La ampliación de la vida democrática es aspiración de todos los pueblos en todas las épocas de la vida. Muchas han sido las luchas emprendidas para alcanzar este objetivo, este anhelo.
Hoy, no pueden negarse los avances logrados. El voto a la mujer, la reducción de la edad para obtener la ciudadanía, los diputados de partido, la representación proporcional y la integración de organismos electorales cuya composición representa las distintas tendencias y partidos políticos nacionales y a la sociedad civil misma, son muestras claras de estos avances.
El proceso electoral de 1988 fue un parteaguas y marcó para siempre a los mexicanos. Mucho ha cambiado el estilo de actuar de los políticos en este país. La elección de Salinas de Gortari modificó las reglas conocidas hasta entonces. A partir de ese momento, ya nada fue igual. Como parte de la estrategia general destinada a la recuperación electoral del PRI en 1991, se hizo un nuevo ordenamiento electoral cuyo contenido fue negociado con los panistas para lograr su aprobación en un Congreso dominado, en el papel, por la oposición.
Con el Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales, hubo mayores márgenes de seguridad para el partido del gobierno. Los famosos candados y las cláusulas de gobernabilidad impedían, de facto, la repetición del ardiente verano de 1988.
Por otra parte, el uso del Pronasol como un mecanismo de penetración en lugares donde el PRI había sido barrido ese año, permitió su recuperación electoral en 1991. Esa victoria rompió muchos planes de los estrategas salinistas y “mató” a los inscritos como candidatos a asambleístas plurinominales. El caso sonado fue el de Marcelo Ebrard, quien vio pasar ante sí la coordinación de los asambleístas.¡ Quién diría que 15 años después sería el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México!
Pero como ya fue probado en el 2000 y en el 2006, se pueden ganar elecciones si existen, al menos, estas condiciones mínimas: un padrón confiable, autoridades electorales fortalecidas y voluntad política de todos para respetar la decisión ciudadana.
Ninguna de las variables existe para siempre ni en cualquier circunstancia. Con todo y la alternancia política -que no la transición democrática-, mucho depende aún de la voluntad presidencial. La coyuntura rige en este país. No existe un proyecto político viable y sufrimos una profunda crisis financiera. México da tumbo tras tumbo.
Los problemas han crecido desde la toma de posesión de Felipe Calderón y por eso, ahora no basta una reforma electoral para paliarlos. Las derrotas electorales del PAN en las elecciones intermedias, dejaron a Calderón en un estado de indefensión ante los priistas que gobiernan la cámara de diputados y la mayoría de los estados. El poder en este país pasa por el PRI.
Resolver los problemas del país requiere establecer un nuevo pacto social, nuevas reglas e invitar a todos los actores a participar. No es algo fácil, más cuando Calderón ha reiterado que no variará su política económica.
Sin embargo, quienes crecimos en un país donde el nacionalismo era una ideología con sentido social y la obra revolucionaria un proyecto con valores como bienestar social, democracia, justicia y libertad, sabemos que, por encima de nuestras múltiples y naturales diferencias de opinión, se encuentra el supremo interés de la nación, de ahí la importancia de alcanzar la reconciliación a través de la unidad nacional.
Esta unidad nacional la entendemos como la condición básica para solucionar, juntos, nuestros problemas.
Esta forma de concebir el concepto implica suma de voluntades y esfuerzos y mantiene su validez, a pesar de estar tan manoseada por los políticos en sus discursos.
Unidad en la pluralidad de concepciones e ideas no es un camino fácil, pero sí el único seguro para consolidar nuestra nación. Así, unidad nacional se vuelve sinónimo de libertad y soberanía.
Muchos hablan de la alternancia política, pero la transición democrática requiere una convicción incluyente. Entender con claridad que todos estamos obligados a participar en la discusión, análisis y toma de decisión de hacia dónde queremos ir, cómo queremos ir y cuándo queremos ir. La responsabilidad es de todos. Nadie es dueño de la verdad absoluta. En la discusión cabemos todos.
En el ámbito de la práxis política, la tarea primigenia debe ser echar abajo el viejo aparato, la nomenklatura, las estructuras caducas, para arribar a un nuevo estadio de evolución donde podamos definir el destino de este país.
Pero, reitero, la obligación es de todos. Los políticos han convertido a este país en un estercolero. Estamos obligados a devolverle su dignidad a la acción política cotidiana. Debemos recuperar la confianza de la sociedad, la credibilidad en las palabras de los dirigentes y actores políticos.
Este puede ser un primer paso importante. De nosotros depende.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. Joel Padilla Peña, dirigente del PT, amenazó con llevar casi dos mil personas a la reunión que el gobernador Mario Anguiano sostendrá con dirigentes de los partidos políticos. Esta acción se debe, según Padilla, a que el gobierno estatal ha incumplido su compromiso y ello les ha impedido pagar a CIAPACOV, que ya requirió el pago de 80 mil pesos, o les cortarán el agua a los Cendi’s que administran.
Aseveró, también, que con el recurso que se adeuda se pagará agua, luz, mantenimiento de alberca, alimento de los niños y el salario del personal.
Joel Padilla ha hecho su movida. El gobierno tiene la mano.
2. Desbordante recepción dieron los priistas manzanillenses a su alcalde, Nabor Ochoa López, en la reunión convocada por ese partido para detalles para la elección del presidente y el secretario general del comité municipal priista. La magia se mantiene y Nabor está aún en la cresta de la ola. Mantenerse allí es vital.
3. Mi misión es matar el tiempo; y la de éste, matarme a su vez. Se está bien entre asesinos.
E. M. Cioran
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