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martes, agosto 01, 2000

Vicente Fox, Emprobrecer Más a los Mexicanos

La polémica sigue respecto de la intención de Vicente Fox Quezada, a quien mañana declararán presidente electo, de quitar la tasa cero a alimentos sin procesar y medicinas. El asunto es de vital importancia para la inmensa mayoría de los mexicanos, porque se ve a un gobierno que con esta medida empieza a pagar los apoyos dados por los poderosos grupos económicos.
La reforma tiene un tufo francamente populista y carece de legitimidad social, además de afectar directa y brutalmente a quienes dice que se pretende apoyar con mayores recursos: los miserables de este país.
A este respeto, permítanme citar aquí lo publicado en Mural, en su edición de ayer, por Enrique Quintana en su columna “Perspectiva Empresarial”: “1.- De acuerdo a la Encuesta Ingreso–Gasto de los Hogares, el consumo de alimentos y bebidas en el 10 por ciento de los hogares de más altos ingresos es equivalente al 11.9 por ciento de su gasto total. En el grupo que forma el 10 por ciento de los hogares más pobres del país, ese porcentaje alcanza el 41 por ciento.
2.- El 10 por ciento de la población con ingresos más altos consume el 19.5 por ciento de los alimentos y bebidas, mientras que el 10 por ciento de la población con los ingresos más bajos consumen el 3.8 por ciento del total.
3.- En el caso de los gastos en medicinas, los realizados por el 10 por ciento de la población más pobre en medicamentos formales representa el 0.7 por ciento del total, mientras que entre el 10 por ciento de más ingresos, el 0.3 por ciento.
4.- Sin embargo, del gasto total que las familias realizan en este tipo de medicamentos, el 10 por ciento de las familias más pobres contribuyen con el 3.7 por ciento, mientras que el 10 por ciento de los hogares con más ingresos contribuye con el 23.3 por ciento del total”. Fin de la cita.
De igual manera, sabemos que la medicina social tiene muchas deficiencias, entre otras que el cuadro básico es justamente eso, básico, y no alcanza a cubrir el espectro necesario para mantener en un estado óptimo de salud a quienes más lo necesitan. Asimismo, los problemas de salud en los más pobres se agravan por su deficiente dieta y por las múltiples enfermedades infecciosas a las que se ven expuestos por las pésimas condiciones en que viven.
El gobierno de Fox no se anda por las ramas y se va, al igual que Zedillo y antecesores, por la ruta más fácil: joder al más jodido. No se atreve a entrarle donde está el dinero. No se atreve a entrarle donde están los poderosos económicamente. No se atreve a aplicar un impuesto a las utilidades obtenidas en la Bolsa de Valores, que es de donde podría nadie duda de que vivimos en una sociedad cada vez más injusta e inequitativa y, por lo visto, Fox y sus gamberros pretenden ahondar aún más esas inequidades. Tratan, en pocas palabras, convertir a la nuestra en una sociedad cada vez más injusta y más inequitativa.
Como se ve, es muy diferente el león a como lo pintaron. De entrada, nadie niega la necesidad de pagar impuestos, ni la de hacer una verdadera reforma integral, pero lo cierto es que todo apunta a un esquema aún más cargado que el de Ernesto Zedillo, el gran empobrecedor de los mexicanos, porque ahora se pretende expoliar más a quienes menos tienen. éste es el Hood Robin, el bandido del bajío, que pretende robar a los pobres para darles a los Amigos de Fox, los ricos de éste y otros países.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.-Vicente Fox Quezada es, desde hace muchos años, un eficiente servidor de la Trilateral y del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés). Por ello sus actitudes y su entusiasmo por hacernos perder “un poco de soberanía” a cambio de recibir más inversiones y tener más dependencia del exterior. Abrir indiscriminadamente nuestro país y hasta abrirlo a un mercomún cuando no hay las condiciones para hacerlo, son las tareas encomendadas al gunajuatense. Para documentar su optimismo, vale la pena que lea lo siguiente: “La idea según la cual los Estados nacionales deben renunciar a su soberanía en aras de un proyecto supranacional, controlado e instrumentalizado, naturalmente, por los cónclaves plutocrático-tecnocráticos, aparecía ya esbozada en un comunicado emitido por el Comité Directivo de la Trilateral a raíz de la cumbre de 1975: "La comisión Trilateral espera que, como feliz resultado de la Conferencia, todos los gobiernos participantes pondrán las necesidades de interdependencia por encima de los mezquinos intereses nacionales o regionales". Posteriormente, las manifestaciones en ese mismo sentido, pero expresadas ya de forma más explícita, se han venido sucediendo como algo habitual. A título de muestra, bastará con citar algunas de ellas.
Así, en una entrevista publicada por el New York Times (1-8-76), el inefable Brzezinski afirmaba que "en nuestros días, el Estado-Nación ha dejado de jugar su papel". En términos parecidos se expresaba el financiero Edmond de Rothschild en la revista Enterprise. "La estructura que debe desaparecer es la nación". Otro destacado trilateralista, R Gardner, significaba en el Foreign Affairs (revista del Consejo de Relaciones Exteriores) "los diversos fracasos internacionalistas acaecidos desde 1945, a pesar de los esfuerzos por evitarlos llevados a cabo por las distintas instituciones de reclutamiento mundial", proponiendo como refuerzo alternativo a esa situación "la creación de instituciones adaptadas a cada asunto y de reclutamiento muy seleccionado, al objeto de tratar caso por caso los problemas específicos y corroer así, trozo a trozo, las soberanías nacionales". Declaraciones similares a las citadas, pero más contundentes aún, ya fueron reproducidas al principio del este capítulo, por lo que bastará con remitirse a ellas.
Todos estos planteamientos, que conforman el eje de la actuación de la Trilateral, constituyeron el leiv motiv de su nacimiento, justificado en razón de la necesidad de que los problemas de Norteamérica, Europa y Japón se resolviesen en común a través de su interdependencia económica y tecnológica. Planteamientos que, como será fácil advertir, son los mismos que han inspirado el alumbramiento de otros foros de ámbito multinacional (Fondo Monetario Internacional, GATT, Maastricht, etc) dominados por los poderes económicos y gestionados por sus peones político-burocráticos. El principio básico, que es el mismo en todos los casos, sería perfectamente enunciado por David Rockefeller con estas palabras: "De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberanía de una élite de técnicos y de financieros mundiales".
Para conocer el exacto significado de esa interdependencia, perfectamente claro por otra parte, basta con prescindir de la retórica practicada por dichos foros supranacionales y acudir a las conclusiones que adoptan en sus cumbres periódicas. La Conferencia de Davos de 1971 ofrece una buena muestra al respecto: "En los próximos treinta años, alrededor de trescientas multinacionales geocéntricas regularán a nivel mundial el mercado de los productos de consumo, y no subsistirán más que algunas pequeñas firmas para abastecer mercados marginales. El objetivo deberá alcanzarse en dos etapas: primeramente, diversas firmas y entidades bancarias se reagruparán en el marco multinacional; después, hacia finales de la década, esas multinacionales se acoplarán al objeto de controlar, cada una en su especialidad, el mercado mundial". Si nos situamos en la más inmediata actualidad, la última reunión de Davos tenía lugar entre el 26 y el 31 de enero de 1995, con la asistencia de los dirigentes de las más poderososas Multinacionales del planeta y de un nutrido elenco de tecnócratas y líderes políticos. En el curso de dicho encuentro, uno de los principales animadores del Foro Económico Mundial, el trilateralista y ex-ministro francés Raimond Barre, se dirigió a los asistentes lamentando el hecho de que, pese al indudable avance experimentado en los últimos años por el proceso de globalización de la economía mundial, éste no progrese al ritmo adecuado, añadiendo como colofón que "tal vez sea necesaria la experiencia de un crack económico para que queden definidas las nuevas reglas de juego".
A la vista de todo esto, no resulta complicado conocer las claves de esa "benéfica" interdependencia. Traducida a la práctica, y a medida que avanza el proceso de cesión de las soberanías nacionales a los organismos supranacionales, no significa otra cosa que la sumisión progresiva a las directrices de estos últimos, o lo que es lo mismo, a los dictados de la Alta Finanza. La globalización de la economía bajo la férula del Gran Capital supone igualmente la garantía más eficaz para que ningún país se salga del redil, so pena de verse abocado a una debacle económica. Todo lo cual no impide que las tesis mundialistas vayan acompañadas de la vitola del progresismo (aunque gozan del beneplácito general, nadie las propaga con más ahínco que los medios de izquierdas), ni que cualquier tentativa por desenmascarar su trasfondo totalitario sea tachada de reaccionaria.
En el ámbito europeo, la instancia oficial que mejor encarna todo lo apuntado es el Tratado de Maastricht. Tratado que no es producto de la improvisación sino que obedece a los designios trazados desde tiempo atrás por los núcleos oligárquicos de poder. Con arreglo a tales directrices, esbozadas públicamente en más de una ocasión (ver El País de 19-11-89) por el ex-presidente de la Unión Europea, Jacques Delors, el territorio europeo habrá de ajustarse a un modelo supranacional basado en la delegación progresiva de las soberanías estatales a través de acuerdos comunitarios cada vez más estrechos; un modelo en cuyo núcleo se situaría una red de empresas multinacionales conectadas entre sí a nivel mundial. Otro de los elementos tácticos de ese diseño ha sido el fomento de las aspiraciones regionalistas, algo que en no pocos casos constituye un factor más de desestabilización y debilitamiento de las estructuras estatales, y que no responde sino al viejo aforismo del "divide y vencerás". No se necesitan grandes dosis de perspicacia para constatar que los fenómenos independentistas debilitan la estructura de los Estados europeos donde se manifiestan, lo que redunda en beneficio de las superestructuras de alcance multinacional”.
2.- “Los grandes bandidajes solamente pueden darse en naciones democráticas en las que el gobierno está concentrado en pocas manos” Alexis de Tocqueville
3.- “Me obligan a tocar esos intereses bastardos, y no puedo evitar combatirlos, porque no podemos estar sentados sobre un barril de mierda, a sabiendas. Pero limpiar el barril es afectar el equilibrio interno. Nos obligan a pelear adentro y afuera...Las cosas están siempre en contra, hasta que empiezan a estar a favor. De eso se trata este juego. Y lo vamos ganando” Héctor Aguilar Camín.

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