Cobrar impuestos ha sido siempre una labor ingrata. Saulo, según se cuenta, era un recolector, cobrador o como usted quiera llamarlo, de impuestos del imperio romano. Era un hombre odiado, como lo son ahora quienes representan en todos los países a la dependencia encargada de esa ingrata pero vital tarea para cualquier gobierno.
Por eso entiendo los gritos y los sombrerazos que han acompañado al proceso de la discusión, análisis y aprobación de la ley de ingresos del gobierno federal para el próximo año. Es cierto, las leyes fiscales mexicanas tienen grandes boquetes por donde se van, de manera descarada pero legal, cientos de miles de millones de pesos anualmente.
Es tristísimo ver como los grandes consorcios, las grades empresas instaladas en este país, son quienes menos contribuyen al gasto público porque son quienes menos impuestos pagan y no digo esto en términos relativos, sino en número absolutos.
Ha sido la propia Secretaría de Hacienda la que ha puesto en la mesa de discusión a las empresas y los montos que pagan anualmente de impuesto sobre la renta o por el Impuesto al Valor Agregado, el famosísimo IVA. Se va usted e espaldas cuando se da cuenta que Televisa, por citar un caso, paga menos impuesto sobre la renta, el ISR, que un director de secundaria con plaza en nivel D de carrera magisterial y con el 100 por ciento de sobresueldo, cuyo sueldo mensual no pasa de ser cercano a los cincuenta y cinco mil pesos mensuales brutos, es decir, antes de que le sea descontado el ocho por ciento de aportaciones al ISSSTE, el uno por ciento por cuotas sindicales y lo relativo al ISR.
Usted puede pensar que exagero al señalar lo anterior, pero puede consultar y comparar las páginas electrónicas de Hacienda y la SEP para ver que mi dicho es cierto a cabalidad.
Me gustaría que usted hiciera un alto en el camino y me acompañara en las siguientes consideraciones y reflexiones: la inmensa mayoría de los ayuntamientos del país están en la ruina económica; la misma situación acontece a los gobierno de los estados; la situación económica actual es crítica y las perspectivas de que se componga son lejanas y, por lo menos, será hasta el 2011 tendremos un ligero repunte, según los expertos en el tema económico.
En este sentido, no hay dinero para nada. Literalmente para nada. Esto produjo una paradoja: necesitamos dinero para seguir funcionando como país, pero nadie quiere poner nada. Todos quieren dinero, pero nadie quiere aportar un céntimo.
Es evidente que estamos ante la paradoja planteada por Unamuno, cuando decía que los países más ricos lo eran porque invertían más recursos en la educación de sus poblaciones, pero la paradoja estaba en el hecho probado de que los países más educados eran aquellos cuyos gobiernos tenían los recursos suficientes para destinarlos a la educación en todos sus niveles.
Ahora bien: los impuestos aprobados son necesarios. Debemos reconocerlo, aunque nos disguste hacerlo. Pero también es cierto que el gobierno debe hacer un esfuerzo real. Mire usted: lastima saber que el alcalde Coquimatlán destine una cierta cantidad de dinero, poco más de 25 mil pesos mensuales, para gasolina de su vehículo oficial, cuando ese municipio tiene graves problemas económicos y no tiene, siquiera, para cubrir las deudas que tiene el sistema de agua potable con la CFE por la energía eléctrica utilizada para extraer y movilizar el agua potable.
Los ciudadanos debemos exigirles a los gobiernos -federal estatal y municipales-, que hagan un uso eficiente de nuestros recursos, que no haya dispendios.
El gobierno federal podría disminuir su gasto en materia de comunicación social, eso es una lanototota. Esos recursos podrían tener un mejor destino. Podrían, también, desparecer tantas delegaciones que no tiene función real: la de la SEP, por citar una de ellas, porque no tiene funciones operativas y es “sólo” una representación de la dependencia. Así mismo, podría desaparecer Sedesol y sus funciones podrían ser absorbidas por la dependencia estatal del mismo nombre, lo mismo pasaría con la Sagarpa, que sería federalizada y el gobierno estatal, a través de la Secretaría de Desarrollo Rural, podría manejar los programas y recursos sin ningún problema.
El esquema podría ser similar al usado con la federalización de la educación básica y normal.
Pero volvamos al principio: a nadie nos gusta pagar impuestos, aunque sepamos que ahora, los estados y municipios tendrán más dinero con ese uno por ciento adicional al IVA y ello vendrá a remediar, aunque sólo sea en parte, la gran crisis por la que atraviesan y cuyo final no se avizora en el corto plazo.
Una reflexión final: el incremento del dos por ciento al índice superior del ISR, que pasará del 28 al 30 por ciento, afectará a muy pocos mexicanos, porque debemos recordar que el pago de este impuesto es proporcional a los ingresos que se tienen y que quienes ganan hasta cuatro, o cinco, salarios mínimos están exentos de hacer dicha contribución.
Los otros impuestos, los relativos a la cerveza y el alcohol, son necesarios y los consumidores pueden pagarlos sin ningún problema. El asunto de las telecomunicaciones se cuece aparte y merece un comentario especial
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. Fui invitado por Jesús Llanos a integrarme a Grupo Radiorama en Colima, a través de la W, en el 1020 de amplitud modulada. Es una nueva y grata experiencia, sobre todo por el hecho de levantarme a las cinco de la mañana para iniciar el programa a las seis en punto. En Lo Que Se dice, que tal es el nombre del programa, hay un ejercicio pleno de la libertad expresión, tal como ocurre aquí en Milenio Colima.
Es gratificante trabajar con tanta libertad de acción y expresión. Si usted suele levantarse temprano, lo invito a sintonizar la 1020 de amplitud modulada y escucharnos, tal vez hasta se divierta un poco
2. Para ti soy un ateo, pero para Dios soy un miembro de la oposición. Woody Allen
3. Soy un prófugo de la injusticia. Felipe Aguirre
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