He seguido, con interés el tortuoso camino seguido por la candidata perdedora a la gubernatura, Martha Sosa de Rodríguez García, nacida en la primera mitad del siglo pasado, para dar a conocer las razones de su derrota.
Tal como expliqué en un programa de radio, la señora senadora con licencia, no saldría a dar la cara, ni a asumir las responsabilidades que le correspondieron por la pésima conducción de su campaña.
Por supuesto, cualquiera puede decir que la señora Sosa de Rodríguez García no era responsable de la conducción de su propia campaña, pero eso sería un error y una enorme mentira.
Quienes conocen a la senadora con licencia, saben que, Para ella, no hay voz más autorizada que la suya, que no es persona que juega en equipo, sino que toma decisiones por su cuenta y riesgo, al costo que sea.
Así se había conducido hasta antes de ser candidata a gobernadora, por lo que no hay elementos suficientes para afirmar que ahora hubiera cambiado diametralmente su forma de actuar.
No le demos vuelta: la señora Sosa de Rodríguez García tiene comportamiento de jefa, pero no asume la responsabilidad de líder, ni tiene las características y los comportamientos de quien ejerce a plenitud el liderazgo.
Por eso, no sorprenden sus exabruptos, porque son característicos de su personalidad. Lea usted la entrevista concedida a un medio local y verá que es una repartición de culpas entre tirios y troyanos, pero es sumamente cuidadosa con su persona y se deja a salvo, con la excepción hecha de una brevísima mención respecto de Manzanillo, pero incluso allí, la carga mayor de la responsabilidad la hace caer sobre el defenestrado y execrado Virgilio Mendoza.
El problema del PAN es que no tienen la menor idea de qué deben hacer, ni para dónde deben correr, en una situación como la que viven en la actualidad.
Los diferendos son tan enormes que, en el corto plazo, no se ve salida al berenjenal en que están metidos. El comité estatal es la pieza que sigue, porque es le mecanismo mediante el cuál podrían tener el manejo de las candidaturas en el siguiente proceso electoral.
Ya salió Martha Sosa de Rodríguez García a decir que fue traicionada y ya salieron algunos a decir que no promovieron el voto en su favor, porque no era candidata de su agrado y, más aún, también dijeron que, como prueba del rechazo a su candidatura, fueron al comité municipal respectivo a tirarles los papeles en que se les acreditaba como representantes, del partido o de la candidata, ante los órganos electorales correspondientes.
Martha Sosa de Rodríguez García careció de la sensibilidad y la inteligencia emocional necesarias para integrar a los panistas en torno suyo. No supo cómo hacerlo, no quizo hacerlo o no le interesó hacerlo. Cualquiera de las tres razones, o cualesquiera otras, produjeron suficientes problemas para que los panistas optaran por mandar a la mujer porteña al diablo, o más lejos aún.
Pero no se crea que el PAN dejó de hacer su tarea: obtuvo la mayor cantidad de votos de toda su historia en cuanto a la gubernatura. De igual manera, los candidatos a diputados locales obtuvieron más votos que hace tres años.
Desde luego que no hay comparación con los resultados electorales de 2006 y los de este año, porque en aquella fecha, los panistas sumaron siete triunfos en igual número de distritos electorales locales y ahora obtuvieron cuatro, apenas. Son los peores resultados electorales obtenidos por el PAN desde 1997.
El 18 de enero de 2007, apenas seis meses después de la victoria absoluta del PAN en las elecciones federales en Colima, escribí una colaboración que titulé “Martha Leticia Sosa Govea y Nabor Ochoa López, Choque de Trenes”. Hoy sabemos que dicho choque se dio y quién fue el ganador.
No hay, en Colima, un solo analista, comentarista, conductor de programas de opinión, similares y conexos, que escatime elogios y disminuya el peso que tuvo Manzanillo en la victoria electoral del PRI. Hoy, Manzanillo es Nabor Ochoa y Nabor Ochoa es Manzanillo. Así lo han dicho, en público y en privado, no sólo los priístas sino, principalmente, los panistas. Debo ser justo y reconocer que el primer panista que dijo lo anterior, públicamente, fue Pedro Peralta Rivas, quien entonces se había unido a Nabor Ochoa y Felipe Cruz para protestar contra el comité nacional de su partido por la imposición, entonces presunta, de la señora Martha Sosa de Rodríguez García como su candidata a gobernadora. De esas fechas es su ahora famosa, y paradójica, frase: “no aceptaría la imposición ni aunque ésta fuera en mi favor”. Ya vemos la debilidad del hombre y cómo el señor diputado local aceptó, sin rubor alguno, ser impuesto como candidato a diputado federal plurinominal, a cambio de su silencio. Las palabras congruencia y consistencia desaparecieron de su lenguaje.
También debe reconocérsele a Pedro Peralta Rivas que dijo que él no participaría en la contienda electoral si Nabor Ochoa López se salía del PAN, porque ese hecho aseguraría la derrota electoral de su partido. Sabía de qué hablaba.
Lo dije en mi anterior colaboración: hay una lucha interna entre los panistas por la conducción del partido. Los panistas ya perdieron el rumbo y la seriedad. Están a punto de perder el partido. ¿Lo lograrán?
Lo veremos y comentaremos.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1. Hay quienes han escrito, a propósito de lo asentado aquí la semana anterior respecto de la diputada Aurora Espíndola, que su caso es similar al de Nabor Ochoa López porque éste habría obligado al RI a violar sus propios estatutos para hacerlo “su” candidato. Hay un evidente error en la opinión vertida en un semanario digital, debido a que el opinante “olvidó”, convenientemente, que Ochoa López fue candidato del Partido Nueva Alianza y no del PRI, quien sólo lo llevó como su candidato común. Es mucha la diferencia jurídica entre uno y otro caso.
2. Amaneció, la noche ha sido fecundada". Edmon Jàbes
3. ¿Por qué retirarnos, por qué abandonar la partida cuando nos quedan aún tantos seres a quienes decepcionar? E. M. Cifran
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