Convocar a los foros sobre seguridad fue una excelente idea. Acudieron la mayoría de los invitados y todos dijeron cuanto quisieron decir. No hubo censura al respecto, sino, por el contrario, plena libertad. Hubo agoreros y hubo quienes hicieron coro. No hubo debate, quizá es la única falla que le encontré al foro: faltó debatir.
¿Qué observamos al cabo de tantos trabajos agotadores?
Un pasado que se diluye, un campo yermo, un camino empinado, un horizonte incierto. Por eso es preciso restaurar el diálogo honrado, la reflexión madura y la admisión sincera. En estos días se han alzado muchas voces. Esas voces recapitularon y advirtieron. Lo hicieron en todas partes. Dondequiera existe la necesidad infinita de elevar la voz y exigir respuesta honrada.
Tal vez será necesario moderar o matizar. Quizá será preciso rectificar, antes de ver cómo la gota desborda el vaso.
En este contexto, el debate nos permitiría saber si se debe modificar o si debemos perseverar; o si no debemos hacer nada, sino tan sólo proseguir.
Debemos hablar, pues, de lo que debemos hacer y de lo que no debemos hacer. Convicción y voluntad de tolerancia, pues. No una tolerancia que desdeña al otro o lo padece, sino una que lo escucha y lo acepta.
Vivimos una hora de riesgo. No sólo se halla a prueba el destino del gobierno, que importa a sus funcionarios y a los partidos políticos, sino también el futuro de Colima, que nos importa a todos. Eso es cierto. Nuestro gobierno va más allá de él mismo. Lo que haga y lo que no haga trascenderá e influirá en la sociedad colimense. Así ha sido y así será, probablemente.
Si el pueblo, atrapado en la crisis más grave de su historia moderna, quiere y necesita soluciones suficientes y oportunas, es decir, soluciones de fondo, el gobierno no puede cambiarlas por ponencias; no puede sustituirlas por discursos; y sobre todo, no puede ignorarlas, reprimirlas o suprimirlas absurdamente.
No podemos quedarnos en las anécdotas, ni conformarnos con la planeación de unas cuantas acciones. Porque es preciso saber de dónde venimos, en dónde nos hallamos y a dónde vamos
En ocasiones parece que nos confinamos en preguntas de corto alcance y aportamos respuestas del mismo carácter. Al hacerlo, ignoramos que la lógica política, si quiere dar trascendencia a sus decisiones fundamentales, debe proceder exactamente al revés: fijarse primero un gran destino, y luego, dar los pasos que necesite para alcanzarlo.
Pero también es válido y legítimo que en la confrontación de las ideas queden claras las intenciones de quienes las profesan.
Dije antes que hizo falta debatir a fondo las propuestas y ello es porque en toda sociedad que presuma de ser democrática, son bienvenidas la expresión de ideas diferentes, y hasta opuestas, porque se trata de construir entre todos una sociedad más crítica, más informada, más plural y más participativa y una forma de promover la participación es discutiendo públicamente los asuntos que competen a todos.
Desde mi punto de vista, a los colimenses nos hace falta debatir, pero debemos hacerlo bien, en serio, porque el debate es uno de los mejores instrumentos que tenemos para construir, democráticamente, el México que todos queremos. Así es, no hay duda.
En mi opinión, en esencia, democracia es opinión. Sin ésta no hay aquélla. Y la opinión toma su fuerza, se tensa, se pone a prueba, en el debate que enciende a la sociedad.
En la confrontación de las ideas, a la luz del sol, con viveza, sin temor, hallamos el rumbo de la república.
A este respecto, debemos enfatizar que el debate sirve para encontrar nuestras diferencias y construir acuerdos a partir de ellas.
Por eso hoy que nos movemos en la incertidumbre y el desaliento, hoy que en nuestras aguas hay corrientes de infortunio y acuden, sin término aparente, las noticias de nuevos hallazgos deplorables, es preciso poner manos a la obra.
Es preciso debatir para saber qué rumbo debemos darle a Colima, para saber cómo vamos a afrontar los problemas que enfrentamos y para saber cuál es nuestro destino y qué horizonte nos plantemos.
Así amainarán los vientos que soplan.
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