato constitucional, al elegir la vía del dedazo, es decir, la designación personalísima y obtener la aprobación del cabildo por la vía del mayoriteo, para designar a las autoridades auxiliares.
Cierto, el alcalde tiene la opción y eligió el dedazo. Es su derecho, ejercido contra viento y marea, contra la opinión de la gente. Dado este sexenio a los refranes populares, a las misas encabezadas por los funcionarios públicos, vale recordar algunos: ¿pero qué necesidad? ¿Para qué tanto problema? ¿Para qué tanta prisa por imponer, por ejercer la autoridad con tanto brinco, estando tan parejo el camino de la consulta democrática a la sociedad?
Enrique Michel causó grandes expectativas, sobre todo después de su derrota en 1997, pero su gente lo está llevando por el camino del roce y el enfrentamiento innecesario. El asunto de las autoridades auxiliares, el de los impuestos y el de los catequistas lo ha enfrentando a sectores muy importantes de la sociedad.
Para que usted juzgue la enorme distancia existente el discurso y los hechos del alcalde panista Enrique Michel Ruiz, transcribo a continuación parte de los dicho por él en su ponencia “Poderes públicos en Colima”: “La corresponsabilidad se manifiesta, de hecho en el quehacer público como una necesidad de establecer mecanismos de inclusión de los ciudadanos en lo particular o en forma organizada, que permitan captar las propuestas y la valoración de desempeño que la ciudadanía hace de sus gobernantes. Al otro lado de la mesa, este acuerdo de principio pone en manos del gobernante la posibilidad de comprometer en el trabajo a los ciudadanos de su estado o municipio, pues si existen los canales formales y fáciles de transitar para que nuestra opinión sea tomada en cuenta, entonces tendremos el compromiso de participar en las transformaciones propuestas”.
¿Desea el alcalde ciudadanos corresponsables? ¿O desea ejercer el poder de manera despótica, a la usanza de los arcaicos hacendados, sin ciudadanos entrometidos en la cosa pública?
Las respuestas las tienen el alcalde y sus defensores oficiales y oficiosos.
2.- A mi amigo Jaime Salazar Silva, al rector Carlos Salazar Silva y a sus demás familiares, les expreso mis más sinceras condolencias por el fallecimiento de su padre. Espero que encuentren pronta resignación ante esta pérdida tan lamentable.
3.- “Vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte” Santa Teresa de Avila
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