En la parafernalia producida tras las declaraciones de la diputada Hilda Moreno y las expresiones que el presidente municipal de Colima, Leoncio Morán Sánchez, tuvo para con ella, vale la pena reflexionar acerca de la necesidad imperante que tenemos de enseñarnos a debatir.
En una democracia, el debate es un ejercicio necesario. Pero un debate de ideas, no de adjetivos. Un debate que le ayude a la sociedad a comprender mejor los distintos puntos de vista y posicionamientos de los actores políticos.
En la democracia son bienvenidas la expresión de ideas diferentes y hasta opuestas, porque se trata de construir entre todos una sociedad más crítica, más informada, más plural y más participativa. Y una forma de promover la participación es discutiendo públicamente los asuntos que competen a todos.
Desde mi punto de vista, a los colimenses nos hace falta debatir, pero hacerlo bien, en serio, porque el debate es uno de los mejores instrumentos que tenemos para construir democráticamente el México
que todos queremos. Así es, no hay duda.
En esencia, democracia es opinión. Sin ésta no hay aquélla. Y la opinión toma su fuerza, se tensa, se pone a prueba, en el debate que enciende a la sociedad.
En la confrontación de las ideas, a la luz del sol, con viveza, sin temor, hallamos el rumbo de la República.
Es el conducto para que circule la verdad, a la que tantos temen tanto. Es el método del entendimiento. Es el cauce de la inteligencia. Es el foro para que en él –y jamás en soledad– se resuelvan los graves problemas de la nación.
Debate es, por supuesto, un diálogo eficaz. En él se enfrentan y se concilian los intereses y las intenciones.
No es una sucesión de monólogos, que van cayendo, uno a uno, en el vacío primero y luego en el silencio. No es la expresión de un coro que acompaña –sólo acompaña– el tono mayor de alguna voz. Quienes cantan a coro, no debaten: secundan. Quien domina todas las voces, tampoco debate: resuelve.
En la democracia, de la que el debate es un instrumento formidable, la decisión se adopta tras el juego de las opiniones, no antes ni por encima, ni a su pesar.
Debemos respetar las voces que concurren al debate, oírlas, animarlas, atenderlas. Este género de controversias previene contra las otras formas de mostrar la discrepancia, tan resbaladizas: las que comienzan en el disenso y terminan en el conflicto; las que usan la amargura en vez de la esperanza; las que emplean la violencia en vez de la razón. Si no queremos esto, debemos admitir aquello.
Por eso debemos respetar y defender la diversidad de voces y de criterios, aun cuando no necesariamente coincidamos con algunos de ellos. El respeto a los demás es uno de los valores fundamentales de la convivencia democrática, pero también es válido y legítimo que en la confrontación de las ideas queden claras las intenciones de quienes las profesan.
Esta es una saludable convicción. Digo saludable, porque se halla en juego la salud de la República.
Convicción y voluntad de tolerancia, pues. No una tolerancia que desdeña al otro o lo padece, sino una que lo escucha y lo acepta.
Una tolerancia que honradamente camina con quien honradamente difiere, y no sin él ni en contra suya. Una tolerancia que no mira en el discrepante a un enemigo. Una tolerancia que advierte la inmensa riqueza moral de la pluralidad.
Una tolerancia dispuesta a defender, pero también a conceder. Una tolerancia que escribe la historia con las palabras de todos, no de uno solo. En suma, la antigua tolerancia valiente y luminosa en la que se hizo la fundación de la libertad. Mientras exista esta forma de tolerancia, habrá luz.
¿Cuánto se debe proponer, debatir, meditar, insistir, conceder? Deberíamos preguntarlo a la realidad.
Habría que escucharlo del pueblo, que está al pendiente de lo que pasa, que oye, mira y aguarda.
TRES COMENTARIOS AL MARGEN
1.- El asunto se complica mucho más en Tecomán porque aquello parece un pueblo sin ley. El alcalde, al decir del regidor del ayuntamiento de Colima, Roberto Chapula, violentó la ley al violar un amparo concedido a un empresario que tiene un negocio en aquel municipio.
De confirmarse lo denunciado por Roberto Chapula, se agravaría la situación y se demostraría, por otra parte, que el presidente municipal arrasa parejo: la ley, cualquier a que ésta sea, no le interesa, y mucho menos cumplirla.
2.- “Una palabra hiere más profundamente que una espada.” Richard Burton
3.- “Pensar es como vivir dos veces.” Marco Tulio Cicerón
macosta68@colima.com
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