En los días que corren en
Colima, enfrentamos varios problemas como sociedad y también entidad, pues hay urgencia de mejorar la calidad de vida, la
seguridad de la población y el respeto a los derechos humanos.
Esta es una exigencia
cotidiana. Lo vemos en cada noticiero, en cada medio impreso o electrónico. Recomendaciones
y denuncias van y vienen y nada se logra para mejorar la situación. Los muertos
allí están. La violencia es una espiral ascendente, que todo lo toca, todo lo
contamina.
Por ello, una obligación de
las autoridades, de todos los niveles,
es atender los reclamos de igualdad
económica, de paz social y de infraestructura física y de servicios de la
población, y la ingente necesidad de generación de oportunidades y acceso al empleo, educación, alimentación,
salud y ambiente saludable.
Requerimos gobiernos
transparentes, creativos, activos e incluyentes, que tomen decisiones
responsables, de frente a la sociedad y no se confronten con ella, que le
informen permanentemente de sus avances y resultados y sobre todo, que lo hagan
con verdad, con apego a los hechos.
Requerimos gobiernos que tomen
decisiones avaladas por la opinión de todas las fuerzas políticas y que
administren honestamente los recursos y bienes públicos.
Como sociedad exigimos gobiernos
que respondan a la exigencia de mantener
el orden en las ciudades y en el campo, bajo un nuevo horizonte de inclusión y
de confianza, encarando las diferencias y conflictos con diálogo, armonía,
conciliación y respeto, que eviten tensiones, luchas y desgarramientos
sociales.
La sociedad quiere, desea,
necesita, un gobierno con todos, de todos y para todos. Un gobierno plural y
participativo, que vea y vaya más allá de ideologías, creencias religiosas o
preferencias partidistas, que anteponga el interés general sobre el particular
y que tenga por fundamento a la familia y sus valores.
Esta sociedad exige gobiernos que
apliquen una plataforma de gobierno, emanada de todos los colimenses, para que
se realicen obras y servicios que demanda la sociedad, no las que se le ocurran a un burócrata en el escritorio
o el capricho de un particular, sino que atienda el interés de la colectividad.
Se trata de que en cada
municipio y en todo el estado, esos mandatarios hagan gobiernos transparentes en el manejo de los
recursos públicos, cuyos integrantes tengan los perfiles técnicos, la
disposición personal y el aval social y, sobre todo, los resultados que todos
esperamos y exigimos.
En cada municipio, en todo el
estado, queremos gobiernos con vocación de servicio, que tengan claro que la
sociedad es primero, que deben dedicarse a servir con esmero a cada uno de
quienes habitamos en cada municipio, en cada rincón del estado.
La sociedad exige gobiernos
cuyos trabajadores sean ejemplo en cuanto al cumplimiento de las normas y
reglamentos, pues no se tiene calidad moral cuando se pide a otro que cumpla y
no se pone el ejemplo.
Hay la exigencia social de gobiernos
en los que sus trabajadores sean sensibles, en todo momento, al trato de las
personas que acuden a las instalaciones
oficiales, para que reciban un trato digno y sean bien atendidas y, sobre todo,
entendidas, sin distingo de ninguna naturaleza, desde que lleguen hasta que se
vayan.
Es tiempo de tener gobiernos
donde los trabajadores se esmeren en la atención, escuchen, orienten, asesoren
en trámites que les sean planteados por la población. Gobierno s en que los
mandatarios estén atentos y empeñados, en cumplir y hacer cumplir las leyes y las
normas que rigen nuestra vida en sociedad.
La sociedad quiere gobiernos
que den continuidad a los planes y programas exitosos de las actuales
administraciones, con los ajustes y correcciones necesarias, pues resulta muy
costoso inventar el municipio cada tres
que llega un nuevo presidente municipal o cada seis años, con un gobernador.
Hoy, tristemente, la sociedad
ve cómo los alcaldes y el gobernador salen a mostrar sus emociones, su
tristeza, por tener que prescindir de personal, por darlos de baja, pero no van
más allá. Es evidente que ha habido despilfarros, malas planeaciones y mucha
irresponsabilidad en el ejercicio de sus responsabilidades públicas.
Este no es un señalamiento
gratuito. Sus números lo dicen todo. Sus jefes de prensa podrán decir cuanto
quieran, pero los hechos los desmienten.
Colima está quebrada, en su totalidad.
El poder ejecutivo estatal y los diez ayuntamientos padecen serios problemas
económicos y no hay en el corto plazo forma lógica de mejorar sus economías.
La sociedad está harta de esta
situación.
Tres Comentarios al Margen
1. Al puro llegar, José
Carvajal Larios, director del Instituto
de Suelo, Urbanización y Vivienda del Estado de Colima (Insuvi), que vino a
sustituir al IVECOL y a FIMAGA, se encontró con varias broncas: no hay dinero
para hacer algo que valga la pena, hay problemas de pasivos y un tremendo lío
laboral que debe empezar a atender. Los ocho trabajadores corridos suena a tratar
de boicotear la creación de un sindicato disidente en esa dependencia. Malas
noticias, pues le dan a Audelino Flores Jurado un nuevo frente de batalla.
2. Hace justo un año, falleció
Doña Teresa Nava de Acosta, mi madre. Hoy nos reunimos para recordarla.
3. Mi presencia en el mundo no
hará más que perturbar, muy a mi pesar, algunas existencias tranquilas y turbar
-más aún a mi pesar- la dulce inconsciencia de algunas otras. Emile Ciorán
Twitter: @macosta68
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