Los resultados electorales locales “mataron” a muchos, pero los muertos más significativos son los panistas, quienes ya se consideraban dueños del estado y sus alrededores.
Mire usted, hace tiempo escribí que Antonio Morales de la Peña había decidido apoyar la candidatura de la señora Martha Sosa de Rodríguez García, nacida en la primera mitad del siglo pasado, porque era una decisión que, a simple vista, resultaba muy conveniente para él y su grupo, aunque no así para los panistas en su conjunto y, sobre todo, para los colimenses.
En aquella ocasión aseveré que esa decisión estaba basada en un análisis de las condiciones políticas existentes en Colima y, sobre todo, de la viabilidad de un triunfo panista. Dije que el grupo comandado por Morales de la Peña había decidido marginar a Nabor Ochoa López porque consideraban que su presencia en Manzanillo era prescindible porque, tanto la señora Sosa, como el alcalde Virgilio Mendoza, tenían el control del “aparato” político panista en aquel municipio.
Sus cuentas eran simples: si ganamos, adelante. Si perdemos, nos deshacemos de Martha Sosa y el 2012 es todo para nosotros. El asunto principal es que a quienes así pensaron, se les olvidó algo: la vida no es simple, sino compleja. Quien diga que tal o cual asunto político tiene una solución sencilla o sencillísima, tíldelo sin más, amable lector, de farsante o demagogo.
Pues bien, los resultados electorales fueron total y absolutamente adversos a este grupo panista. La derrota de Virgilio Mendoza, no así la de la señora Sosa, volvió absoluta la derrota, pues ya no tendrán la base natural para lanzarse Morales de la Peña y Mendoza Amescua por las candidaturas a la senaduría. No tendrán una plataforma de lanzamiento, ni podrán manejar las candidaturas casi a su antojo, tal como los propios panistas acusan hoy.
Toñito y Virgilio estuvieron en los dinteles de la gloria y hasta allí llegaron. Hoy, los panistas reclaman despojos. No importa de quién, ni de qué. Quieren despojos, porque debe haber un festín para los otrora vencidos, para los desplazados de las candidaturas plurinominales, para quienes han declarado que: “Si un candidato no me satisface no tengo por qué trabajar por él”.
Si usted analiza con cuidado los dichos de los panistas interesados en que los actuales dirigentes renuncien a sus cargos, por lo demás alcanzados de manera legal, verá usted, amable lector, que no hay argumentos válidos, ni tampoco razones legales, ni éticas, ni morales, justificatorias de este intento de carnicería.
Con un golpe de mano, con gritos y sombrerazos, varios panistas connotados, no necesariamente por buenas razones, pretenden quedarse con los despojos del partido.
En este sentido, la actual disputa por los restos del partido, no es por razones democráticas, ni por sentido de la decencia o la justicia, sino simple y llanamente es una disputa por un órgano de control político, es un pleito callejero mediante el cual pretenden llevarse cada quien su parte y mientras mayor sea ésta, mejor. No hay honor ni gloria, sólo podredumbre.
Los liderazgos en el PAN fueron sepultados y la nueva geografía electoral construyó otros. Ahora, Armería y Tecomán son fuentes de poder y en el caso particular de Armería, podemos afirmar que el fuego amigo pudo haber sido la causa fundamental en la derrota priísta en ese municipio. La insurrección del cabildo para impedir que el presidente con licencia regrese a ocupar el cargo para el que fue electo es, apenas, una leve prueba de por dónde podrían encontrarse las explicaciones de los resultados electorales en ese municipio.
Debemos considerar, también, el hecho de que el hoy vapuleado, vituperado y execrado Virgilio Mendoza, fue uno de los elementos que contribuyó al triunfo de los candidatos del PAN en Armería, lugar donde nació y tiene parientes y amigos.
Un hecho es cierto: son los peores resultados electorales obtenidos por el PAN en los últimos 12 años.
Eso explica el encono con que los panistas disputan los despojos de su partido.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. El artículo 63 de los estatutos del PRI señala lo siguiente: “Pierde su militancia quien: …. “II. Acepte ser postulado como candidato por otro partido, salvo en el caso de las coaliciones o alianzas previstas en los presentes Estatutos;
III. Deje de formar parte del grupo parlamentario del Partido en el órgano legislativo o edilicio a que pertenezca; y IV. Apoye públicamente o realice labores de proselitismo a favor de un candidato de otro partido político, salvo en el caso de coaliciones o alianzas previstas en los estatutos.
La Comisión de Justicia Partidaria competente hará la declaratoria correspondiente.”
Como se puede observar, sólo falta que la Comisión de Justicia Partidaria competente haga la declaratoria correspondiente para que la diputada local Aurora Espíndola pierda, formalmente, su militancia priísta. No hay tal candidatura ciudadana, cuando se pertenece a un partido político. No es su caso, aquí se trató de una decisión razonada, pensada y explicable: si su partido no le dio la oportunidad de competir en esta ocasión, ella tenía todo el derecho de decidir qué hacer… y lo hizo. Ahora, debe pagar las consecuencias naturales, lógicas y estatutarias, por la acción realizada en contra de su expartido.
2. En la entrega de la semana anterior, hice un ejercicio acerca de cómo quedaría conformada la nueva legislatura local y, tras hacer un ejercicio con los resultados de la elección de diputados de mayoría relativa, mi conclusión fue la siguiente: “Así, el congreso local estaría conformado de la siguiente manera, el PRI, 14 diputados; el PAN, 7; el PANAL, 3 diputados y, finalmente, el PT, un diputado.”.
Ayer sesionó el Instituto Electoral del Estado de Colima, IEEC, y los resultados oficiales confirman lo que aquí anticipamos.
3. La primera ley de la amistad es pedir a los amigos cosas honradas; y sólo cosas honradas hacer por ellos. Marco Tulio, Cicerón.
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