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martes, febrero 22, 2005

la Nueva Realidad


CITANDO fielmente a Perogrullo podemos decir que la sociedad evoluciona con el curso inexorable del tiempo. Dicho proceso está cimentado en la acción perpetua del hombre, con sus errores y sus aciertos, cuando avanza y también cuando retrocede.
Asimismo, son los testimonios que recogemos del pasado y los sucesos capitales que vivimos en nuestra realidad contemporánea los que enriquecen la memoria colectiva. Los individuos y sus obras nutren esa memoria, ésta lo hace con la cultura y la cultura, a su vez, favorece los hallazgos técnicos que impulsan etapas superiores de progreso.
Pero dicha evolución no se funda tan sólo en la técnica. Por el contrario, la sociedad forja mitos, q uimeras, fantasías, utopías y misterios.
Con esas ideas elabora construcciones simbólicas que se vuelven el espejo donde se reflejan los temores, los proyectos, los sueños, las solidaridades, los desencuentros y las esperanzas de la comunidad. En éstas se hallan las respuestas para el presente y también los enigmas que deben resolverse en el futuro. Con ese objeto es necesario plantear preguntas, indagar, analizar y encontrar respuestas, aunque a veces sólo encontramos un silencio ominoso.
La sociedad ha creado instituciones que le permiten conducirse por caminos definidos, con rutas inconfundibles que zanjan cualquier obstáculo y la sitúan en frente a su propio destino. Las instituciones crean reglas y normas, que al ser admitidas por todos, regulan la convivencia colectiva.
Son el espacio donde se funda la normalidad social; es decir, el estatus dominante.
Por su parte, el individuo como tal enfrenta sus propias contradicciones: aflora de la barbarie y se agota en la civilización; marcha decidido a la guerra y se revela confuso en la paz; sujeto de la acción muere luchando, creyendo que perdurará con sus ideas; se manifiesta tolerante con los otros mientras practica actos de resistencia ideológica y cultural; encumbra líderes y luego actúa para derrocarlos; es el mismo hombre que se plantea objetivos y los resuelve con certidumbre, aunque perentoriamente ignore cuál es el fin y el sentido de su existencia.
Con todo, no cabe duda que el objetivo del hombre, al compartir una vida en común con otros, se está diluyendo. Nuestros días se definen por el egoísmo, es la impostura del yo que provoca para colocarse por encima del nosotros. La solidaridad está siendo sustituida por la ambición individual.
Como señala Jacques Attali en su libro “Fraternidades. Una nueva utopía”: “No estamos en una época de larga duración, de proyectos indefinidamente pensados, sino de lo inesperado, de lo flamante, de lo reversible, de lo inmediato, de lo precario, del individualismo egoísta, cuando no del cinismo autista”. Fin de la cita.
No sorprende saber que el individuo ambicioso de poder tiene en el campo de la acción política el terreno fértil para solventar sus certezas. Disfrazadas las ambiciones personales con propuestas que sugieren la búsqueda del beneficio colectivo, sabe de la incongruencia que caracterizará sus acciones, de la absurda discrepancia entre su retórica y la conducta que lo motiva a actuar. La política, de esta manera, se percibe como el reino de la simulación y el engaño, más que el campo de la conciliación o de la inteligencia que indaga para ofrecer soluciones.
No es en vano que la literatura especializada sostenga que quienes adquieren poder y apuntalan con él su dominio, se imponen a sus semejantes con la persuasión, pero sobre todo con la fuerza. La primera
es con un ofrecimiento: que el futuro, a partir del presente, irremediablemente será glorioso para todos. Esa es la promesa.
Quien detenta el poder asume que su presente es resultado de un pasado honroso que lo enriquece legitimándolo. A la vez, supone que actuando sobre esa realidad vulnerará la utopía con el porvenir esplendoroso que reitera la promesa entregada a los otros. No hay motivo para la mortificación ni para reflexionar en las contrariedades que pudiera afrontar.
El poder tiene la capacidad para convencer con el peso de su palabra. Pero si ésta no fuera suficiente, existe el recurso que disuade con mayor eficacia: el uso de la fuerza. Con ella se levantan fronteras que, en primera instancia, alertan a los inconformes que ansían quebrantarlas. La aplicación de la violencia contra las voluntades que cuestionan la eficacia del que manda, perturbando su estabilidad, es una medida que por convincente resulta ejemplar. Porque en la sociedad integrada, los pesimistas y los inconformes no tienen cabida.
En este contexto, ¿quién podrá ser el apocalíptico que se atreva a tocar las trompetas que anuncien el improbable final de los tiempos?
Conociendo de antemano la promesa ¿quiénes son los insumisos que osarán con sus desvaríos modificar su propio presente? Y ¿quién tratará de enfrentarse a las instituciones, devastando la normalidad social a través de la transgresión de las reglas y del formalismo vigente?
De ello continuaremos hablando en una próxima colaboración
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.- La diputada Esmeralda Cárdenas, un día sí y otro también, suele soltar rollos acerca de cuanto tema le pasa por enfrente. Fiel al estilo del diputado federal Jorge Luis Preciado Rodríguez –a quien Bibiano Moreno motejó como “Cornelio Cornutto” por un asunto ocurrido en 1998 en Coquimatlán–, la señora diputada plurinominal panista dice ahora que existe machismo entre legisladores y que por ello ninguna mujer ha ocupado la Presidencia del Congreso. Dice también que las decisiones que se toman en la Comisión de Gobierno Interno son “con sentido masculino” (sic). Al haber sólo una mujer, la señora diputada plurinominal adecista Sandra Anguiano.
La señora diputada plurinominal panista confunde, desde mi punto de vista, el ser con el estar, es decir, la esencia con la presencia. Y peor aún, según sus propias palabras: “no podemos decir que todos, pero sí hay (machistas en el Congreso), no es por tirarle a ningún compañero ni mucho menos, pero con decirlo estamos incitando a que se corrija y a que haya un mayor respaldo para que se terminen estas prácticas que a nada llevan”.
Las negritas van por mi cuenta, desde luego. No sé qué pensar: si la señora diputada plurinominal panista es ingenua –que lo dudo– o si tuvo un mal momento y no supo lo que dijo o si realmente eso es lo que quiso decir en todo momento.
¿Realmente cree la señora diputada plurinominal panista que con decir que hay machismo en la legislatura va a “incitar” a que se corrija esta situación? ¿En serio cree lo que dijo? ¿Por qué no empieza por Diego Fernández de Cevallos y Carlos Abascal? Digo, por citar sólo dos casos de machismo al interior de su partido. Porque vale la pena empezar por su propio partido.
2.- La experiencia es algo maravilloso: nos permite reconocer un error cada vez que lo repetimos. Teresa Nava
3.- Siempre se puede triunfar dándose por vencido. Bob Uyeda
macosta68@colima.com
macosta68@hotmail.com

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