La seguridad pública y la seguridad nacional se han convertido en la piedra de toque de este gobierno. Mucho se habla en los medios acerca de las acciones emprendidas por Felipe Calderón en estas materias, pero se ha hablado más acerca de las razones políticas que se tuvieron para emprenderlas que de los resultados concretos y de mediano plazo que se obtendrán.
Antes que todo, me parece que debemos tener una idea cabal, plena y común de lo que es seguridad pública y me parece que Ernesto López Portillo Vargas, quien fuera Director del Programa de Estudios en Seguridad, Justicia y Derechos Humanos de la Fundación Rafael Preciado Hernández AC, ha definido a la seguridad pública como “el conjunto de políticas y acciones coherentes y articuladas, que tienden a garantizar la paz pública a través de la prevención y represión de los delitos y de las faltas contra el orden público, mediante el sistema de control penal y el de policía administrativa”.
En ese contexto, una política de seguridad pública coherente y racional, implica el manejo de diversos elementos que interactúan y que pueden ser clasificados desde dos puntos de vista: una perspectiva estrecha, en la cual convergen todas las instituciones propias del ámbito policial, y otra amplia, que incluye los siguientes elementos: sistema de impartición de justicia eficaz, sistema de ejecución de penas más racional, política de medios que favorezca la seguridad y sistema de prevención del delito que abarque a las posibles víctimas y a los posibles participantes en actos delictivos.
Pero entre los especialistas del tema hay una definición que está vigente: “función a cargo del Estado que tiene como fines salvaguardar la integridad y derechos de las personas, así como preservar las libertades, el orden y la paz públicos”
Por desgracia, en el México de hoy, la prevención del delito, la procuración e impartición de justicia, la ejecución de penas y medidas de seguridad, se desarrollan en un contexto de simulación, falta de controles, nula profesionalización, ínfima calidad en el desempeño, ausencia de mecanismos de corresponsabilidad efectivos y ágiles, carencia de información sistemática y oportuna, casi total desvinculación con la comunidad y, finalmente pero no menos importante, la corrupción e impunidad existentes como reglas, no como excepciones.
En este sentido, es apenas lógico que los operativos federales muestren la corrupción de las fuerzas de seguridad pública, estatales y municipales, aliadas a la delincuencia organizada, aunque sea el narco el que mayores recursos destine para los sobornos de los cuerpos de seguridad.
El problema mayor s que el estado se ha vuelto incapaz de cumplir con su obligación de brindar seguridad. Esa fue una de las razones del nacimiento del Estado: el mantenimiento de la seguridad común. Y el estado se ha reconocido como incapaz de garantizar la seguridad de sus miembros. Asó lo han dicho unos y otros.
Hay quienes le apuestan a crear estados policiacos, donde las libertades esenciales del hombre estén disminuidas, donde se acote su ejercicio. Ven el problema desde el punto de vista de las armas, las municiones, las patrullas, el adiestramiento y la capacitación. Todo eso hace falta, pero también hace falta apuntar hacia el otro lado, hacia el lado de las injusticias sociales, hacia el revestimiento de la tendencia de que cada sexenio haya una triste, ominosa herencia: más millones de miserables.
Se han anulado casi los subsidios, los productos básicos tienen precios escandalosos y muchísimo, millones de mexicanos apenas tiene para subsistir. El asunto no es sencillo: ¿cuántas familias tienen ingresos mensuales menores a los ocho mil pesos? El INEGI tiene las respuestas necesarias.
¿La mayor pobreza genera mayor inseguridad? Es una ecuación que debemos revisar y verificar si es cierta. El estado no ha podido disminuir los índices de inseguridad. En este sentido, si las instituciones públicas no garantizan seguridad, entonces el individuo se reconoce obligado a hacerlo por él mismo, es decir, busca garantizar su seguridad y por desgracia, muchas veces lo hace pactando con los delincuentes.
El combate al narcotráfico es materia de seguridad nacional, no pública. Atañe la integridad misma de las instituciones, a su preservación y su existencia como garantes de la vida de los mexicanos.
Por esa razón, más allá de las intenciones políticas implícitas en la decisión de anunciar a bombo y platillo una enorme movilización nacional contra el narco y la delincuencia organizada, está la certidumbre de que la hora ha llegado. Durante seis años los narcos se pasearon a sus anchas por el país. Es ahora o nunca para ponerle fin a esta situación.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
2.- “Para escribir, hace falta un mínimo de interés por las cosas; es necesario creer aún que las palabras pueden atraparlas o al menos rozarlas; yo ya no tengo ese interés ni esa fe” Emile Cioran
3.- “Me seducen las distancias lejanas, el inmenso vacío que proyecto sobre el mundo. Crece en mí una sensación de vaciedad; se infiltra en mi cuerpo como un fluido ligero e impalpable. En su avance, como una dilación hasta el infinito, siento la presencia misteriosa de los sentimientos más contradictorios que ha acogido jamás el alma humana. Soy feliz e infeliz a la vez. Estoy exaltado y deprimido, desbordado por el placer y la desesperación en la más contradictoria de las armonías. Estoy tan alegre y tan triste que en mis lágrimas se reflejan el cielo y la tierra al mismo tiempo. Aunque sea solamente por la alegría de mi tristeza, querría que no hubiera más muerte en esta Tierra” Emile Cioran
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