Buscar este blog

jueves, diciembre 20, 2012

Decepción por la democracia II





Este discurso catastrofista, que en cierta medida era un reflejo distorsionado del desconcierto de amplios sectores sociales ante los cambios que se estaban produciendo, no sólo no se cumplió sino que con el paso del tiempo se fue atenuando en parte.
Durante la década de los 80 se asistió a un proceso de normalización de algunos de aquellos fenómenos que años antes habían surgido de manera disruptiva en la escena política. La creciente presencia de la acción colectiva en forma de protesta social o de movimientos sociales, junto al aumento del repertorio participativo de los ciudadanos hizo que los límites institucionales de la vida democrática se ampliarán progresivamente, en una tendencia que se ha ido profundizando en años posteriores.
Sin embargo, en la última década del siglo XX hemos asistido a una nueva reaparición del discurso de la crisis y, además, con una singular intensidad.
Son muchos los fenómenos que vendrían a apoyar este diagnóstico. Los problemas de identidad y afiliación que experimentan la gran mayoría de los partidos políticos clásicos, la brusca transformación de los sistemas de partidos e incluso del sistema institucional en países como Italia, la aparición masiva de escándalos de corrupción, el resurgimiento del populismo neofascista en algunas democracias que se creían sólidamente asentadas, etcétera.
Pero es importante darse cuenta de la nueva orientación que parece haber adoptado este discurso crítico. Frente a los presagios catastrofistas que se hacían en los años 60 o 70, ahora predomina el escepticismo. Este nuevo sesgo se podría explicar, en parte, precisamente por el fracaso de muchas de las predicciones que se hicieron en esos momentos.
El sistema político democrático ha demostrado tener una mayor capacidad de la prevista para adaptarse a los cambios estructurales que se han producido en las sociedades industriales avanzadas.
Asimismo da la sensación de que se había sobreestimado la trascendencia de algunos fenómenos, como por ejemplo la acción de los movimientos sociales, que en un primer momento parecieron graves problemas para la democracia y que posteriormente han proporcionado una interesante tendencia de renovación y revitalización de la vida democrática. Además no se puede olvidar el triunfo de la democracia como sistema o ideal político.
A principios de este nuevo siglo, el escenario en el que nos movemos en las sociedades occidentales es ciertamente complejo y básicamente ambivalente. Junto a la apatía y desinterés que tamiza todas las relaciones que los ciudadanos mantienen con el sistema político y el deterioro del clima de confianza, no puede tampoco desconocerse la existencia de una tendencia de dinamismo participativo que está transformando el orden institucional de las democracias. El resultado es la dificultad de establecer tendencias claras de evolución para un futuro próximo. Las evidencias empíricas en bastantes ocasiones son contradictorias entre sí y, en consecuencia, las explicaciones que se ofrecen son también múltiples y, a veces, difíciles de conciliar.
Actualmente, uno de los temas centrales del análisis sociológico tiene como objeto esclarecer cuál es el rumbo que está tomando la sociedad contemporánea frente al acelerado proceso de globalización.
Una de las conclusiones a las que se ha llegado no deja de ser inquietante: las instituciones ya no representan los intereses de los individuos y aquéllas han entrado en una fase de decadencia que se manifiesta en el advenimiento de nuevos tipos de relaciones sociales y de fragmentación cultural.
Según Alain Touraine, vivimos una de desmodernización, caracterizada por la preeminencia del liberalismo y la consolidación de una economía mundializada. Esta circunstancia ha penetrado todo el tejido social provocando en él un cambio dramático: las identidades sociales se han trastocado en identidades culturales.[1]
La sociedad moderna manifiesta profusos signos que revelan la ausencia de valores comunes y progresivamente ha dejado de ser un espacio de integración y de identidad colectiva.
Por ejemplo, el concepto de nación se ha ido diluyendo paulatinamente y está siendo sustituido por un fuerte sentido de pertenencia a una comunidad (étnica, religiosa, cultural) a la vez que se exalta el predominio de una moral personal que abandona cualquier modelo de referencia y se enriquece con un “torbellino de acontecimientos e informaciones”.
Por su parte, el sociólogo alemán Ulrich Beck, concluye que la sociedad postindustrial no sólo ha consumido y destruido los recursos naturales, sino también sus recursos morales, mostrándose hasta ahora incapaz de restituirlos, de tal suerte que los valores consagrados por las estructuras tradicionales (familia, escuela, religión, partidos, gobiernos, etcétera), están siendo ineluctablemente reemplazados por un proceso de individualización que reclama libertad política, realización personal, aislamiento de los otros, un estilo de vida y más tiempo libre.
Estamos entrando a una segunda modernidad, afirma Beck, y hacia ella se dirigen los hijos de la libertad. Individuos que huyen de las organizaciones incapaces de manejar la creciente diversidad, ciudadanos para quienes las instituciones universales heredadas de la tradición y que han sido el fundamento de nuestra convivencia (el matrimonio, la paternidad, la familia, la nación), “han perdido su fuerza persuasiva y practicabilidad”.
Las prioridades de esta generación emergente excluyen lo material y su demanda es un criterio subjetivo: una mejor calidad de vida.
Tres Comentarios al Margen
1. Mario Anguiano Moreno, gobernador de Colima, afirmó que los siguientes años serán los mejores de su gobierno. Afirmó también que con FECALHIN se incrementó la violencia producida por el narcotráfico, es decir, los últimos tres años de Silverio Cavazos  y los tres primeros suyos. Alguien dijo que sólo el dos por ciento de su presupuesto total destina el gobierno estatal para el pago de su deuda, pero eso puede significar hasta 160 millones  de pesos al año, si el presupuesto es de ocho mil millones de pesos. Más comentaremos y diremos.  
2. Mi padre cumple mañana 82 años de edad. Lamento mucho que el día su cumpleaños  sea, precisamente, el del fin del mundo previsto por los mayas. De cualquier manera, celebraremos como se debe la larga vida de mi padre, aunque se enojen los mayas.
3. Sé que voy a quererte sin preguntas/sé que vas a quererme sin respuestas. Mario Benedetti
Twitter: @macosta68


[1] Touraine, Alain. ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes, México, F.C.E. 2000.

No hay comentarios.: