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martes, junio 06, 2000

Las Tareas del PRI

Como dije la semana pasada, en el PRI el cemento que durante muchos años ha mantenido unidos a quienes militan en ese Partido, ha sido la disciplina a ultranza –diría que hasta la ignominia– y no la ideología, la comunión de ideas, las esperanzas en que todo será mejor para este país. Por encima de todo, una disciplina vertical, reproducida en todos los niveles, hasta llegar a la base. A quienes exponen sus ideas sin solicitar permiso para ello, o sin haber recibido “línea” al respecto, suelen echarles encima a los perros, o, en el mejor de los casos, suelen hacer caso omiso de sus opiniones y las atribuyen a ciertos o supuestos resentimientos por no haber alcanzado éste o aquél cargo de elección popular, de dirección en el propio partido o, por último, en la administración pública. En muchas otras ocasiones, se desestiman los señalamientos porque se juzga a quien los hace y no la veracidad o falsedad de los argumentos presentados.

Esto es y esto ha sido el PRI desde su nacimiento en 1929. Pocos pueden rebatir lo anterior. Muchos, en cambio, estarán de acuerdo conmigo. Pero este partido también ha sido el impulsor de la democracia en este país. También ha impulsado a los partidos de oposición y de su propio seno han nacido varios. Ciertamente, faltan muchas cosas por hacer: falta más democracia al interior del partido, falta mayor capacidad de movilización, se carece de una verdadera cultura de análisis de los problemas que enfrenta el Partido y el país mismo, porque aún se padece la subcultura de “la línea”; aún se está a la espera de qué dirá el presidente de la república, el gobernador o el presidente municipal, en su caso. No es el PRI un verdadero partido en el sentido de que pueda obligar a sus miembros que ocupen cargos de elección popular a que ayuden económicamente al sostenimiento de su partido. Quienes llegan a ocupar cargos de elección popular o en la administración pública y otorgan apoyos económicos a su partido, de su propio bolsillo, lamentablemente son la excepción y no la regla.

El PRI es un partido que se reinventa cada tres años. Suelen los priístas echar todo a la basura y decir que hay un nuevo PRI. Y suele haberlo. Nuevos dirigentes, cambio de loción, un discurso punzante, aunque más contra los propios priístas, sus antecesores en el control del Partido, que contra sus adversarios de la oposición. Porque éste es un rasgo distintivo más de los priístas: se desbaratan entre ellos para alcanzar las candidaturas. Suelen darse toda clase de golpes. Se exhiben unos a otros y cuando ya se han sacado todos los trapos al sol, uno de ellos es nominado candidato y viene la subsiguiente dispersión. Luego, ya en plena campaña, los principales enemigos de los priístas son sus propios compañeros de partido. Hablan mal de sus propios candidatos, señalan supuestos o reales defectos, hacen todo lo posible por boicotear sus actos de campaña, llegan incluso hasta hacer campaña en contra de él. Esto lo hemos visto antes… y lo vemos ahora.

Esto, fundamentalmente, tiene al PRI al borde del fracaso electoral. Para nadie es ajeno el hecho de que las actuales condiciones hacen probable una derrota priísta en la elección presidencial. Más allá de las bondades de Francisco Labastida Ochoa, el mayor daño lo han hecho los propios priístas al socavar las estructuras del poder y al impulsar un desdén, en el mejor de los casos, al candidato sinaloense. Por ello, no importa qué diga Fox Quezada, ni cuántas nangueras sea capaz de soltar en cada intervención, lo que en realidad subyace en muchos mexicanos es el deseo de cambiar. Simple y llanamente de cambiar, no importa si el gobierno foxista resulta peor que cualquiera de los priístas. Se trata de cambiar, no importa cómo ni para qué.

Y muchos en el PRI no saben qué hacer ni para dónde voltear. Están poco acostumbrados a las batallas y el olor a pólvora les revuelve sus blandos estómagos. Eran buenos para el rollo y ya ni siquiera eso les ha quedado. No pueden hablar de las bondades de su partido, de los gobiernos emanados de él. No pueden decir que cada acto correcto de gobierno, cada acto de buen gobierno (ojalá todos fueran así, aunque sabemos que no es el caso) es simplemente el cumplimiento de la responsabilidad que el propio pueblo ha conferido y en ese sentido, qué bueno que valuemos los programas, qué bueno que reconozcamos los avances, lo mismo que los rezagos; pero en esta nueva relación que debemos construir entre el estado y la sociedad mexicana debe prevalecer, ante todo, el sentido de responsabilidad y ese sentido de responsabilidad debe llevarnos únicamente al cumplimiento de los buenos actos de gobierno, al cumplimiento de la función para los que elegimos a nuestros mandatarios.

Por otra parte, muchos hablan de la justicia que se invoca en las procuradurías y se administra en los tribunales. A este respecto, conviene hacer un objetivo y riguroso "juicio de la justicia”. Es necesario. Pero hay otra justicia de la que debiera hablarse más: la justicia social. Este otro "juicio de la justicia" llega más lejos: por ese conducto se enjuicia a la sociedad y al Estado. En él participa un jurado irrecusable: los destinatarios de esa justicia, el jurado que integran los ciudadanos. Se trata, pues, de un verdadero juicio histórico, no menos objetivo y riguroso. Y esto es indispensable. Aquélla, la justicia de las procuradurías y los tribunales, es el árbol. La justicia social es el bosque. Ojalá que los árboles no nos impidan ver el bosque.

Los militantes priístas, y la sociedad en su conjunto, esperan que su partido reconozca y asuma las necesidades populares y promueva las soluciones que se requieren. En fin, esperan que haga lo que debe hacer un partido político con principios claros, compromisos ciertos y voluntad resuelta.

La justicia social ha sido una bandera constante del partido en sus diversas etapas, expresada de diferente manera. Está en su raíz y en su conciencia. También en su divisa. Por eso, el Partido Revolucionario Institucional debe recuperar el concepto y la exigencia que le son característicos: justicia social. Ante este hecho, los priístas debemos asumirnos como miembros de un partido que toma partido. Pero debemos hacerlo ya, hoy mismo, porque hacerlo mañana será demasiado tarde.

El pueblo, nuestro pueblo, se encuentra atrapado en la crisis más grave de su historia moderna y quiere y necesita soluciones suficientes y oportunas, es decir, soluciones de fondo, y el partido que aún representa a la mayoría de los electores no puede cambiarlas por ponencias; no puede sustituirlas por discursos; y sobre todo, no puede ignorarlas.

Velamos ya las armas para ganar las elecciones del dos de julio. Pero también están las próximas generaciones. No se trata de ganar aquéllas a cambio de perder éstas. Un partido político debe advertir que el futuro es uno solo, desarrollado en dos episodios: el de los comicios llega primero. Si el PRI lo sortea con acierto, podrá asumir el siguiente, a título de protagonista, no de opositor. La única forma de hacer ambas cosas es oír, atender, secundar las exigencias del pueblo; hacer de ellas bandera de partido y de gobierno. Si el partido asume esa determinación desde ahora, podría colocarse en el rumbo debido para emprender la dura prueba que afrontará el dos de julio de este año. Si no lo hace, habrá echado por la borda su última oportunidad de renovarse y pervivir.

TRES COMENTARIOS AL MARGEN

1.- “Por un municipio de leyes”. ¿Suena bonito, no cree usted, amable lector? Pero no hay tal. Por una parte, el alcalde quitó propaganda a los perredistas y ahora, cuando se le señala una violación abierta y flagrante de SU candidato, al colocar propagada en un lugar prohibido. No importa, no es la primera y seguramente no será la última vez en que los hechos demuestren la falsedad de las palabras de Carlos Vázquez Oldenbourg, quien aspira a ser “el jefe máximo” de Colima y a endilgarnos a su propio “nopalito·”.

Carlos Vázquez Oldenbourg hizo un mal cálculo. Desea ser candidato a gobernador en el 2003 y para ello pretende dejar en su lugar a Antonio Ramos Salido y Herrera, cuñado del Secretario General del PAN, Francisco Javier Maurer Ortiz Monaterio, por cierto. Pero, insisto, hizo un pésimo cálculo político: primero, intentó convencer a Enrique Michel Ruiz de que no compitiera por la presidencia para que su protegido pudiera hacerlo. Por supuesto, el panista lo mandó a freír espárragos (melones habría sido más apropiado). Luego, intentó meter a su protegido como candidato del PRI por dedazo, pero también le falló porque ya había el compromiso de abrir la postulación de candidatos a la decisión popular. Tampoco hubo arreglo.

Luego, por razones que desconozco, cuando Héctor Arturo Velasco Villa anunció que competiría por el tercer distrito electoral local, más aún cuando ganó el proceso interno, CVO dijo que tal vez competiría por el tercer distrito electoral. No lo hizo y no sé por qué.

¿Qué desea Carlos Vázquez Oldenbourg? Ya lo dijo: ser gobernador de Colima. Para lograrlo, antes debe ser candidato y nada mejor que serlo de la derecha: por ello sus fallidos intentos de arreglo con el PAN y con el PRI. Pero su cálculo le falló: SU candidato no va a ganar, ello es harto evidente aún para el propio Carlos Vázquez Oldenbourg y él habrá sido barrido de la escena política por el ganador. Si gana el PRI estará perdido, pero si gana el PAN estará total y absolutamente acabado. Y, aunque parezca contradictorio, Carlos Vázquez Oldenbourg está con vertido en el principal soporte en un eventual triunfo del panista Enrique Michel Ruiz en Colima, porque los votos que consiga SU candidato, Antonio Ramos Salido y Herrera, servirán para apuntalar la victoria del panista. El segmento electoral al que apela el alcalde es el mismo que el buscado por los priístas, mientras que los panistas tienen su propia bolsa y no se ve cómo van a arrebatársela. Por ello, al dividirse el voto de la zona rural y la popular, Enrique Michel Ruiz transita hacia una victoria electoral gracias, sobre todo, a los oficios de Carlos Vázquez Oldenbourg y sus deseos de ser candidato a gobernador en 2003.

2.- Esta es la hora del cambio. Cambia México. Cambiamos los mexicanos. Sin embargo, también es verdad que ese cambio debe ajustarse al pensamiento, al sentimiento, a la voluntad, a la circunstancia y a la decisión de las mujeres y los hombres cuyas vidas están en juego. Es inadmisible que el cambio ocurra por decreto, casualidad o fatalidad. Construyámoslo entre todos. No somos dóciles a los vientos que corren, ni nos reconocemos como peones de unas leyes del mercado que administran la existencia e imponen sus designios, siempre en beneficio de unos cuantos y en perjuicio de la mayoría. Para alcanzar este cambio es indispensable que todas las fuerzas sociales del país, gobierno, partidos políticos, sindicatos, empresarios, industriales, maestros, mujeres y jóvenes, examinen y propongan un nuevo modelo político y económico que preserve y fomente la soberanía, la libertad, la justicia social.

3.-“(…) Hay que defender hoy las cosas que hemos conseguido tras haberlas deseado ayer, antes que dejárnoslas quitar por vivir mirando hacia las que soñamos para mañana(…)”. Epicuro.

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