Los perredistas andan mal y de malas. El asunto de Tabasco se les ha ido de las manos y ahora está en las del Tribunal Electoral de la Federación, donde hasta hoy han dado prioridad al sentido del voto, pero donde no se sabe con certidumbre cómo van a resolver los magistrados, porque en Colima los priístas ya tienen una ingrata experiencia al respecto.
De esta manera, las probabilidades de que en la última instancia se tome la determinación de cambiar la determinación de los tabasqueños y darle el triunfo a los del sol azteca son realmente muy pocas.
Pero si en Tabasco les va mal, en el Distrito Federal las cosas están que ardieron con el asunto de la discoteca y las detenciones arbitrarias que hicieron recordar las viejas razzias uruchurtianas. La gazmoñería perredista salió a flote y tal parecía que el viejo espíritu stalinista volvía a las calles y se apoderaba del alma, corazón y mente de los gobernantes de la ciudad de México.
Mientras tanto, aquí en Colima los perredistas hacían su propia cena de negros y el principal ingrediente fue la suspensión de derechos para Enrique Armando Salazar Abaroa y varios perredistas más, algunos de ellos dirigentes de comités municipales, para más señas.
Según los argumentos utilizados, la causa principalísima es porque los susodichos habrían causado estropicios en las ya de por sí mermadas huestes perredistas con sus dichos. El actor más reconocido en los medios es el exdiputado plurinominal Enrique Armando Salazar Abaroa, aunque cabe destacar que, desde mi punto de vista, ni siquiera es el más importante o con mayor presencia al interior de ese partido.
Por supuesto, se trata de lucha por el poder. De una batalla donde un grupo de militantes pretenden arrebatarle a Arnoldo Vizcaíno y Carlos Sotelo, principales cabezas del grupo que controla realmente al partido, la dirigencia estatal y con ello las candidaturas en todos los niveles.
No es una lucha de principios, o de ideales. Es lisa y llanamente una lucha por el poder. Así de sencillo, aunque no sea un asunto simple o lineal. En ambos grupos hay gente que actúa de buena fe y que realmente tiene deseos de mejorar las desastrosas condiciones en que actualmente se encuentra. En términos reales, el PRD es un partido que existe más en los medios que en la sociedad, tiene militantes de una calidad indiscutible, pero le hace falta estructura, tiene espíritu, pero le falta cuerpo.
Sin embargo, desde mi punto de vista, el grupo liderado por Sotelo y Vizcaíno cometió un error que puede ser, en el mediano plazo, la razón fundamental para que ese partido no esté en condiciones de ser competitivo en el 2003, como le ocurrió en este año. Este es un asunto de donde el PRD difícilmente saldrá fortalecido; por el contrario, ante la incapacidad para encontrar una solución menos drástica a este conflicto, a este enfrentamiento de grupos, lo que se espera es una disgregación de sus miembros y su incorporación a otros partidos aún más pequeños o de menor trascendencia social, política o electoral.
En realidad, la sanción impuesta a los inconformes se antoja, de entrada, desproporcionada a la falta cometida. Y la forma de expresar las razones por las que se aplica huelen, en serio, al viejo Partido Comunista, donde estaba prohibido disentir y hacerlo se pagaba con la muerte. Se decía entonces que el peor enemigo de un comunista era otro, de una célula diferente. Sobre todo, el adjetivo es porque en un partido autodenominado democrático nos encontramos con una reacción comparable con la de los panistas cuando prohibieron la minifalda, la exposición de obras artísticas donde hubiera exposición o muestra de obras donde se exhibiera el cuerpo desnudo, hasta llegar a la destrucción misma de esas obras. “la destruí porque me ofendió” es similar a “los suspendemos porque nos adjetivaron”. El parangón resulta inevitable e inobjetable.
Ahora bien, éste es un juego de suma cero, es decir, lo que gana un grupo lo pierde otro. Y si bien es cierto que la presencia de Enrique Armando Salazar Abaroa al interior del PRD es mínima, lo cierto es que a él y a los otros suspendidos los volvieron víctimas –no inocentes, pero víctimas– y ahora son los buenos de la película, por lo menos para muchos de los lectores de medios y escuchadores de noticias. La ganancia mayor, entonces, es para los presuntos democratizadores de un partido democrático por definición. Porque si el dueto Sotelo–Vizcaíno tiene el control del PRD, ¿para qué preocuparse por los disidentes? Y si los ahora suspendidos tenían la mayoría en el Consejo estatal, ¿por qué no llevaron a cabo la asamblea y en vez de ello dejaron el campo libre?
En este juego, todos pierden, es decir, los perdedores son, en primerísimo lugar, los propios perredistas; luego, el sistema de partidos, porque este borlote ayuda a generar desconfianza y contribuye a impulsar el caudillismo y no la vida institucional, que es parte esencial en la democratización de la sociedad.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.- Loas priístas tienen problemas enormes para ajustarse a los nuevos tiempos, las nuevas formas y, sobre todo, para tomar decisiones inteligentes. El tiempo se les ha ido lastimosamente y las pérdidas se siguen acumulando y no me refiero únicamente a las electorales, de suyo importantes, sino a las de definir rumbo, programa, objetivos y dirigente.
Están entrampados porque se pelean por los restos, pero no he escuchado qué hacer y, sobre todo, cómo hacer para recobrar la credibilidad de la gente, la confianza de los electores.
Veo muchas propuestas de candidatos para gobernador, unos que dicen querer y otros de los que se dice que quieren pero que no lo han dicho expresamente y hasta el caso del rector de la Universidad de Colima, Carlos Salazar Silva, quien ya dijo que no quiere y fue descalificado por otro de sus compañeros de partido, Roberto Chapula de la Mora, otro sedicente aspirante, por razones de simpatía, empatía y carisma. Otro más, el senador de primera minoría, Héctor Michel Camarena, me recordó la estrategia usada por Jesús Orozco Alfaro hace pocos años, cuando aseguró que no era el candidato oficial de Carlos de la Madrid Virgen, quien lo había hecho presidente municipal y senador. Por supuesto, la historia es muy conocida, Jesús Orozco tenía razón absoluta: no era el candidato de Carlos de la Madrid. Pero además, negar lo evidente es ofender a los demás, porque el origen de Michel Camarena no puede negarlo, ni a quien le debe sus cargos. Eso no es malo, resulta normal formar parte de un equipo político y, en este caso, el del gobernador.
En cambio, tiene razón cuando afirma que, ahora, ya no basta ser el candidato del gobernador para alcanzar el objetivo. Michel Camarena forma parte de un grupo político, eso es correcto, normal, natural y nada vergonzante. La candidatura a gobernador no es cosa de enchílame estas tortas, se trata de trabajar en equipo y que bueno que sea parte del equipo político del gobernador, pieza destacada incluso, pero vale la pena cuidar las palabras porque éstas suelen ser las peores detractoras de los políticos suspirantes.
Por lo demás, las candidaturas deben responder a una trayectoria, presencia entre la militancia y la sociedad y a una garantía de rentabilidad electoral. ¿Está usted e acuerdo, amable lector?
2.- "El que revela el secreto de otros pasa por traidor, el que revela el secreto propio pasa por imbécil" Francois Marie Arouet
3.- "No basta levantar al débil, hay que sostenerlo después" William Shakespeare
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