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jueves, abril 19, 2012

Gobernar, los nuevos referentes


Según precisa Cristina T. Penso D Albenzio, en su artículo “Perfil de los gobiernos y las capacidades de gobernación, la función de un buen gobierno es mantener el equilibrio entre los distintos actores sociales. La idea de los gobiernos capaces de hacer todo por sí mismos ha quedado atrás con el agotamiento del Estado de bienestar.

Actualmente, se cuestiona la facultad de cualquier grupo de la sociedad o del gobierno de constituirse en un poder por encima de otros y se demandan cambios en las reglas del juego, es decir, se busca una participación real de la sociedad en las tomas de decisiones.

Por otra parte, las demandas de cambios en las reglas del juego, debemos admitirlo, implican un reparto de las políticas y de las instituciones. Del mismo modo, la forma y el contenido de la participación, de alguna manera delimitan el quiénes deciden y quiénes deben ejecutar o acatar decisiones.

La burocratización transformó el orden de prioridades; se puso énfasis en las reglas, en la excesiva normatividad, y no en el para qué.

Si se desea una gestión pública capaz de generar los resultados demandados por la sociedad actual, el gobierno no debería instrumentar políticas públicas mediante mecanismos unilaterales de decisión.

La gestión pública debería ser concebida como un sistema de cooperación social, con mecanismos e instituciones capaces de articular los intereses y la potenciación de capacidades del gobierno y de la sociedad.

Se requiere incrementar la capacidad de gobernar para un mundo cambiante y capacitar, con un contenido ético, a gobernantes y funcionarios públicos.

Lo razonable para la sociedad, el tipo de problemas públicos y la subordinación o preponderancia de la racionalidad a ciertas premisas relevantes para el desarrollo social son conceptos evolutivos en la interacción de las relaciones del Estado y la sociedad, de los gobiernos y la sociedad.

Nos encontramos con sociedades y gobiernos con deficientes capacidades para gobernar y se corrobora la ausencia de una teoría general viable para alcanzar un gobierno adecuado. En esta situación se debe elegir lo más acorde a nuestra realidad entre la diversidad de teorías y propuestas de solución. La perspectiva de mejorar la capacidad y perfil de los gobernantes y de los ciudadanos puede contribuir en esta búsqueda de soluciones a los problemas.

El objetivo de mejorar las capacidades de gobierno a partir de las actuales deficiencias para atender las necesidades sociales, permitirá afrontar en mejores condiciones los retos del futuro.

Por supuesto, esto requiere tener otra clase de gobernantes y de ciudadanos. Se necesitan ciudadanos más dispuestos a participar de verdad en la vida pública de su comunidad, de externar su opinión y de accionar en relación con los problemas de su entorno y esto no va a ocurrir mágicamente. Para lograrlo, se deben impulsar nuevas formas de participación de la sociedad en la toma de decisiones públicas y en la consulta para el ejercicio de presupuestos participativos.

Este es un camino viable, ya probado una y otra vez en América del Sur, en sitios con peores condiciones a las de Colima. Se puede hacer, se debe hacer. Sin embargo, no sé si los políticos quieran o estén dispuestos realmente a propiciar esta participación de la sociedad.

Ya veremos.

Tres Comentarios al Margen

1. El objetivo del hombre, al compartir una vida en común con otros, se está diluyendo. Nuestros días se definen por el egoísmo, es la impostura del yo que provoca para colocarse por encima del nosotros. La solidaridad está siendo sustituida por la ambición individual.

No sorprende saber que el individuo ambicioso de poder tiene en el campo de la acción política el terreno fértil para solventar sus certezas. Disfrazadas las ambiciones personales con propuestas que sugieren la búsqueda del beneficio colectivo, sabe de la incongruencia que caracterizará sus acciones, de la absurda discrepancia entre su retórica y la conducta que lo motiva a actuar. La política, de esta manera, se percibe como el reino de la simulación y el engaño, más que el campo de la conciliación o de la inteligencia que indaga para ofrecer soluciones.

No es en vano que la literatura especializada sostenga que quienes adquieren poder y apuntalan con él su dominio, se imponen a sus semejantes con la persuasión pero sobre todo con la fuerza. La primera es con un ofrecimiento: que el futuro, a partir del presente, irremediablemente será glorioso para todos. Esa es la promesa. Quien detenta el poder asume que su presente es resultado de un pasado honroso que lo enriquece legitimándolo. A la vez supone que actuando sobre esa realidad vulnerará la utopía con el porvenir esplendoroso que reitera la promesa entregada a los otros. No hay motivo para la mortificación ni para reflexionar en las contrariedades que pudiera afrontar.

El poder tiene la capacidad para convencer con el peso de su palabra. Pero si ésta no fuera suficiente, existe el recurso que disuade con mayor eficacia: el uso de la fuerza. Con ella se levantan fronteras que, en primera instancia, alertan a los inconformes que ansían quebrantarlas. La aplicación de la violencia contra las voluntades que cuestionan la eficacia del que manda, perturbando su estabilidad, es una medida que por convincente resulta ejemplar. Porque en la sociedad integrada, los pesimistas y los inconformes no tienen cabida.

En este contexto, ¿quién podrá ser el apocalíptico que se atreva a tocar las trompetas que anuncien el improbable final de los tiempos? Conociendo de antemano la promesa ¿quiénes son los insumisos que osarán con sus desvaríos modificar su propio presente?, ¿quién tratará de enfrentarse a las instituciones, devastando la normalidad social a través de la trasgresión de las reglas y del formalismo vigente?

2. La inseguridad es la principal preocupación de los colimenses. Las balaceras en lugares públicos, los asesinatos, los robos a casa habitación y, tal como fue denunciado por el dirigente cenecista de Villa de Alvarez, en las rancherías se han vuelto asunto de todos los días los robos de maquinaria, equipo y vehículos.

3. No estamos en una época de larga duración, de proyectos indefinidamente pensados, sino de lo inesperado, de lo flamante, de lo reversible, de lo inmediato, de lo precario, del individualismo egoísta, cuando no del cinismo autista. Jacques Attali

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