Nabor Ochoa López está donde le gusta estar, donde suele mostrar de qué está hecho: en el centro de la tormenta. Vecino del Sector Uno, ocupante de la casa donde durante muchos años fue de la familia Velasco Ibarra, justo frente a la entrada de la iglesia de Guadalupe, como suele decirse, todavía hoy, en el puerto. En su casa se inicia la división física del sector uno de Manzanillo, el que serpentea por un costado de esa casa y va a dar al final de la Calle Nueva, la Pino Suárez, y la que continúa frente a esa casa y va a dar a la playa El Viejo.
Nabor Ochoa es un político que entiende lo que la gente quiere y necesita, tiene algo muy importante en cualquiera que se dedique a la política: intuición y sensibilidad para saber qué hacer, dónde hacerlo y, sobre todo, cuándo hacerlo.
Lo ha demostrado antes y con suficiencia.
Nabor Ochoa se inició en la política local en 1991, cuando decidió, junto con Miguel Salazar Abaroa y Guadalupe Tene, este último dirigente entonces del sector juvenil del PRI porteño, apoyar la candidatura a la alcaldía de Porfirio Gaitán Gudiño. Pese a todos los problemas existentes, vale recordar la marcha realizada en aquel entonces por Marcelino Bravo Jiménez, José Luis Navarrete, Margarita Torres Huerta, Wenceslao Cisneros Amaya y cerca de 300 personas más, para protestar por la posible postulación de Gaitán Gudiño.
Cuando, finalmente, Porfirio Gaitán Gudiño fue designado candidato a presidente municipal, Margarita Torres Huerta, justo en las afueras del partido, me tomó del brazo y me dijo: “Se acabó el recreo, pa’dentro todos”. Así fue.
En 1992, Nabor Ochoa fue subdelegado de Tránsito en Manzanillo, bajo las órdenes de Jaime Sánchez de la Madrid, y luego, en el trienio de José Luis Navarrete Caudillo, sería director de seguridad pública.
De manera simultánea, Ochoa López fue el primer dirigente de Profesionales y Técnicos en Manzanillo y después lo sería de la CNOP. En 1997 fue candidato a regidor en la planilla que encabezaban Cecilio Lepe y Sergio Marcelino Bravo Sandoval, como candidatos a presidente municipal y síndico, respectivamente.
Esa es la única elección que, hasta hoy, ha perdido Nabor Ochoa López y se reconoció entonces que la derrota fue producto de, entre otros factores, la terrible polarización que había entre estos dos últimos personajes y más que entre ellos, entre Cecilio Lepe y el padre el candidato a síndico.
En el año 2000, los priístas manzanillenses presentaron lo que entonces era un trabuco: Rogelio Rueda a la presidencia municipal y Sergio Marcelino, Nabor Ochoa y José María Valencia, candidatos a diputados locales. La reforma electoral había elevado a 16 el número de distritos uninominales y a nueve el de plurinominales, para un total de 25 diputados, como a la fecha existen.
El PRI ganó todo y en ello contribuyó mucho a que la señora presidenta municipal, actual candidata a la gubernatura por el PAN, decidió jugarle las contras a su partido porque Francisco Santana Ochoa le había ganado la postulación al favorito de la señora presidenta.
Se dice que por esa razón, la señora presidenta decidió jugar con candidato propio a la presidencia municipal y que mejor que hacerlo con el PRD porteño.
Una vez en el congreso, los tres diputados porteños trabajaron para lograr la nominación a la alcaldía, paso natural. Un desgraciado accidente de tránsito fue usado como excusa para golpear –innecesariamente, desde mi punto de vista-, a Nabor Ochoa.
De igual manera, desde el seis de marzo de 1998, justo cuando se celebró el aniversario del PRI en Colima, en plena sesión de consejo político, el gobernador anunció que en los siguientes procesos electorales, el PRI en Colima elegiría a sus candidatos por la vía de la consulta a la sociedad. Así fue en 2000 y 2003. No hubo engaños.
Por eso, en el 2002 todo estaba listo para los procesos internos y Manzanillo hervía, igual que el resto del estado, pero Nabor Ochoa estaba a punto de abandonar el partido debido a los incesantes golpes que uno de los aspirantes a la alcaldía le propinaba, un día sí y otro también, en diversos medios escritos y electrónicos. Llegó a ser tan tirante la situación, que Ochoa López decidió no participar en la interna priísta por la presidencia municipal y busco hacer una alianza con José María Valencia, pero éste, por razones que desconozco, decidió no concretarla y jugarla solo frente a Sergio Marcelino Bravo Sandoval en la interna. Perdió, como era previsible.
Nabor Ochoa decidió salirse del PRI y Enrique Michel Ruiz lo convenció de que aceptara ir como candidato a síndico en la planilla que encabezaría Martha Sosa. Al ser ratificada la inhabilitación que el congreso local le había impuesto a Martha Sosa por violaciones a diversos ordenamientos legales durante su mandato como presidenta municipal de Manzanillo, Nabor tuvo que entrar al relevo y así fue como ganó la presidencia municipal.
Vale la pena hacer una aclaración: Nabor no ganó la presidencia municipal gracias a Martha Sosa, sino a su propio trabajo y a los miles de priístas que los siguieron, a los miles de cenopistas que le ratificaron su confianza.
Nabor Ochoa López ha sido siempre -desde que lo conozco por lo menos-, un hombre que trabaja en equipo, que sabe crear grupos de trabajo, que ha demostrado eficiencia en el manejo y control de grupos. Los cargos públicos y políticos que desempeñó en administraciones priístas y en el propio PRI, le permitieron conocer y tratar a decenas de miles de manzanillenses, establecer contacto personal con muchísimos electores, resolver problemas cotidianos de la gente.
El de Nabor Ochoa no es un liderazgo mediático, sino basado en una premisa sencilla pero, a la vez, difícil de llevar a cabo: escuchar lo que la gente dice y responderle en forma sencilla a sus preguntas y solicitudes. Sin retruécanos, sin impostar la voz. Con Nabor, la persona sabe si se va poder o no. No hay medias tintas, no hay trampas, ni barajas escondidas.
Algunos amigos me han preguntado por qué tengo tanta certidumbre de que Nabor Ochoa ganará las elecciones para presidente municipal y les respondo hoy, con palabras de otro amigo: porque Nabor sabe “ya cómo funciona un ayuntamiento, lo que se traduce en eficiencia a la hora de gobernar”.
Nabor ya fue, reitero, subdelegado de Tránsito, director de Seguridad Pública, dirigente de Profesionales y Técnicos, dirigente de la CNOP y residente municipal. Conoce todo el municipio y e le municipio le conocen, saben cómo actuó como fue alcalde y saben qué pueden esperar de él. No hay engaños ni trampas. El elector común busca dilucidar enredos o disquisiciones ideológicas, sólo quiere alguien que ponga el foco que hace falta, repare el tiradero de aguas negras, arregle los gravísimos problemas de seguridad pública y recoja la basura a tiempo. Por supuesto, también quieren mercados limpios, avenidas seguras, en todos sentidos, programas de apoyo social despartidizados y sobre todo, reitero, quieren un alcalde que sepa “ya cómo funciona un ayuntamiento, lo que se traduce en eficiencia a la hora de gobernar.”
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. El martes anterior escribí lo siguiente: “Por cierto, una lectora envió al Buzón del lector una misiva donde señala que le resulta enfadoso (tal vez le moleste) que cuando hablo de la ahora candidata del PAN a la gubernatura, le añada el asunto de haber nacido en la segunda mitad del siglo pasado. Al respecto, debo decir que este es un hecho comprobado y comprobable de su vida, a diferencia de lo expresado por Antonio Ramos Salido de que la señora candidata es una mujer que cuenta con una conducta limpia e intachable. Señalar que nació en 1950 no es, de ninguna manera, una ofensa ni nada por el estilo, ni pretende serlo. Es, simplemente, un dato duro, objetivo, real, innegable.”
La palabra “segunda” la puse en cursivas porque es un error cometido ese día. Lo lamento, la verdad es que la senadora panista con licencia y candidata a la gubernatura, Martha Sosa de Rodríguez García, nació en la primera mitad del siglo pasado y no en la segunda, como erróneamente escribí el martes anterior. Una disculpa sincera a quienes leen estas líneas.
2. La Avenida México, la Avenida Elías Zamora y el boulevard Miguel de la Madrid son las principales vialidades del puerto de Manzanillo. Por desgracia, también son los lugares más peligrosos del municipio. ¿Y qué hace la policía? ¿Y qué hace el alcalde? Yo no lo sé ¿y usted?
3. Yo no sé si Dios existe, pero si existe, sé que no le va a molestar mi duda. Mario Benedetti
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