Hoy, los priistas nos dolemos de
políticas económicas cuya aplicación laceró al país y ensombreció sus días: de
ellas procede ese inmenso contingente de mexicanos en pobreza extrema, es decir,
en franca y dolorosa miseria.
Son millones, no sólo un puñado.
Ayer, nos avergonzaba impulsar la pretensión de justicia social y hoy nos
dolemos de haberla abandonado y sustituido por un catálogo aséptico de medidas
administrativas que nos condujeron a esta pesadilla.
Nos dolemos también del olvido de
una Revolución popular en aras de programas, acciones, metas y lineamientos
carentes de espíritu y también de cuerpo. De todo eso, y más, nos dolemos hoy.
Por todo eso, y más, debemos repensar a Colima y rehacer su camino y su
destino.
Los asuntos a tratar son
numerosos y apremiantes. Cada uno constituye un paso adelante en la ardua tarea
de repensar al PRI.
No es fácil, y hasta sería
arbitrario, colocar algún tema en primer término y los otros después, como asuntos
aplazables o secundarios.
Los mayores temas de Colima
poseen una extraña virtud: todos son principales e impostergables. Urgen y
tocan a nuestra puerta. Si no hay respuesta, la derribarán. Por eso debemos
abordarlos en haz: todos de una vez.
Ahora bien, ¿cómo hacerlo si no
hemos hecho, previamente, ese ejercicio de reflexión para definir cómo queremos
ser y hacia dónde nos debemos dirigir? No basta con enunciar con quién o dónde nos
debemos afiliar.
En este contexto, abramos la
discusión sobre el tema del estado, de nuestro Estado. Ese debe ser el orden
del día, y ese debe ser el orden de los temas en estos días.
Antes de poner en unas manos el Partido,
debemos poner en las manos de todos, la decisión sobre el destino de este Partido.
Es decir, antes de elegir a una persona debemos repensar a Colima y al Partido
que deseamos tener, construir a partir de ya.
Luego se entregará la estafeta,
con un mandato preciso: recobrar el rumbo perdido, reencontrarnos con la sociedad
y devolverle al Partido su condición de mayoritario.
Sólo así tendremos un Partido con
rumbo, aprovisionado con el ánimo, el espíritu y el mandato de todos.
Sólo así contaremos con los
instrumentos para mover las fuerzas del estado. Me pregunto y pregunto: ¿no es
esto cuanto deseamos, cada vez con mayor anhelo y con más urgente necesidad?
¿Cómo podemos contribuir a este gran esfuerzo de reflexión para repensar a
Colima y redefinir al PRI?
Desde mi punto de vista, la única
manera de hacerlo exitosamente es con la aceptación de la responsabilidad
tenida en la debacle del uno de julio, porque cada uno, desde nuestro nivel de
participación y responsabilidad, estamos obligados a asumir la parte
correspondiente por la pérdida catastrófica, aunque previsible, sufrida en los
idus de julio.
Cada uno debemos asumir las
culpas y las consecuencias de éstas. Debemos rechazar responsabilidades
colectivas y automáticas. Ni se ajustan a la realidad, ni son justas para todos.
Así, quienes fueron responsables
de la conducción partidista deben hacerse a un lado para dejar a otros la tarea
de guiar al partido en su nueva etapa. Esta es una acción insoslayable. Poco
aportan al partido quienes ya demostraron ser ineficientes dirigentes o malos
candidatos.
No se trata de huir, ni de rehuir
responsabilidades; por el contrario, se trata de dejar en absoluta libertad a
la nueva dirigencia para asignar responsabilidades a quienes puedan
desempeñarlas de manera eficiente.
En estas horas aciagas, hay algo
que los priistas debemos hacer, algunos quizá por primera vez en su vida
partidista: debatir. Pero debemos hacerlo
bien, porque el debate es el mejor instrumento que tenemos para construir
democráticamente el Colima y el PRI deseado por todos. Así, es, no hay duda.
En esencia, democracia es
opinión. Sin ésta no hay aquella. Y la opinión toma su fuerza, se tensa, se
pone a prueba, en el debate que enciende a la sociedad. En la confrontación de
las ideas, a la luz del sol veraniego, con viveza, sin temor, sin línea, hallamos
el rumbo deseado.
En términos claros: El debate es
el conducto para llegar a la verdad, a la que tantos temen tanto. Es el método
del entendimiento. Es el cauce de la inteligencia. Porque el debate es pasión,
sí, pero también es inteligencia.
Debate es, por supuesto, un
diálogo eficaz. En él se enfrentan y se concilian los intereses y las
intenciones. No es una sucesión de monólogos, ni la expresión de un coro que
acompaña el tono mayor de alguna voz. Quienes piensan y hablan a coro, no
debaten: secundan. Quien domina todas las voces, tampoco debate: condiciona el
futuro.
Hasta hoy, muchos priistas han
rehuido el debate, porque suelen esperar el tono de la voz mayor para no
desafinar en el coro. Pero hoy, el debate no solo es necesario, es el imprescindible
elemento que nos permite escuchar a todas las voces. A todas.
En la democracia, el debate es un
instrumento formidable, pues la decisión se adopta tras el juego de las
opiniones; no antes, ni por encima, ni pese a él. El debate es el espacio
natural para la creación de democracia, porque en el conflicto, en la
exposición de ideas distintas y hasta opuestas, está el gen de la democracia.
Por ello, debemos respetar las
voces que debaten. Estamos obligados a oírlas, animarlas y a atenderlas. Este género de controversias
previene contra las otras formas de mostrar la discrepancia: las que inician en
el disenso y terminan en el conflicto; las que usan la amargura en vez de la
esperanza; las que emplean la violencia en vez de la razón.
Cualquier lugar es trinchera
cuando la lucha es justa. Ofrezco contribuir con mis opiniones y mis actos a la
creación de esta nueva sociedad y este nuevo Partido, anhelo de todos.
Por estas y otras razones, me
congratula compartir estas reflexiones con ustedes, justo cuando es momento de
reasumir el nacionalismo revolucionario, subyacente en el cimiento del PRI.
Reasumirlo con éste o con otro nombre, pero siempre con su espíritu genuino. No
sugiero desandar el camino recorrido. Eso sería imposible y, además, absurdo.
Sólo propongo recuperarlo y continuarlo.
Compañeras y compañeros: pongámonos
de nuevo en movimiento, pero hagámoslo sin estridencia ni demagogia, sin encono
ni violencia: únicamente con propósito resuelto de libertad, de justicia y de
recuperar la grandeza de nuestra Partido.
Sólo así podremos volver a tener
un Partido fuerte, consolidado, capaz de navegar con éxito en las procelosas
aguas de este milenio.
Es cierto: la obligación de
cambiar produce en muchos priistas temores e incertidumbre y hace aflorar
tensiones, resistencias e intereses contrapuestos. No importa.
Encaremos los retos con ánimo
decidido. Hagámoslo por lealtad y respeto a nuestra historia y a nosotros
mismos.
Perfeccionemos nuestra vida
política interna.
Seamos un partido realmente
abierto en una sociedad abierta.
Construyamos una organización con
vocación para la libertad, la democracia, la pluralidad y la justicia social.
Hagámoslo por el bien de Colima.
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