Una obligación de todo
articulista, columnista o colaborador en las páginas editoriales de un
periódico, es articular sus ideas acerca
de un tema determinado, de la manera más clara posible. Por supuesto,
esas opiniones escritas responden a la formación profesional y a las
experiencias vitales de quien escribe.
Un colaborador de las páginas
editoriales de cualquier medio no puede desligarse de sus convicciones
ideológicas, políticas o de sus creencias religiosas a la hora de expresar sus
opiniones. Tampoco puede dejar de lado los compromisos que tiene con grupos de
presión o partidos políticos. Su opinión conlleva todo ello. Es un hecho
comprobado y comprobable.
Pero a nadie se le pide que sea puro,
o santo, para aceptar sus opiniones como buenas o válidas en cierto contexto o
circunstancia. Sin embargo, la verdad es que en muchas ocasiones, lejos de
analizar la verdad o falsedad de lo dicho por tal o cual articulista acerca de
un tema determinado, se busca condenarlo y se le juzga por ser quien es y no
por la veracidad o falsedad de sus argumentos.
Así, los críticos del sistema son
juzgados por sus propios compañeros de tarea, que no de gremio, más por
escribir en otros medios, por ser “enemigos” del patrón en turno. Antes, ahora
y después, ha habido y habrá periodistas incómodos, así sin comillas.
Periodistas que escriben o tratan los asuntos que molestan o erizan la piel de
los gobernantes en turno. Más allá del estilo, más allá del adjetivero, tan
usado por algunos columnistas en sustitución del argumento sólido de sus
escritos, subyace lo que realmente se dice o se quiere decir. Eso es lo que
debe ser juzgado, criticado y respondido. Nada más, pero nada menos, tampoco.
Pero hay quienes han hecho del
halago una cultura y del chayote un medio de vida. Me consta. Sé quiénes han
recibido, sé cuánto y en qué
circunstancias han recibido, en efectivo y en los famosos sobres-bolsa, las
cantidades que los hacen ser “suavecitos” con quien les unta la mano y duros
con sus rivales. Conozco muy bien su juego, por eso no me sorprenden sus
actitudes y sus acciones. Son normales, como serán normales sus actitudes y
acciones en el futuro inmediato.
Pero
una de los obligaciones fundamentales de cualquier colaborador regular de un
diario, es dejar bien clara su capacidad para debatir sobre un tema determinado
y lo considero así, porque el debate es uno de los mejores instrumentos que
tenemos para construir democráticamente el México que todos queremos. Así, es,
no hay duda.
No
le demos vueltas: en esencia, democracia es opinión. Sin ésta no hay la
primera. Y la opinión toma su fuerza, se tensa y se pone a prueba, en el debate
capaz de encender a la sociedad. También lo hace en la confrontación de las
ideas a la luz del sol, con viveza, sin temor. El debate es el conducto para
que circule la verdad, a la que tantos
temen tanto. Es el método del entendimiento. Es el cauce de la
inteligencia. Es el foro para que en él -y jamás en soledad- se resuelvan los
graves problemas de una comunidad determinada.
Debate
es, por supuesto, un diálogo eficaz. En él se enfrentan y se concilian los
intereses y las intenciones. El debate es, no puede ni debe ser, una sucesión
de monólogos, que van cayendo, uno a uno, primero en el vacío y luego en el
silencio. El debate no es la expresión de un coro que acompaña -sólo acompaña-
el tono mayor de alguna voz. Quienes cantan a coro, no debaten: secundan. Quien
domina todas las voces, tampoco debate: resuelve.
En
la democracia, de la que el debate es un instrumento formidable -y algo más:
indispensable-, la decisión se adopta tras el juego de las opiniones, no antes,
ni por encima, ni a su pesar. En la democracia no hay, no debe haberla, “línea” que valga.
Pocas
circunstancias tan propicias habría para ponderar las virtudes políticas y
morales del debate como la exaltación de la libertad de prensa. Esta, la
prensa, es un foro natural de la deliberación. No el único, pero sí uno entre
los más genuinos.
Por
eso, todos estamos obligados a respetar las voces que concurren al debate,
debemos oírlas, animarlas y atenderlas. Este género de controversias previene
contra las otras formas de mostrar la discrepancia, tan resbaladizas: las que
comienzan en el disenso y terminan en el conflicto; las que usan la amargura en
vez de la esperanza; las que emplean la violencia en vez de la razón. Si no
queremos esto -y no lo queremos, porque arriesga todo y a todos nos pone en
riesgo-, hay que admitir aquéllo.
El
debate nos servirá para precisar si el rumbo que llevamos como sociedad, como
gobierno es el correcto o si debemos modificarlo. Tal vez habrá necesidad de
moderar o matizar. Quizás será preciso rectificar. Moderar, matizar, rectificar
antes de que la gota desborde el vaso. El debate es la herramienta que debemos
usar, pero, debemos recordarlo: todas las voces deben ser oídas, atendidas y
analizados sus argumentos. No podemos seguir callados, no debemos seguir
callados. Usemos nuestra libertad
Hablemos,
pues, de lo que hay que hacer y de lo que no hay que hacer, porque debemos respetar
y defender la diversidad de voces y de criterios, aun cuando no necesariamente
coincidamos con algunos de ellos
Nada
más recordemos un hecho: La sociedad oye y mira. Oye, mira y aguarda.
Finalmente,
creo que es el tiempo de la tolerancia,
pero no una tolerancia que desdeña al otro o lo padece, sino una que lo escucha
y lo acepta.
Una
tolerancia que honradamente camina con quien honradamente difiere, y no sin él,
ni en contra suya.
Una
tolerancia que no mira en el discrepante a un enemigo. Una tolerancia que
advierte la inmensa riqueza moral de la pluralidad.
Una
tolerancia dispuesta a defender, pero también a conceder.
Una
tolerancia que escribe la historia con las palabras de todos y no con las de
uno solo.
Mientras
exista esta forma de tolerancia, habrá luz.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. Mi fuente puede negar haberme
informado acerca de quiénes realmente encabezan las preferencias electorales en
el PAN. Es su derecho y su privilegio. Lo entiendo, lo respeto y lo acepto,
pero quien falta a la verdad es él y no yo. El tiempo, como casi siempre
ocurre, me dará la razón.
2. “Como se
maneja al Mundo y se lo lleva a una guerra? Los Diplomáticos mienten a los
periodistas y creen en sus mentiras cuando las ven impresas”. Karl Kraus
3. “No pregunto quién eres, eso carece de importancia para mí. No puedes hacer ni ser más que aquello que yo te inculco” Walt Whitman
3. “No pregunto quién eres, eso carece de importancia para mí. No puedes hacer ni ser más que aquello que yo te inculco” Walt Whitman
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