Debemos exigir a los políticos
que hablen menos y escuchen más, porque esto es una fase indispensable de
consulta que precede y fortalece la expresión social. Deben escuchar con atención y responder en todo
momento con veracidad, porque ya es tiempo de superar la subcultura del rumor,
la desconfianza y la incredulidad. Debe hacerse una amplia convocatoria a
actuar y pensar de manera abierta. Se debe fomentar una nueva cultura política
en el ciudadano para convencerlo, con hechos, de la importancia que tienen sus
acciones y sus decisiones políticas.
Seamos claros: luchar por la
democracia no está exento de riesgos y conflictos. Pero debemos aprender a
encarar la responsabilidad de vigilar que las decisiones gubernamentales se
adopten por quienes estén orientados a escuchar, conciliar, negociar y
coordinar las tareas del desarrollo nacional con vocación política, talento
administrativo, y vocación.
Vivimos en una democracia y
ésta no se agota, sino que comienza en las elecciones. Los actos de gobierno
deben ser responsabilidad permanente con el mandato expreso y concreto de los
ciudadanos. Se debe gobernar de cara al
pueblo, con actitud convencida y de servicio y con plena conciencia de que el pueblo
vigila, supervisa y evalúa de manera cotidiana los actos de los gobernantes.
El avance de la democracia
obliga a un ejercicio colectivo de autocrítica en el gobierno, en las
organizaciones sociales, en los partidos políticos, en la administración, en el
trabajo, en la práctica profesional, en las organizaciones sociales. Una nueva
cultura política de participación, de moderación, es un imperativo democrático.
Todos tenemos una obligación para desterrar la ineficiencia, la
irresponsabilidad, el incumplimiento, la irregularidad y la corrupción que nos
daña a todos.
Hay un entusiasmo por desatar
los cambios más importantes y profundos que un estado, una nación, asumen
cuando están decididos a cumplir con los valores que profesa.
Nuestros valores demandan hoy
un auténtico ejercicio de nuestra libertad política: nuevas y mejores formas de
conciliación, consulta y negociación. Formas benéficas de encuentro entre los
grupos, entre las regiones, los poderes, el ciudadano y el Estado.
En suma: del establecimiento y
vigencia plena de una cultura de la ley, del respeto, de la tolerancia, de la
autocrítica, del cambio con rumbo, con claridad histórica.
Este es un tiempo histórico.
El clamor de todos es por más democracia. Nos toca hoy comprometernos para
conducir el cambio y la transición democrática. Debemos evitar el
exacerbamiento de los conflictos, la intolerancia y el uso de recursos no
políticos.
Entre todos debemos conducir
los cambios que interesen verdaderamente al pueblo. No se debe ceder ante
presiones políticas de corto plazo, ni hacer cambios sin la adecuada
preparación, sustento, reflexión y previsión de tiempos.
La urgencia la debe marcar
nuestra convicción de apresurar el paso para resolver los problemas del Estado,
pero sobre todo, la debe marcar el
pueblo, el pueblo de México.
Tres Comentarios al Margen
1.- Al parecer se complican
las cosas en la Delegación de la Secretaría de Desarrollo Social. La trabazón
parece estar en el nombramiento de la responsable del Programa “Cruzada Contra
el Hambre”. Según mi fuente, el delegado, Carlos Cruz Mendoza, no ha querido darle posesión a la responsable
de dicho programa, Profesora Macrina Linares Grimaldo, porque el propio delegado tiene otra propuesta para dicho cargo.
No hay solución a la vista, hasta que en oficinas centrales se tome la decisión
al respecto.
2.- La conquista del diálogo
no es el acuerdo, sino el reconocimiento. Cada uno reconoce el derecho del otro
a hablar. El diálogo exige atención, no acuerdo. De la conversación no nace
necesariamente el entendimiento. El acuerdo es apenas una posibilidad del
diálogo. Los dialogantes pueden salir del encuentro con las mismas ideas con
las que llegaron. El prejuicio puede, incluso, reforzarse tras el cruce de las
recriminaciones. Por eso hay que tener claro que el diálogo no es la mágica
solución. Pero el intercambio de palabras—sobre todo cuando éstas resuenan en
público—sí es capaz de transformar de forma importante el espacio político. Democracia es una conversación que no admite
argumentos de autoridad. Si es un régimen en donde todo puede ser cuestionado,
es el mundo que no acepta invocaciones de superioridad moral, representaciones
de lo ultraterreno, mensajes de los muertos. El debate democrático necesita
razones, opiniones, argumentos, objeciones, críticas, propuestas. Del hermetismo
de la autoridad no brotará nada de eso. Jesús Silva Hérzog Márquez
3.- El sentido común es el
lugar geométrico de nuestros prejuicios, donde el pensamiento se reduce a su
inercia; es el salario mínimo de la inteligencia. Y lo que nos parece obvio a veces
lo es sólo porque nos falta información. Las victorias más prestigiosas de la
física no han sido hechas con el sentido común sino contra él, no obstante la
evidencia. La historia de la ciencia da voz al tumulto. No es una simple
lectura del mundo. Contemplar no es comprender, mirar no es ver, ver no es
saber. Además, no todo se deja ver. Lejos de exhibirse en la luz de la
evidencia, el universo oculta sus leyes.
La realidad es capaz de no ser
más que una ilusión y la evidencia no es garantía de verdad. Lo que nos parece
hoy racional, ha tenido que imponerse, nunca fue inmediatamente reconocido como
tal. La racionalidad es una construcción y puede construirse sobre
irracionalidades que ella misma ha engendrado. La ciencia es, con frecuencia,
contraria al sentido común. Ikram Antaki
Twitter: @macosta68
1 comentario:
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