Agenda Política
Por Miguel Acosta Vargas
Héroes, ciudadanos e
instituciones
En México hay una percepción
negativa de la política y de los políticos y ello ha repercutido en las formas
y niveles de participación. Pocos podrán dudarlo: frente a las seducciones del
poder, quizá sólo nuestros héroes nacionales han sido capaces de resistir su
sortilegio. Únicamente ellos han tenido las cualidades para personificar la
bondad, la generosidad y la entrega magnánima hacia los demás.
Actuaron, nos ha reiterado la
historia oficial, eludiendo cualquier interés avieso. La Patria fue su objetivo
único y supremo. No es gratuito que, ya convencidos de que dieron su vida por
ella, eliminemos cualquier sospecha que intente acreditar sus acciones con base
en la codicia o la mezquindad.
Nuestra historia de bronce ha
envuelto a nuestros héroes con un hálito casi sobrenatural que trasciende
cualquier esfuerzo por encontrar vínculos humanos que los identifiquen como
ciudadanos comunes y corrientes. Quizá por eso los próceres nunca han sido un
paradigma de conducta para quienes heredaron la Patria mexicana y la han
considerado su patrimonio.
Concediendo que los héroes
nacionales fueron refractarios al disfrute de los beneficios que les precisaba
el poder, se revolverían en su mortaja al percatarse que las manos en las que
están depositados los destinos de la nación, por la que ellos lucharon y
ofrendaron su vida, son –estos sí- seres comunes y corrientes, hombres con
necesidades, aspiraciones, deseos e intereses personales.
Ante la inexistencia de héroes,
de hombres íntegros y solidarios, y de instituciones políticas que asuman una
verdadera representación social, el pesimismo nos hace vislumbrar un destino
trágico.
La única salida posible, quizá,
se encuentra en la consolidación de la figura del ciudadano. Del individuo
consciente de sus derechos y responsable de sus obligaciones. Hombres capaces
de anteponer el fin colectivo a sus intereses personales.
Sabemos que, aunque en términos
formales la ciudadanía se adquiere con la mayoría de edad, aquélla debe ser
construida paulatinamente, a través de procesos de formación culturales,
educativos y sociales. Las capacidades del ciudadano no se agotan con la
emisión del voto, eso sería limitar sus verdaderas potencialidades.
En momentos de crisis, de
agotamiento de las expectativas sociales, han sido los ciudadanos comunes y
corrientes, pero comprometidos y conscientes de su realidad, quienes han tomado
las riendas de su propio destino y éste lo amplían a la sociedad en su
conjunto.
Lo podemos ver buscando aquí y
allá, aguantando, resistiendo, tolerando, es una materia dúctil que por su
flexibilidad sorprende. El cambio y la evolución de las sociedades tienen como
protagonistas a personas comprometidas con los otros.
La manera más sencilla de
contener la presión que sienten los gobiernos autoritarios y antidemocráticos,
es conculcarles los derechos a sus ciudadanos. Aun así, organizados, decididos
y con la resolución como arma, estos han logrado acabar con regímenes que han
pretendido perpetuarse en el poder.
En estos procesos, las
instituciones políticas han sido rebasadas por los mismos ciudadanos. No
extraña el hecho si se entiende que aquéllas, pese a sus discursos
reivindicatorios, continúan defendiendo los intereses de unos cuantos y se
olvidan de la sociedad que dicen representar.
Las instituciones políticas
parecen agotarse en sus prácticas y en la relación que mantienen con la
sociedad. Su revitalización sólo podrá darse cuando hagan una verdadera labor
de limpieza en su interior, reestructurándose, modificando su perspectiva de la
política, dejando a un lado intereses personales y de grupo, abriendo las
puertas a los ciudadanos comprometidos y estando atentas a cuáles son los
intereses genuinos de la sociedad.
La verdad, la honestidad, la
lealtad, la integridad y la generosidad deben ser los valores fundamentales que
rijan la vida de las instituciones políticas y de sus miembros. Su evolución
será un hecho cuando estos, convencidos plenamente, los lleven a la práctica,
cuando dejen de concebir al poder como un fin en sí mismo, en el instrumento que
apacigua la ambición y la codicia de unos cuantos; y por el contrario, que su
ejercicio se considere tan sólo un medio para beneficiar a los otros.
La reflexión, el análisis y la
autocrítica son tareas pendientes para los actores políticos, las instituciones
y el ciudadano común. Como dijo Carlos María Martini: “La experiencia muestra
que uno no se arrepiente sino de algo que vislumbra que puede hacer mejor. Se
mantiene ligado a sus errores, quien no los reconoce como tales porque no ve
nada mejor frente a sí y se pregunta entonces por qué debería dejar lo que
tiene”.
TRES COMENTARIOS
AL MARGEN
1. Quienes aspiran a una
candidatura, o ya la tienen asegurada, han inundado las redes sociales y los
medios de comunicación en general con sus “propuestas”, sus ideas perronas y
sus proyectos. Consideran cándida y olvidadiza a la población en general y a
los ciudadanos en particular. Allá ellos.
2. La inseguridad se ha
incrementado, si ello es posible, en los últimos días. Aún no empiezan las
campañas electorales, pero ya empezamos a sentir algunos de sus efectos
colaterales.
3. Un pedante es un estúpido
adulterado por el estudio. Miguel de Unamuno
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