La situación se ha complicado
en Michoacán. La forma tan desastrosa como ha sido manejado el asunto de los
normalistas en paro ha demostrado a cabalidad la incapacidad del secretario
general de gobierno de esa entidad, Jesús Reyna, para manejar el asunto.
Hay una situación especial en
Michoacán: el gobernador Fausto Vallejo Figueroa está copado en el gobierno por
la gente de Jesús Reyna. Lo tienen
copado en la administración y el control del Partido Revolucionario
Institucional, de sus estructuras y de
sus órganos de gobierno.
Jesús Reyna fue candidato a
gobernador en la antelación elección y fue derrotado estrepitosamente, quedando
en tercer lugar, pero quedándose con el control del aparato en el comité
ejecutivo estatal del PRI.
Jesús Reyna es un hombre de
choque, un hombre que pretende obtener lo que busca por la vía de la amenaza,
el chantaje, la presión. Es un hombre
capaz de usar la fuerza a la menor provocación.
En el proceso de 2011, fue
capaz de golpear a sus propios compañeros de partido y propició la pérdida de
varios municipios y distritos con tal de que candidatos ligados a quienes él
considera sus enemigos no ganaran las
elecciones.
Lo mismo hizo en este año,
cuando hizo hasta lo imposible para que el PRI perdiera las elecciones para el
senado. Por fortuna para los priistas, Jesús Reyna no consiguió lo que buscaba
y el PRI pudo ganar esa elección.
En Michoacán se ha abusado del
uso de la fuerza física, del choque directo, del enfrentamiento de las fuerzas
del orden contra ciudadanos y ha sido, en todas las ocasiones, Jesús Reyna
quien ha propiciado esta situación.
Parece como si estuviera
haciendo todo lo posible para generar un clima de inestabilidad política, de
incertidumbre y de rechazo al gobierno y particularmente al Partido
Revolucionario Institucional.
Tal parece que Jesús Reyna
está provocando, de manera deliberada,
un rechazo hacia su partido para impedir que éste gane la elección de
gobernador en 2015.
No hay otras razones para
explicar o siquiera justificar la actuación de Jesús Reyna en la Secretaría
General de Gobierno, porque Michoacán ha visto su inoperancia, su violencia, su
actuar turbio.
No hay en el horizonte razones
que hagan prever la salida de Jesús Reyna de la Secretaría General de Gobierno,
ni de que pueda perder el control de aparato en el comité estatal del PRI, ni
de sus órganos de gobierno. Por ello, lo
previsible es que los conflictos sigan subiendo de tono y los desastres sigan
siendo la marca de la casa en Michoacán.
¡Pobre Michoacán, en qué manos
ha caído!
Tres Comentarios al Margen
1. Hasta ayer a las seis de la
tarde, aún no les habían pagado la quincena correspondiente al uno de octubre a
los integrantes del comité directivo estatal del PRI en Colima. Hay muchos, la mayoría, que viven única y
exclusivamente de ese sueldo. Mis informantes dijeron que no sólo era al comité
estatal, sino a todos los comités estatales, los sectores y organizaciones a
los que se les adeuda el pago. Muchos están desesperados, porque si bien antes
ya ha habido problemas para el pago de sus salarios y compensaciones, nunca
habían tardado tantos días en pagarles.
Lo peor, dicen, es que el
presidente del partido, Francisco Anzar,
sólo les ha dado largas pero ha sido incapaz, hasta hoy, de resolver
esta crítica situación. Por supuesto, los quejosos se lamentan de la situación
y se la mientan a los responsables, ¿qué más pueden hacer?
Los hechos dicen más que las
palabras.
2. Según las notas
periodísticas, los manzanillenses recibieron con gusto la designación del
Capitán Fernando Cendejas como nuevo director de Seguridad Pública de ese
municipio. Al Capitán Cendejas, lo
conocieron cuando era responsable de la policía estatal en los gobiernos de
Carlos de la Madrid y Fernando Moreno Peña.
El reto ahora es mejorar la seguridad de los manzanillenses, abatir los
robos a casa habitación y a negocios, que se elevaron casi un 500 por ciento en
los últimos dos años y darles un ambiente de paz y tranquilidad a los porteños,
particularmente.
Ojalá los deseos y propósitos
puedan transformarse en realidades.
3. La crisis de seguridad
puede llevarnos a creer en los atajos de la ilegalidad, en las ventajas de una
arbitrariedad justiciera. El miedo puede hacernos pensar que los procedimientos
y las formas son legalismos de los que se sirven los delincuentes para escapar
de la justicia con la ayuda de un abogado. Jesús Silva Hérzog Márquez
Twitter: @macosta68
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