Este discurso catastrofista,
que en cierta medida era un reflejo distorsionado del desconcierto de amplios
sectores sociales ante los cambios que se estaban produciendo, no sólo no se
cumplió sino que con el paso del tiempo se fue atenuando en parte.
Durante la década de los 80 se
asistió a un proceso de normalización de algunos de aquellos fenómenos que años
antes habían surgido de manera disruptiva en la escena política. La creciente
presencia de la acción colectiva en forma de protesta social o de movimientos
sociales, junto al aumento del repertorio participativo de los ciudadanos hizo
que los límites institucionales de la vida democrática se ampliarán
progresivamente, en una tendencia que se ha ido profundizando en años
posteriores.
Sin embargo, en la última
década del siglo XX hemos asistido a una nueva reaparición del discurso de la
crisis y, además, con una singular intensidad.
Son muchos los fenómenos que
vendrían a apoyar este diagnóstico. Los problemas de identidad y afiliación que
experimentan la gran mayoría de los partidos políticos clásicos, la brusca
transformación de los sistemas de partidos e incluso del sistema institucional
en países como Italia, la aparición masiva de escándalos de corrupción, el
resurgimiento del populismo neofascista en algunas democracias que se creían
sólidamente asentadas, etcétera.
Pero es importante darse
cuenta de la nueva orientación que parece haber adoptado este discurso crítico.
Frente a los presagios catastrofistas que se hacían en los años 60 o 70, ahora
predomina el escepticismo. Este nuevo sesgo se podría explicar, en parte,
precisamente por el fracaso de muchas de las predicciones que se hicieron en
esos momentos.
El sistema político democrático
ha demostrado tener una mayor capacidad de la prevista para adaptarse a los
cambios estructurales que se han producido en las sociedades industriales
avanzadas.
Asimismo da la sensación de
que se había sobreestimado la trascendencia de algunos fenómenos, como por
ejemplo la acción de los movimientos sociales, que en un primer momento
parecieron graves problemas para la democracia y que posteriormente han
proporcionado una interesante tendencia de renovación y revitalización de la
vida democrática. Además no se puede olvidar el triunfo de la democracia como
sistema o ideal político.
A principios de este nuevo
siglo, el escenario en el que nos movemos en las sociedades occidentales es
ciertamente complejo y básicamente ambivalente. Junto a la apatía y desinterés
que tamiza todas las relaciones que los ciudadanos mantienen con el sistema
político y el deterioro del clima de confianza, no puede tampoco desconocerse
la existencia de una tendencia de dinamismo participativo que está
transformando el orden institucional de las democracias. El resultado es la
dificultad de establecer tendencias claras de evolución para un futuro próximo.
Las evidencias empíricas en bastantes ocasiones son contradictorias entre sí y,
en consecuencia, las explicaciones que se ofrecen son también múltiples y, a
veces, difíciles de conciliar.
Actualmente, uno de los temas centrales del
análisis sociológico tiene como objeto esclarecer cuál es el rumbo que está
tomando la sociedad contemporánea frente al acelerado proceso de globalización.
Una de las conclusiones a las que se ha
llegado no deja de ser inquietante: las instituciones ya no representan los
intereses de los individuos y aquéllas han entrado en una fase de decadencia
que se manifiesta en el advenimiento de nuevos tipos de relaciones sociales y
de fragmentación cultural.
Según Alain Touraine, vivimos una de desmodernización, caracterizada por la
preeminencia del liberalismo y la consolidación de una economía mundializada.
Esta circunstancia ha penetrado todo el tejido social provocando en él un
cambio dramático: las identidades sociales se han trastocado en identidades
culturales.[1]
La sociedad moderna manifiesta profusos
signos que revelan la ausencia de valores comunes y progresivamente ha dejado
de ser un espacio de integración y de identidad colectiva.
Por ejemplo, el concepto de nación se ha ido
diluyendo paulatinamente y está siendo sustituido por un fuerte sentido de
pertenencia a una comunidad (étnica,
religiosa, cultural) a la vez que se exalta el predominio de una moral personal que abandona
cualquier modelo de referencia y se enriquece con un “torbellino de
acontecimientos e informaciones”.
Por su parte, el sociólogo alemán Ulrich
Beck, concluye que la sociedad postindustrial no sólo ha consumido y destruido
los recursos naturales, sino también sus recursos morales, mostrándose hasta
ahora incapaz de restituirlos, de tal suerte que los valores consagrados por
las estructuras tradicionales (familia, escuela, religión, partidos, gobiernos,
etcétera), están siendo ineluctablemente reemplazados por un proceso de
individualización que reclama libertad política, realización personal,
aislamiento de los otros, un estilo
de vida y más tiempo libre.
Estamos entrando a una segunda modernidad,
afirma Beck, y hacia ella se dirigen los hijos
de la libertad. Individuos que huyen de las organizaciones incapaces de
manejar la creciente diversidad, ciudadanos para quienes las
instituciones universales heredadas de la tradición y que han sido el
fundamento de nuestra convivencia (el matrimonio, la paternidad, la familia, la
nación), “han perdido su fuerza persuasiva y practicabilidad”.
Las prioridades de esta
generación emergente excluyen lo material y su demanda es un criterio
subjetivo: una mejor calidad de vida.
Tres Comentarios al Margen
1. Mario Anguiano Moreno,
gobernador de Colima, afirmó que los siguientes años serán los mejores de su
gobierno. Afirmó también que con FECALHIN se incrementó la violencia producida
por el narcotráfico, es decir, los últimos tres años de Silverio Cavazos y los tres primeros suyos. Alguien dijo que
sólo el dos por ciento de su presupuesto total destina el gobierno estatal para
el pago de su deuda, pero eso puede significar hasta 160 millones de pesos al año, si el presupuesto es de ocho
mil millones de pesos. Más comentaremos y diremos.
2. Mi padre cumple mañana 82
años de edad. Lamento mucho que el día su cumpleaños sea, precisamente, el del fin del mundo
previsto por los mayas. De cualquier manera, celebraremos como se debe la larga
vida de mi padre, aunque se enojen los mayas.
3. Sé que voy a quererte sin
preguntas/sé que vas a quererme sin respuestas. Mario Benedetti
Twitter: @macosta68
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