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jueves, noviembre 29, 2012

El Debate Democrático, Su Necesidad





A los mexicanos nos hace falta debatir, pero hacerlo bien, en serio, porque el debate es uno de los mejores instrumentos que tenemos para construir democráticamente el México que todos queremos. Así, es, no hay duda. En esencia, democracia es opinión. Sin ésta no hay aquella. Y la opinión toma su fuerza, se tensa, se pone a prueba, en el debate que enciende a la sociedad. En la confrontación de las ideas, a la luz del sol, con viveza, sin temor, hallamos el rumbo de la República. Es el conducto para que circule la verdad, a la que tantos temen tanto. Es el método del entendimiento. Es el cauce de la inteligencia. Es el foro para que en él -y jamás en soledad- se resuelvan los graves problemas de la nación.
Debate es, por supuesto, un diálogo eficaz. En él se enfrentan y se concilian los intereses y las intenciones. No es una sucesión de monólogos, que van cayendo, uno a uno, en el vacío primero y luego en el silencio. No es la expresión de un coro que acompaña -sólo acompaña- el tono mayor de alguna voz. Quienes cantan a coro, no debaten: secundan. Quien domina todas las voces, tampoco debate: resuelve.
En la democracia, de la que el debate es un instrumento formidable -y algo más: indispensable-, la decisión se adopta tras el juego de las opiniones, no antes, ni por encima, ni a su pesar. El debate es el espacio natural para la creación de democracia, porque el en el conflicto, en la exposición de ideas distintas y hasta opuestas, está el génesis de la democracia.
Por ello, debemos respetar las voces que concurren al debate, oírlas, animarlas, atenderlas. Este género de controversias previene contra las otras formas de mostrar la discrepancia, tan resbaladizas: las que comienzan en el disenso y terminan en el conflicto; las que usan la amargura en vez de la esperanza; las que emplean la violencia en vez de la razón. Si no queremos esto -y no lo queremos, porque arriesga todo y a todos nos pone en riesgo-, hay que admitir aquello.
En el marco de esta nueva cultura ciudadana, se necesita de un periodismo comprometido con la certidumbre que otorga la verdad. Demanda un renovado vínculo entre los vecinos y sus autoridades. Dar voz al ciudadano implica garantizarle que tiene sus derechos  pero también la ingente necesidad de que reconozca la delicada responsabilidad que trae consigo el uso de su propia libertad para expresarse.
Ser libre para manifestar nuestras ideas impide que la palabra sea esclava del poder, de aquello que ata para no decir y que se oculta para no escuchar.
Debemos seguir en la búsqueda de una comunidad en el sentido estricto de su propia concepción: un espacio para la convivencia, para fortalecer aquello que nos une y salvar los obstáculos de aquello que nos diferencia.
El objetivo debe ser que la Libertad de Expresión constituya un medio para entendernos y acabe con el rencor vivo que provoca la palabra callada y el silencio humillante.
Por eso debemos respetar y defender la diversidad de voces y de criterios, aun cuando no necesariamente coincidamos con algunos de ellos. Esta es una saludable convicción. Digo saludable, porque lo que se halla en juego -lo está siempre, en las horas apacibles y en las horas turbulentas- es la salud de la República.
Convicción y voluntad de tolerancia, pues. No una tolerancia que desdeña al otro o lo padece, sino una que lo escucha y lo acepta.
Una tolerancia que honradamente camina con quien honradamente difiere, y no sin él, ni en contra suya. Una tolerancia que no mira en el discrepante a un enemigo. Una tolerancia que advierte la inmensa riqueza moral de la pluralidad.
Una tolerancia dispuesta a defender, pero también a conceder. Una tolerancia que escribe la historia con las palabras de todos, no de uno solo. En suma, la antigua tolerancia valiente y luminosa en la que se hizo la fundación de la libertad. Mientras exista esta forma de tolerancia, habrá luz.
En la esta búsqueda de democracia se esconden algunos riesgos. No podemos dejar de notarlos. Ello no es un proceso ordinario dentro de un régimen democráticamente consolidado. Se trata de un rompimiento que somete a prueba a la pertinencia de las reglas y la madurez de los actores. En ambos terrenos se incuba el peligro. Poner el dedo sobre ello no significa amenazar con el caos. Lo que quiero decir es, simplemente, que la aceleración del cambio democrático trae consigo riesgos de importancia. Sería insensato cerrar los ojos ante ellos. Advertir no es amenazar.
Ante esta eventualidad, no es muy claro que el diseño constitucional funcione. El ejemplo muy claro lo tenemos en el ámbito federal, con las consecuencias que todos padecemos. Nuestra constitución carece de válvulas de emergencia para resolver un posible bloqueo legislativo en asuntos tan delicados como la ley de ingresos o el presupuesto de egresos. Confío en que los partidos actuarían de manera responsable, pero no debemos ignorar las posibilidades de la crisis constitucional que puede causar problemas políticos y económicos serios. Necesitamos revisar a fondo el marco institucional del gobierno para hacerlo, además de democrático, eficaz, eficiente y, sobre todo, efectivo.
¿Cuánto debemos proponer, debatir, meditar, insistir, conceder? Habría que preguntarlo a la realidad. Habría que escucharlo del pueblo, que oye, mira y aguarda.
Finalmente, y sólo para recordar a mi entrañable profesor, Marcos Roitman, cabe decir que  la democracia como técnica procedimental no es una alternativa de poder ni una práctica política. Como práctica política, la democracia es un proyecto social ético, fundado en el bien común. Es un mandar obedeciendo.
Tres Comentarios al Margen
1. Mañana concluyen 12 años de gobiernos panistas. El saldo es asaz negativo, no sé si uno de los mayores sea la pérdida de credibilidad de las instituciones y el desgarramiento del tejido social.
2. A Lizzie y Eduardo, mi más sincera felicitación por el nacimiento de su hijo. A mis amigos Fernando Moreno Peña e Hilda Ceballos, doy la más cálida bienvenida al club de los abuelos.
3. No me digan ustedes en dónde están mis ojos,/pregunten hacia dónde va mi corazón. Jaime Sabines
Twitter: @macosta68

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