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martes, julio 11, 2000

El PRI: tras la derrota, la batalla por sus restos

Julio de 2000


Agenda Política

Miguel Acosta Vargas

Ya ha pasado más de una semana del triunfo de Vicente Fox Quezada. Más de una semana de la decisión tomada por casi 16 millones de mexicanos, quienes con su voto hicieron posible el triunfo del guanajuatense.

Mucho se escribió aquí y en otros lugares de las razones por las que debería y por las que no debería ser elegido el panista como el gobernante de todos los mexicanos. De ninguna de las expuestas en este espacio me desdigo; en cambio, las reitero. Como dijo un amigo, Vicente Fox obtuvo el triunfo por haber logrado la mayoría de votos, pero no por tener mayoría de razón. Punto.

Sin embargo, más allá de todo ello, vale la pena preguntarse qué va a pasar con el PRI. Esta es la verdadera cuestión. Ernesto Zedillo cumplió su papel de presidente de la república y fiel a su estilo, en cuanto tuvo datos confiables dio la cara y felicitó al ganador de las elecciones. Nada de ello fue raro o extraño, todo correspondió cabalmente a lo hecho en anteriores ocasiones por este presidente.

Los priístas, los priístas de siempre, los que veían en el presidente el principio y fin del partido, del sistema, del gobierno y del Estado, pusieron el grito en el cielo y llamaron traidor a Zedillo. Hasta le cambiaron la grafía y escribieron Cedillo (como aquel general potosino, esbirro de los yanquis, que se rebeló contra Lázaro Cárdenas por la expropiación petrolera) en referencia clara al traidor a los intereses patrios. Parafernalia pura, nada más. Hubo quienes se rasgaron las vestiduras, se untaron ceniza en el pelo y salieron a la calle gritando por su partido, al que tanto perjudicaron con sus acciones y actitudes.

Es cierto, la gente votó a favor de quien representaba una probabilidad real de echar del poder a un partido que había hartado a los ciudadanos. Un partido donde la corrupción era normal, en todos los ámbitos. Un partido donde contaron más las palancas, las relaciones, que las capacidades y virtudes de sus militantes. Un partido que representa lo peor de la política y que hizo que todo lo que se escucha de política y de los políticos sonara a sucio, a corrupto, a deshonesto.

Por supuesto, hay millones y millones de mexicanos que creemos con honestidad que el PRI puede ser el mejor partido que haya en este país. Aún hoy, o mejor dicho, hoy más que nunca. El PRI también representa muchos de los ideales de los mexicanos. Representa la lucha real por mejorar las condiciones de vida de nuestro connacionales, representa una oportunidad de participar en la vida política activa en este país y representa, también, la suma de muchos de los mejores hombres y mujeres que han decidido dar la cara por sus convicciones y creencias.

Desde mi punto de vista, Zedillo no fue y no pudo haber traicionado al PRI, pues para ello debió antes haber hecho profesión de convicción partidista, haber demostrado su confianza y entregado su lealtad al Partido que lo hizo candidato y lo llevó al poder. En cambio, desde el principio se encargó de decirles a los priístas que se fueran al diablo, ellos y su partido. Los mandó al carajo y, acostumbrados a vivir del y para el presupuesto, fueron a pedirle de rodillas que no los corriera ni se alejara de ellos. Perdieron la oportunidad de convertirse en un verdadero partido.

Díganme si miento. Los priístas clásicos, los de siempre, los alabadores obligados del ejecutivo en turno, se fueron con todo contra quienes eventualmente hacíamos señalamientos o críticas respecto de la actuación del partido, sus dirigentes o algunos políticos. No faltó quienes usaran las tribunas partidistas o las de los medios de comunicación para expresar su sacrosanta indignación por haber zaherido, así haya sido con razones objetivas, concretas, con hechos comprobados o hasta con el pétalo de un adjetivo, al presidente de la república, al gobernador, al presidente municipal, al dirigente del partido o a todo aquel que representara una fuente de poder o de posible acceso al poder.

Los priístas de siempre, contra quienes he expresado críticas y más críticas, se acabaron al PRI. Se acabaron la confianza de la gente en el partido y sus gobernantes. Amable lector, le hago una pregunta sencilla: ¿cuántos priístas conoce que sean corruptos, ineficientes en el desempeño de sus responsabilidades públicas, que se hayan hecho ricos tras un periodo de estar en la administración pública, que sean prepotentes, abusivos, groseros con sus inferiores y obsequiosos con sus superiores?

Es cierto, reitero, también hay millones y millones de priístas honrados, capaces, eficientes, responsables, leales, amables, bien dispuestos a dar su mayor esfuerzo en bien de la Patria; sin embargo, son los menos, o quienes no ocupan cargos de elección popular, en la administración pública o en la dirigencia partidista. Y no lo hacen porque no reciben una oportunidad o porque simple y sencillamente no desean hacerlo.

Hoy, las cosas cambiaron definitivamente. Muchos priístas se pelean los restos. Son los priístas de siempre, los que acabaron con la confianza de la gente, los que se robaron el dinero, los corruptos, los traidores. De quienes encabecen la lucha por la reestructuración del partido y, fundamentalmente, de quiénes y cómo se hagan de la dirección, dependerá el porvenir del priísmo nacional.

Por mi parte, considero que lo más prudente sería un reagrupamiento de las fuerzas regionales para ver cómo se puede recomponer en poco tiempo un partido que duro 71 años en el poder, porque era la esencia misma del poder absoluto. Como dijo un amigo a quien respeto mucho por su probada lealtad, su inteligencia y capacidad casi sin límites para ofrecer amistad: "...el PRI se agotó como partido cuando se acabaron los viáticos...". No hay partido que soporte vivir del presupuesto público en forma tan descarada. No hay partido que sobreviva sin el esfuerzo y la participación de sus miembros.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1.- A propósito de traidores, esta campaña me permitió conocer muy bien a muchas personas. Algunas de ellas son políticos priístas y pude darme cuenta bien de su capacidad para complotar contra sus propios compañeros de partido. Particularmente uno de ellos dio muestras claras de su gran capacidad para la traición y la deslealtad. Me constan hechos, palabras, expresiones y acciones. Tiempo hay de sobra para hacer un amplio recuento de todo.

Para su desgracia, este es un camino angosto y en ascenso. En lo subsecuente, muchos priístas están dispuestos, cuando sea el tiempo para ello, a devolver golpe por golpe, pero, a diferencia suya, lo harán en forma abierta, directa, de frente, para oponerse a sus deseos de ser el próximo candidato del PRI a la gubernatura.

Al tiempo.

2.- De lo perdido lo que aparezca. El PRI logró la mayoría en el congreso local. Ahora, según dijo Fernando Moreno Peña, gobernador del estado y el priísta con más obligaciones, se trata de ser una mayoría responsable. En esta ocasión veremos a los priístas y sabremos de qué tela están hechos.

3.- “Siempre espero lo peor, y siempre resulta peor de lo que esperaba”. Henry James

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