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viernes, octubre 16, 2009

Falsedades o Mentiras

Los políticos suelen tener una credibilidad muy baja. Usted puede constatarlo si consulta cualquiera de las muchas encuestas realizadas con ese propósito. La credibilidad de los políticas es aún menor a la de los policías.

Empresas encuestadoras locales, como Proyecta, y nacionales, como Mitofsky, suelen realiza regularmente estudios cuyos resultados confirman mi aserto. ¿Por qué la sociedad confía tan poco en los políticos? ¿Por qué “político” es un término cuya equivalencia es la de mentiroso o falsario?

Debemos reconocer un hecho probado y comprobado: los políticos son quienes más contribuyen a darle certidumbre a este concepto. Sin haber necesidad, suelen soltar falsedades o, de plano, mentiras. Insisto, sin ninguna necesidad. Los ejemplos sobran y para muestra basta un botón muy colimense, porteño, para ser preciso.

Hace pocos días, hubo una reunión entre una de tantas asociaciones de jubilados y pensionados, federales y federalizados, y legisladores federales. La nota publicada da cuenta de los pormenores de la reunión y de las respuestas de los legisladores a sus peticiones, fundamentalmente relacionadas con el asunto de la homologación de pensiones y jubilaciones, en especial algunas prestaciones de los trabajadores de la educación pensionados y jubilados por el gobierno del estado.

La nota publicada da cuenta de cómo la senadora panista Martha Sosa de Rodríguez García, nacida en la primera mitad del siglo pasado, se comprometió a llevar el asunto al senado -así, con minúsculas- para allí, mediante la aprobación de un punto de acuerdo, promovido por la propia senadora porteña, atender las peticiones de los jubilados y pensionados e incluirlas en el próximo presupuesto de egresos de la federación.

Cuando leí esto, no supe si reírme o llorar. Debo reconocerlo: la acción de la senadora panista no me sorprendió, porque así actúa regularmente la señora Sosa de Rodríguez García. Mire usted, amable lector: desconozco si la señora Sosa dijo falsedades o mentiras y digo esto porque el asunto del punto de acuerdo en el senado es una vacilada, una verdadera broma. No tiene ningún valor, no sirve para nada.

Me explico: el Senado no tiene vela en el entierro en cuanto se refiere a la aprobación del presupuesto de egresos. No tiene absolutamente nada qué ver, porque es una facultad exclusiva de la Cámara de diputados. Punto. Es en el presupuesto de egresos, precisamente, donde se podría incluir a los jubilados y pensionados y así, pudieren ser beneficiados con algunas partidas cuyo prepósito sería satisfacer sus demandas.

En el Senado se discute, como Cámara revisora, el asunto de la Ley de Ingresos. Así, la Senadora Sosa podría comprometerse con los colimenses a no votar a favor de incrementar impuestos, particularmente el dos por ciento a alimentos y medicinas y el cuatro por ciento a telecomunicaciones. Eso podría tener valor y no lo del citado punto de acuerdo, cuyo destino sería, precisamente, la Cámara de diputados, a donde se turnaría el multicitado punto de acuerdo.

Ahora mal: no sé si la senadora Sosa dijo falsedades o mentiras. Me explico: si ella dijo falsedades, es decir, cosas que no son ciertas, implica que desconoce qué puede y qué no puede hacerse en el Senado. No sabe, pues, cuáles son los asuntos que pueden, mediante un punto de acuerdo en esa Cámara, convertirse en realidad. Recuerde usted: las falsedades pueden decirse de buena fe, porque se piensa, se cree y se toma lo afirmado como cierto, aunque en realidad no lo sea.

Por otra parte, si la senadora Sosa sabe qué se puede y qué no se puede hacer en el Senado, entonces debemos reconocer que la porteña mintió linda y orondamente a los jubilados y mencionados, es decir, les dijo falsedades a sabiendas de que lo eran. La señora sabe que el punto de acuerdo tiene tanto valor como el papel en que quedará escrito y quizá hasta menos. Y lo digo porque la señora senadora Sosa también sabe que ella no tiene peso específico en el Senado, no significa nada más que un número, que una curul, no tiene su voz un peso propio. Eso es un hecho, simple y llanamente un hecho, y el asunto es porque ella no es la coordinadora de su fracción, ni preside ninguna comisión y en la que debería estar, en la de límites, no está. Tampoco es líder de un grupo político con importancia nacional, regional o estatal al interior de su partido. ¿Entonces?

De esta manera, mentir tiene una intención: engañar al interlocutor, hacerle pensar que algo va a ocurrir cuando la parte emisora sabe de antemano que no será así. Es decir, mentir implica mala fe, engaño, deslealtad, trampa, astucia, ardid, sosería, hipocresía, artimaña, añagaza y cuantos sinónimos pueda usted añadir.

Por acciones como ésta, la gente pierde la fe y disminuye la credibilidad en los políticos. En el caso particular de la senadora Sosa de Rodríguez García, me parece lamentable su actuar, sobre todo porque no había ninguna necesidad de hacerlo de esa manera. No había necesidad de mentir a quienes, esperanzados, aplaudieron su intervención en el acto ya referido.

Por eso pregunto y me pregunto: ¿hay necesidad de que los políticos nos mientan? ¿Mienten por gusto, por sistema?

No lo sé, pero ojalá usted pueda ayudarme a encontrar respuestas.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1. Ayer tomaron posesión los 10 alcaldes de la entidad. Manzanillo y Colima, nuevamente tienen las mayores expectativas. En una colaboración posterior habremos de comentar los nombramientos hechos por ambos alcaldes. En el resto de los municipios, la pobreza y miseria los hacen ver, más que como alcaldes, apenas como meros paga-nóminas.

2. Al parecer, la posposición de la toma de protesta a los munícipes entrantes de Tecomán se debió a la falta de quórum del cabildo saliente. El hecho niega aquello de “dinero maldito que nada vale”, ¿no?

3. Cualquiera que tenga forma puede ser definido, y cualquiera que pueda ser definido puede ser vencido. Sun Bin

macosta68@gmail.com

agendapolitica.blogspot.com

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