La semana pasada le hablé aquí acerca de las razones dadas por Vicente Fox Quezada y su secretario de Hacienda para ponerle 15 por ciento de IVA a libros, agua, libretas, lápices, cuadernos, colegiaturas, alimentos y medicinas. Sus alegatos no convencen por las siguientes razones:
1.- El aumento es un aumento. Disfrazarlo con tecnicismos es una pésima forma de venderlo. En vez de convencer, inspira desconfianza, como las ofertas de precios sensacionales que luego, en letra chiquita, resulta que no son más que el enganche.
2. Lo más cómodo para Hacienda no es lo mejor para el país. Si la recaudación de una taquilla es baja, porque los encargados son incompetentes o corruptos, sería ridículo aceptarles que el problema está en los niños de brazos autorizados a pasar sin boleto. Por supuesto que las situaciones especiales complican la recaudación y se prestan a abusos, pero el mayor abuso está en la tasa cero de los que pasan gratis por descuido o corrupción de los vigilantes. Si todo el contrabando que deja pasar la Secretaría de Hacienda exento de IVA y aranceles pagara lo que tiene que pagar, se recaudaría más que suprimiendo la tasa cero en alimentos y medicinas. Además, se ahorrarían muchos daños a la producción nacional por una competencia tramposa. Pero limpiar los muladares de la Secretaría de Hacienda (que es el cambio que se esperaba) es difícil. Lo fácil es aumentar el IVA.
3. Los regímenes especiales son disparejos por definición. Hay quienes creen que también son injustos, automáticamente. Este juicio de valor no corresponde al consenso nacional, para el cual es legítimo tomar en cuenta las circunstancias. Y la legislación fiscal, creada prácticamente toda por la Secretaría de Hacienda, no sólo respeta este principio, sino que se adorna por haberlo hecho. Es un principio respetado en muchos otros países, donde no se aplica a los alimentos la tasa general del IVA.
El impuesto absolutamente parejo sería la capitación: el gasto público es de tanto, los ciudadanos somos tantos, nos toca a tanto por cabeza. Y, sin embargo, la capitación impulsada por la señora Thatcher fue decisiva para que la derrocara su propio Partido Conservador.
4. Desde una perspectiva puramente recaudadora, el argumento es válido: eliminar la tasa cero no va a sacar mucho de los pobres, sino de los ricos. Pero la carga fiscal es al revés. Los ricos gastan poco en alimentos y medicinas (en proporción a sus ingresos), por lo cual eliminar la tasa cero no les afecta mayormente. En cambio, los pobres gastan mucho en alimentos y medicinas (en proporción a sus ingresos), por lo cual aumentar el IVA les afecta mucho, sin que el fisco gane mucho.
Si lo que busca Hacienda es recaudar de los ricos, no necesita fregar a los pobres. Existen vías de recaudación focalizadas, empezando por la más elemental de todas: fiscalizar en serio a las grandes empresas y eliminar las consideraciones especiales que reciben, con frecuencia desastrosas para el fisco y aun para las mismas empresas. Si (utópicamente) se pudiera crear un impuesto destinado exclusivamente a cubrir el costo de los errores y abusos de Hacienda en relación con la banca, y este impuesto lo pagaran exclusivamente los ricos, los errores y abusos disminuirían rápidamente. Pero no van a disminuir, mientras todo sea tan fácil como subir el IVA, para rescatar a la banca.
5. Los pobres son decenas de millones y están dispersos por todo el país. La operación devolutiva de pequeñas cantidades en esa escala y con esa extensión sería costosísima. Y, si se piensa que la solución está en el Progresa, no hay que olvidar que su cobertura es limitada y sus requisitos excluyentes de millones de pobres que no recibirían devolución alguna.
6. Los gobiernos del PRI no hicieron fama de poco gastadores. Los testimonios sobre sus errores, despilfarros y latrocinios son abundantísimos, y fueron documentados por la oposición repetidamente. En la campaña presidencial se dijo que, por lo mismo, no haría falta aumentar los impuestos: bastaba con administrar limpia y sensatamente la tributación existente. Por ahí hay que empezar. Además, el principio de no gastar menos que los Pérez es un principio absurdo. ¿Debemos imitar a Holanda, cuya tasa máxima de impuesto sobre la renta es de 60 por ciento, o a Japón, cuya tasa general de IVA es de 5 por ciento?
No mienta usted, señor Presidente Vicente Fox. No venga a robarnos lo poco que nos queda para dárselo a sus amigos, los Amigos de Fox.
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