Muchos han dicho que las elecciones se pierden y se ganan desde los gobiernos. Habrá quienes no coincidan cabalmente con esta aseveración; sin embargo, ello no reduce su veracidad, sobre todo en el caso de México y del PRI.
Después de 71 años de tener y retener el poder, los priístas lo perdieron y llevan ya casi ocho años fuera de él.
Ya dije en una ocasión anterior que los priístas se equivocan cuando afirman que Ernesto Zedillo los traicionó. No lo creo así. Ya dije por qué y lo reitero: No eran iguales, no son iguales. Zedillo nunca fue un miembro real del partido. Nunca formó parte de él, ni siquiera cuando fue coordinador de la campaña de Colosio. Nunca fue priísta al estilo de Muñoz ledo, Camacho o Colosio mismo. Nunca fue un priísta que creyera o quisiera al PRI.
Al ganar, cargando a cuestas el cadáver de Colosio, públicamente se deslindó del partido que lo había postulado y los mandó al carajo. No lo entendieron y le rogaron que siguiera siendo el gran tlatoani, el gran dispensador de favores, señor de horca y cuchillo, amo de vidas y haciendas. En su salud lo hallaron.
Hoy, los priístas siguen hechos bolas. Poco acostumbrados a discutir de veras, a pensar por sí mismos, no hallan la puerta y parecen cucarachas en quemazón: corren para todos lados y no llegan ninguna parte. Pero hay muchos priístas que tienen una preocupación genuina y que no es de ahora: ¿qué hacer con este partido?
Los mexicanos -y los priístas entre ellos, como diría el alcalde de Lagos, saben que vivimos una hora de grave riesgo. Una hora en que se halla a prueba el destino del partido y el futuro de México. Eso es cierto. Nunca había habido tanta crispación, tanto miedo en la historia de nuestro país, desde la revolución de 1910.
El PRI está obligado a ir más allá de sí mismo. Cuanto haga y cuanto deje de hacer, trascenderá sus filas e influirá en el destino de la nación. Así ha ocurrido antes y así ocurrirá ahora, seguramente.
Por eso me parece tan importante, para el propio PRI y para tlodo México, lo ocurrido en Aguascalientes, porque hubo definiciones importantes y necesarias para la vida institucional del partido y para sus militantes.
Hoy, me parece que los priístas tuvieron el acierto de dejar de discutir lo urgente y analizar lo importante: en este momento fue más importante saber el origen y la razón del partido, poder determinar con relativa precisión dónde se hallan los priístas y su partido en este momento y hacia dónde quieren llevarlo.
En este sentido, los priístas fueron cautos al escuchar y analizar las propuestas de quienes se autoerigen como salvadores del partido y de los priístas.
Un acierto más de los priístas fue que primero señalaron el destino al que desean, el tipo de partido que quieren tener, y después acordaron las rutas de acción que los van a llevar a alcanzar el destino propuesto.
Ahora, los priístas están obligados a ser honestos y a cumplir lo que acordaron en Aguascalientes.
Pero seamos sinceros: la mayoría de los priístas no están acostumbrados a ser honestos, a decir con claridad lo que piensan, lo que sienten. No están acostumbrados a hablar con la verdad, a decir la verdad, a actuar con honestidad.
Han esperado antes, y muchos todavía esperan hoy, que les digan por dónde actuar, qué decir, qué pensar. Pierden su propia individualidad, su propia personalidad, con tal de pensar, actuar y decir como su jefe en turno.
Debo señalar que conozco a muchos priístas capaces, valiosos, reflexivos, inteligentes, bien dispuestos, amables, cordiales y con ánimo renovado, pero, aún por razones legítimas, no se atreven a dar el brinco y avanzar en este proceso de apertura democrática. Allí es donde los priístas se anquilosaron: en 1970 hubo una apertura democrática para que todas las voces se escucharan, pero los priístas creyeron que sólo era para uso exclusivo de los militantes de la oposición. Estaban equivocados y algunos así lo aceptan.
Estos militantes valiosos, capaces, honestos, saben que es tiempo de levantar la cabeza, alzar la voz y con gesto enérgico impedir que el partido se convierta en patrimonio de un grupo, de una facción, de una camorra. Están convencidos de que es tiempo de abrir las ventanas para que salgan el moho, la exclusión, la intolerancia y la disciplina a ultranza.
También se han convencido de que es tiempo de tirar los ropajes de gran tlatoani, la vara de mando y los protocolos al carajo y es tiempo de darle a cada quien su lugar, el lugar que se merecen por su actuación como priísta, no como miembro de la burocracia, la academia o por así disponerlo el gobernante en turno.
Más aún, están convencidos que es tiempo de mandar al carajo a quienes son miembros de los órganos de gobierno del partido aquellos que sólo tienen la gracia de ser los recomendados del gobernante en turno.
Finalmente, después de Aguascalientes, esos priístas valiosos saben que es tiempo de que el Partido Revolucionario Institucional rescate la democracia en sus tareas cotidianas. La democracia en la elección de presidente del comité nacional, de los comités estatales, de los comités municipales y de los comités seccionales. Tiempo de generar cambios estructurales en el partido, que le permitan ser más dinámico, tener capacidad de responder a las demandas de la población.
Si los priístas, todos, quieren realmente ser la vanguardia y la representación de este pueblo, deben hacer realidad permanente su lema: democracia y justicia social.
De otra manera, seguirán dando tumbos, produciendo discursos retóricos y nada más.
Este es el reto. Largo es el camino.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. Los diputados panistas integran el expediente para presentar una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en contra de la aprobación del nuevo Código Electoral del Estado.
La acción de inconstitucionalidad pueden promoverla cuando menos el 33 por ciento de los integrantes del órgano legislativo, por ello, como mínimo se requiere contar con la firma de nueve o más diputados para poder entablar esta acción de inconstitucionalidad.
Aquí es donde la puerca debe torcer el rabo, porque la bancada panista ya se quedó con ocho firmas, pues han pedido a Yadira Lara y a Martha Meza.
Así que tiene dos caminos: o perdonan a nabor Ochoa, y con ello recuperan a Martha Meza, o negocian con el PRD, con l parte del PRD que representa Adolfo Núñez.
Veremos y opinaremos.
2. “El mero hecho de tener que demostrar lo evidente, cuando la verdadera amenaza y el auténtico adversario no cesan de mostrarse incluso con descaro, es ya una señal elocuente del punto al que han llegado las cosas, y del que aún les queda por alcanzar.” Teresa Nava
3. "Por lo general, los hombres creen fácilmente lo que desean." Julio César
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