No hay sociedad democrática sin libertad de
expresión y ésta no puede existir si no predomina un marco social de pluralidad
y tolerancia, valores democráticos que - es cierto- aún deben consolidarse en
nuestro país.
El acto de informar a través de la palabra oral y
escrita es un hecho social inherente al ser humano. El desarrollo de las
sociedades está directamente vinculado al desarrollo de su cultura y la cultura
no se puede concebir sin la comunicación. La libertad de expresión debe
garantizarse en una sociedad que aspira a transitar por el camino de la
democracia.
Aquella es un derecho ganado, pero también es una
responsabilidad social con la verdad. Es fuente de la palabra, de las ideas, de
la razón y del sentido común. La palabra y su manifestación constituyen la
forma clara de lo que nosotros somos y de lo que estamos formados.
Han sido los medios de información los depositarios
de este imprescindible derecho universal. Su tarea es consubstancial a la
libertad de expresión, ellos se han convertido en el vehículo para la
manifestación de los diversos sectores sociales. Pero también es verdad que la
libertad de expresarse no es patrimonio exclusivo de los periodistas. A través
de ellos, el ciudadano busca conocer la verdad de lo que acontece en su entorno,
para tener los elementos que le permitan intervenir en los asuntos que le
conciernen a la comunidad.
La información es una herramienta útil para la toma
de decisiones dentro de un ambiente de democracia. En una sociedad plural y
tolerante, sus diferentes elementos se retroalimentan constantemente para ir
construyendo o modificando sus estructuras. En tal contexto, los protagonistas
son los medios, el gobierno y la sociedad misma.
Los medios de comunicación en México han cumplido
un papel central en los tiempos que ahora nos definen, es decir, en la
transición a la democracia. El periodismo ha adquirido una importancia
creciente para la conformación de una cultura ciudadana. Y, por su parte, los
medios se plantean nuevos problemas éticos respecta a su propio quehacer.
En los momentos de cambio y nuevas definiciones
políticas, como las que ahora vivimos, la sociedad necesita, más que en otras
circunstancias, de la verdad como valor en el periodismo. Así, los medios deben
ser interlocutores, no subordinados al poder, en concreto, al poder político.
Los medios de información deben ser un contrapeso,
no un espejo o un coro laudatorio del poder.
Hoy, el principal problema ético al cual se
enfrenta el periodista es el de impedir que la noticia se vuelva una mercancía,
en ponerle freno a lo que alguien llamó el mercantilismo de la información.
La objetividad, la veracidad, la oportunidad y la
pluralidad, asociada con el análisis de las causas que originan la información,
son la base de un periodismo que abona al terreno de la noticia y el análisis
reflexivo, y no, por contraparte, al del escándalo. Es fundamental seguir
impulsando una nueva cultura política, en la que prevalezca la confrontación de
las ideas y no la guerra de los dicterios.
La importancia social que tienen hoy los medios de
comunicación, ha propiciado intensas discusiones en varios países. En los
principales diarios de Estados Unidos, hace tiempo existen instrumentos para
una búsqueda de valores éticos como los códigos de la redacción, o los ombusdmen.
En la Comunidad Europea hay una Comisión sobre
Políticas de Información y Comunicación, que tiene a la ética periodística
entre sus temas de evaluación permanente. En América del Sur comienzan a
proliferar instrumentos legales para que, sin demérito de la Libertad de
Expresión -así, con mayúsculas-, los
ciudadanos tengan recursos ante los medios.
La sociedad mexicana evoluciona y frente a esos
cambios, exige participar en las decisiones de gobierno. Aquí es donde su
libertad de expresarse, de debatir, adquiere un valor fundamental en la
construcción de una nueva cultura ciudadana.
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