21 de diciembre de 2000
Agenda Política
Miguel Acosta Vargas
La función de un buen gobierno es mantener el equilibrio entre los distintos actores sociales. La idea de los gobiernos capaces de hacer todo por sí mismos ha quedado atrás con el agotamiento del Estado de bienestar. A lo largo del proceso de formación del Estado, el trazado de límites con la sociedad civil sufrió diversas alternativas. Aunque se debe recordar un hecho: los procesos de intervención de los gobiernos no fueron juegos de suma cero, es decir, aquellos donde lo ganado por uno de los actores es pérdida automática para el otro participante.
Actualmente, se cuestiona la facultad de cualquier grupo de la sociedad o del gobierno de constituirse en un poder por encima de otros y se demandan cambios en las reglas del juego, es decir, se busca una participación real de la sociedad en las tomas de decisiones. Por otra parte, los procesos de globalización significan una redefinición de la soberanía, dan un nuevo sentido al problema de la democratización y representan un desafío para los gobiernos, quienes no son precisamente víctimas sino actores importantes en estos procesos. Las demandas de cambios en las reglas del juego, se debe admitir, implican un reparto de las políticas y de las instituciones.
Del mismo modo, la forma y el contenido de la participación de alguna manera delimitan el quiénes deciden y quiénes deben ejecutar o acatar decisiones.
La burocratización transformó el orden de prioridades; se puso énfasis en las reglas, en la excesiva normatividad, y no en el ¿para qué? La razón instrumental no es un fin en sí misma, cabe recordar; cuando la burocracia se presentó como el mecanismo para consolidar la democracia representativa, Weber fue capaz de relacionar la razón instrumental con las necesidades de la sociedad de su época.
Si se desea una gestión pública capaz de generar los resultados demandados por la sociedad actual, el gobierno no debería instrumentar políticas públicas mediante mecanismos unilaterales de decisión. La gestión pública debería ser concebida como un sistema de cooperación social, con mecanismos e instituciones capaces de articular los intereses y la potenciación de capacidades del gobierno y de la sociedad.
La articulación de las exigencias y demandas nacionales con lo exógeno, de las políticas sociales con las económicas, y las distintas formas y complementariedad con los actores son, entre otros aspectos, componentes de una agenda básica de las funciones del gobierno para orientar las transformaciones de su perfil. Se requiere incrementar la capacidad de gobernar para un mundo cambiante y capacitar, con un contenido ético, a gobernantes y funcionarios públicos.
Lo razonable para la sociedad, el tipo de problemas públicos y la subordinación o preponderancia de la racionalidad a ciertas premisas relevantes para el desarrollo social son conceptos evolutivos en la interacción de las relaciones del Estado y la sociedad, de los gobiernos y la sociedad.
Nos encontramos con sociedades y gobiernos con deficientes capacidades para gobernar y se corrobora la ausencia de una teoría general viable para alcanzar un gobierno adecuado. En esta situación se debe elegir lo más acorde a nuestra realidad entre la diversidad de teorías y propuestas de solución. La perspectiva de mejorar la capacidad y perfil de los gobernantes y de los ciudadanos puede contribuir en esta búsqueda de soluciones a los problemas.
El objetivo de mejorar las capacidades de gobierno a partir de las actuales deficiencias para atender las necesidades sociales, permitirá afrontar en mejores condiciones los retos de fin del milenio y del futuro.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
2.- “Más vale una palabra a tiempo que cien a destiempo”. Miguel de Cervantes
3.- “Siempre es bueno dar consejos, pero darlos buenos es fatal”. Oscar Wilde
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